“Nos dijo que no nos preocupáramos”

Amadeo Cabrera
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La esposa y los hijos del coronel Sabino Monterroza están orgullosos de la misión del militar en Iraq.


 

Agosto 31. El teléfono sonó a las 11 de la noche del viernes en la residencia de Patricia Agurto de Monterroza. Era su esposo, el coronel Sabino Monterroza, jefe del batallón Cuscatlán, que le hablaba desde Nayaf, en el corazón de Iraq. La ciudad todavía ardía tras la explosión de dos poderosos coches bomba en la mezquita de Alí, a pocos kilómetros de donde el salvadoreño se encontraba patrullando.

“Nos dijo que estaban bien todos, y que aunque viéramos las noticias, que no nos preocupáramos”, dice la esposa del militar, madre de tres hijos: Santiago José, Elena Alejandra y Sabino Gerardo.

De Monterroza, de 42 años de edad, sabía desde tempranas horas del viernes de la explosión que cimbró Nayaf y ocasionó un centenar de muertos. “¿Sabe qué fue lo que dije? Dije: ‘Ve qué suerte la de él, entrando ellos y lo que pasa’, porque supuestamente es la ciudad más tranquila.”

La familia Monterroza-Agurto, producto de 17 años de matrimonio, hincha el pecho y prende la veladora por la misión del jefe de la casa. “El miedo es indiscutible, la preocupación, pero también es una mezcla como de orgullo y de aflicción.”

Recuerda que previo al viaje, su esposo le transmitió confianza. “No te preocupés, andá a trabajar, que nosotros nos quedamos tranquilos”, le dijo.

Y es que esta mujer, hija de un chileno, está consciente de que vivir con un militar es estar supeditada a enfrentar cualquier eventualidad que conlleva la profesión. “Uno aprende a sobrellevar la carga de la casa, para que ellos puedan realizar su trabajo; si no hay Dios, no podrían”, explica.

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