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![]() LIMPIEZA PERSONAL. “Staff sergeant” Antonio Cortez se lava los pies después de unas prácticas en Kuwait. Los soldados pasan semanas sin bañarse debido a la escasez de agua. |
Un salvadoreño enrolado en las dos guerras de Iraq mundo@laprensa.com.sv Antonio Cortez Aguilar entró al Ejército de Estados Unidos en 1988. Tres años más tarde libró su primera batalla en el golfo Pérsico. |
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Con voz pausada y serenidad al hablar, el salvadoreño Antonio Cortez Aguilar cuenta detalles de las dos aventuras militares que ha vivido en Iraq. Dos conflictos separados por una década en los que ha empuñado el fusil al servicio del Ejército de Estados Unidos. En la primera Guerra del Golfo (1991) —que a su criterio fue menos complicada—, luchó como soldado del Batallón Ingenieros de la Quinta Marina. Esta segunda vez, como sargento mayor del tercer batallón, con un pelotón de 17 soldados a su cargo. De una guerra a otra Con el conflicto a las puertas en su tierra natal, Cortez Aguilar dejó El Salvador en 1980. Sus estudios en el Colegio Cristóbal Colón, de San Salvador, quedaron interrumpidos. Ocho años más tarde el joven se alistó en la Fuerza Armada de Estados Unidos. La primera prueba de fuego llegó tres años después, cuando lo convocaron para participar en la Guerra del Golfo. En ese conflicto, según Cortez, predominó la tecnología y las tropas no tuvieron muchos choques frontales con los ejércitos de Sadam Husein, porque ya los había debilitado la aviación. En aquella ocasión, de la que no recuerda fecha exacta, ingresó con su batallón hasta la frontera con Iraq desde Arabia Saudí. La misión, entonces, era liberar Kuwait. Volvió con bien a su casa en California. Al desierto En febrero de este año, el “staff sergeant” Antonio Cortez fue convocado nuevamente para enrolarse en la guerra de Iraq. Al igual que la vez anterior, esta experiencia le confirmó que el desierto guarda crueles sorpresas para los extranjeros que lo visitan. Más en misión militar. Desde los saltos extremos de temperaturas y las tormentas de arena hasta las batallas frontales con la resistencia iraquí. El salvadoreño pisó Iraq el 20 de marzo de 2003. Pasarían 30 días sin darse una ducha; cada noche tuvo que cavar un hueco en el desierto para dormir. Un paquete de fotografías, su bitácora militar, muestra tanques aplastados por las bombas, cadáveres de soldados, pertrechos de guerra abandonados e imágenes de iraquíes huyendo del conflicto. “Esta vez hubo mas sangre porque hubo resistencia”, dice al recordar que entregó equipos a los soldados dominicanos en Diwaniya y salió de Iraq el 11 de septiembre.
Con base en su experiencia, este militar se ha atrevido a hacer recomendaciones a los relevos del batallón Cuscatlán. |
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