Carlos Dada / Enviado Especial
A SUS ÓRDENES. Los salvadoreños tuvieron que servirse de traductores para impartir órdenes e instrucciones a los iraquíes.
Salvadoreños entrenan a defensas civiles
Carlos Dada / Enviado Especial
El corresponsal Carlos Dada fue testigo del primer entrenamiento dirigido por oficiales salvadoreños a iraquíes que apoyarán a la Policía en tareas de seguridad.

Lo que caiga
Los nuevos paramilitares tuvieron que conformarse con la talla de uniforme que pudieron encontrar.
Seguridad
Niños iraquíes de Nayaf, una ciudad que aún no afronta serios problemas de seguridad.

Nayaf, Iraq. Casi 200 hombres se presentaron el fin de semana pasado a la prisión de Nayaf, con ropa de civil que pronto sería cambiada por un uniforme color mostaza. Ellos componen oficialmente, desde el sábado, las nuevas defensas civiles de esta ciudad, entrenadas por los batallones Cuscatlán, de El Salvador, y Xatruch, de Honduras.

Su misión será custodiar las instituciones de gobierno y lugares estratégicos, como bancos o gasolineras. Algo que la Policía local no puede hacer por falta de personal.

“Son como una compañía de seguridad privada, sólo que pertenecen al gobierno iraquí”, explicó el mayor salvadoreño Wilmar Gómez Torres.

No están en las mejores condiciones físicas: varios están pasados de peso y otros demasiado delgados. Varios de ellos ni siquiera tienen un par de zapatos, mucho menos algún tipo de experiencia en el ramo. Pero son los más adecuados de entre unos 500 candidatos preseleccionados por el gobierno local para ingresar a este nuevo cuerpo.

El sábado recibieron sus uniformes y un par de botas provisionales para iniciar los entrenamientos. El domingo aprendieron a marchar. Los nuevos reclutas recibirán un adiestramiento intensivo de 15 días, “en los que aprenderán, primero, a obedecer órdenes militares y a hacer ejercicio”, dijo el sargento Luis Ernesto García, uno de los encargados del adiestramiento.

En estas dos semanas recibirán entrenamiento militar básico, patrones de condición física y lecciones intensivas sobre armamento y tiro. Algo nuevo para la mayor parte de ellos, como lo será también el salario. Ganarán 60 dólares al mes.

Aunque los mandos, seleccionados en la segunda y última quincenas del programa de adiestramiento, tendrán un salario mayor, escalado hasta los 120 dólares.

Los únicos requisitos para ingresar fueron tener entre 18 y 40 años, saber leer y escribir, tener un mínimo de condición física y no tener antecedentes penales graves; léase haber pertenecido a cuerpos élites de Sadam.

En un mes estarán ya en las calles, apoyando a los 273 agentes que componen la Policía de la delegación central de Nayaf, una ciudad de un millón de habitantes.

Las nuevas defensas civiles son, además, el primer cuerpo de seguridad entrenado por el batallón Cuscatlán. Una tarea que, según creen los salvadoreños, puede ser clave para la estabilización de esta región.


El gordo y el flaco

Los nuevos miembros de la defensa civil hicieron fila, muy ordenados, para recibir sus flamantes uniformes mostaza y sus botas “Ranger”.

No hubo sastres ni muchos cuidados en seleccionar las tallas. Como fueron llegando, fueron recibiendo las bolsas en el orden en que salían de las cajas.

“Ahí después que se los cambien entre ellos o no vamos a terminar nunca”, gritó el teniente Juan Alexander García.

La sonrisa de los reclutas se borró al abrir los uniformes. El más gordo, apodado ya “el Gordo” por los soldados salvadoreños, buscó infructuosamente un uniforme que le quedara aunque fuera apretado. Nada.

Las botas no se quedaron atrás. Fabricadas con un material de baja calidad, mitad plástico y mitad cartón, resultaron una tortura para los iraquíes, acostumbrados, en el mejor de los casos, a calzar sandalias. La suela de hule y el material tieso hicieron casi imposible la tarea para los afortunados que encontraron botas de su talla.

Hubo quien, con la mano, rompió la lengüeta para que cupiera el pie, porque la orden era ponerse los uniformes de inmediato para iniciar el trote.

Dos iraquíes, visiblemente molestos, se negaron a siquiera probarse los uniformes. Los señalaban una y otra vez y decían: “Sadam, Sadam”. Sí. Los uniformes se parecían a los de Sadam.

Ante el desorden, García Herrera llamó al traductor, y dijo en voz alta, en tono enérgico: “Dígales que se lo pongan como están, y que si no les gusta que lo entreguen y se vayan a sus casas”. Entonces, de la nada, los iraquíes encontraron cordeles y pequeñas cuerdas para utilizar como cinturones, y los enemigos de Sadam se olvidaron de los colores.

Pronto todos estaban uniformados, menos “el Gordo”, que simplemente no encontró nada que le quedara.


 

ACAC