Fotos de LA PRENSA, por Carlos Dada/Enviado especial
PRESENCIA MILITAR. Los sargentos del batallón Cuscatlán Óscar Aguilar Alonso (izquierda) y Marcelino Martínez durante un patrullaje cerca de Kufa.

Aún no inician labores de reconstrucción
El Cuscatlán cumple dos meses en Nayaf
Carlos Dada/Enviado Especial
La ciudad santa chiíta recibió a los salvadoreños de buena manera. Eso ha cambiado: amenazas de líderes religiosos y revueltas en ciudades cercanas han hecho crecer la tensión.

Patrullajes de seguridad

En Nayaf y zonas aledañas a Camp Baker

134

Protección de oleoducto de Kufa y poblaciones al sur del Éufrates

143

TOTAL

277

Armamento decomisado

AK-47

28

Rifle checoslovaco

4

Subametralladora

3

Pistolas (Tariq)

3

RPG-7

1

TOTAL

30

Puntos de registro y de control de tráfico

Vehículos

5,153

Personas

10,628

Total de puntos de registro instalados

197

Identificación de artefactos explosivosno activados

8


Nayaf, Iraq. Atrás quedaron las expectativas que se plantearon los 361 soldados del batallón Cuscatlán cuando abordaron aquel avión en Comalapa, con una marca en inglés que decía “Vacaciones placenteras”. Ayer cumplieron dos meses de haber llegado a Nayaf, la tercera parte de su misión en esta ciudad iraquí, y para la mayoría de la tropa su estancia en esa ciudad sagrada ha sido todo menos una vacación.

“Sabíamos que la misión no sería fácil, aunque para nosotros era una incógnita. A pesar de lo que veíamos en los noticieros no sabíamos cómo nos iban a recibir”, dice el capitán Óscar Rivas.

Pero en dos meses se han encontrado con problemas que no habían contemplado. El Cuscatlán apenas termina ahora el periodo de adaptación.

“Éste ha sido un tiempo de adiestramiento y entendimiento con los demás sectores que integran la misión”, dice el mayor Miguel Ángel Castillo, el ejecutivo del batallón Cuscatlán.

También ha sido, para otros, una prueba de resistencia. Con una carga de trabajo de hasta tres patrullajes diarios, cada uno de tres horas en promedio, algunos soldados ya comienzan a lucir las debilidades del agotamiento.

En estos dos meses, el batallón Cuscatlán ha realizado 277 patrullajes, además de custodias a convoyes u oficiales salvadoreños o de otros países. Ha revisado a más de 10 mil ciudadanos iraquíes y más de 5 mil vehículos, según sus propios números. Se encarga además de toda la administración, el abastecimiento y la seguridad de Camp Baker, un enorme complejo de edificios e instalaciones en el que también viven cientos de estadounidenses y españoles.

Pero en la calle, ahí donde se llevan a cabo los patrullajes y se instalan puntos de revisión (“chepoys”, le llaman los soldados, por “checkpoints”, el nombre en inglés), la misión de Cuscatlán se ha reducido a un solo objetivo, aceptado por todos sus miembros: seguridad.

¿Y la reconstrucción? Los oficiales salvadoreños lo justifican: “Nuestra misión es brindar seguridad a este país. Hay quienes dicen que nuestra misión no es humanitaria, y no se dan cuenta de que para que este país comience a levantarse necesita estabilidad y tranquilidad”, dice Rivas.

A dos meses de haber llegado a Nayaf, provenientes del infierno de 55 grados centígrados de Kuwait (en Iraq hacían entonces 48 grados centígrados, algo más fresco), los soldados en su mayoría creen que el viaje ha valido el sacrificio. “Valía la pena venir para ayudar a las personas de acá. Les damos seguridad, que es lo que más necesitan. No me aburro, a veces se rinde uno, pero aburrido no es”, dice el soldado Renci William Linares Díaz.

El nuevo panorama

Pero también Nayaf ha cambiado, junto al resto de Iraq.

Hace dos meses, Nayaf era una explosión de felicidad tras la caída de Sadam Husein. Pocos días después, y aún sin haber asumido sus funciones en esta ciudad debido a la falta de equipo, los salvadoreños despertaron a la realidad de una difícil transición con un bombazo en la mezquita de Alí, que se cobró más de 200 vidas.

En Nayaf, una de las provincias más tranquilas de Iraq, el panorama se fue complicando tras las pugnas entre diferentes facciones religiosas. Los tiroteos en Karbala, a sólo 80 kilómetros de esta ciudad, terminaron por encender la mecha cuyo final aún es una incógnita.

Los constantes llamados contra la coalición de parte de uno de los principales líderes religiosos chiítas, Mukhtada Al Sadr, han aumentado los riesgos de los soldados salvadoreños.

La nostalgia

La distancia y la lejanía con la familia también comienza a hacer mella en los soldados, y aún entre los oficiales. Con 360 miembros del batallón, todos los días hay al menos uno que cumple años, y también un hijo, o una esposa. O una llamada desde las cabinas telefónicas instaladas en Camp Baker respondida con llanto en San Salvador. Ante eso parece difícil asumir la actitud estoica.

Sin embargo, nadie duda aquí de permanecer los seis meses que dura la misión. Pero no más.


 

ACAC