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Fue un momento de película. Decenas de camellos, guiados por tres beduinos, aparecieron ayer como de la nada en una explanada en medio del desierto. Nada extraño si se piensa que seguramente lo han hecho igual desde hace siglos, guiados por los ancestros de estos mismos pastores. Pero hoy, este pedazo de tierra y arena, a pocos kilómetros de Nayaf, está siendo preparado como campo de entrenamiento de la nueva Policía local. Y los entrenadores estaban ahí: 32 soldados salvadoreños del batallón Cuscatlán, viendo con asombro, mientras medían el terreno, cómo la caravana interrumpía su misión. Entonces rompieron filas. Poco a poco, sin temores, se fueron acercando a los pastores. Y vino una sesión de fotos y sonrisas en medio de aquel desierto agreste. Y los beduinos hablando en árabe, pidiendo, con el lenguaje universal de las manos, dinero. Algunos soldados, invitados por los beduinos, se subieron a los animales, que bufaban y escupían saliva seca mostrando los dientes. Y los cuscatlecos mostraban los suyos, con tremendas sonrisas. Volvían las solicitudes de dinero, casi a manera de limosna. Los beduinos se conforman con poco, y los soldados, que no tienen mucho, son millonarios comparados con los habitantes de esta zona rural y de todas las de Iraq. Se ven por la carretera las pequeñas champas, cubiertas apenas por tejidos de palma de dátil, y alrededor de ellas, en todas, niños corriendo alegres. Apenas uno mira el convoy comienza a gritar y a correr alegre hacia la orilla de la carretera, con la esperanza de ser visto y saludado de regreso por los soldados. Varios lo siguen atrás intentando llegar primero. Hacen el signo de victoria, y gritan alegres. Lo mismo hacen, casi sin excepción, todos los automóviles que pasan al lado. Si uno se dejara guiar por estas manifestaciones, cualquiera le creería al que pasó al lado gritando en inglés Héroes, héroes. Pero aquí nunca se sabe. Saludar es lo más fácil, usted puede saludar a cualquiera. Pero uno no se puede fiar, aquí puede venir de cualquier lado, dice el teniente Carlos Emilio Erazo, que me sirvió de gurú en mi primer patrullaje con el batallón Cuscatlán.
La calle que tomamos, en medio del desierto, pasa justo sobre un oleoducto que los salvadoreños custodian para evitar más pillajes. Abajo, el petróleo; arriba, la arena y las champas. Imagínese, están sentados sobre el petróleo y comiendo tierra. Así es este país, dice el capitán José Higinio Alfaro, comandante del convoy. Justo a la orilla de la carretera se ven los hoyos o zanjos, adonde los ladrones han roto el oleoducto para extraer el oro negro. Y ése, ahora, es uno de los principales problemas del nuevo Iraq. Esta semana fueron presentados ante los jueces dos ciudadanos ucranianos, que a bordo de un barco transportaban miles de barriles de petróleo clandestino. Son ya redes de crimen organizado. Y de la venta del petróleo, según la coalición, se está también obteniendo el dinero para financiar la reconstrucción. Evitar los pillajes y los sabotajes del oleoducto es también misión del batallón Cuscatlán en esta zona, que arde del calor. Y los patrullajes se suceden todo el día, sólo cambian las zonas. El preciado oleoducto es custodiado constantemente por convoyes salvadoreños y hondureños, cada uno su zona, y aunque no han detenido a nadie aún, los soldados cuscatlecos aseguran que han disminuido los pillajes. La campiña iraquí, a la par del oleoducto El oleoducto de Nayaf pasa junto a una carretera rural que se toma en la calle que va hacia Shukayr, al sur de Iraq. Es un paraje desolado, con apenas algunas champas a la orilla del camino y paisajes que van cambiando dramáticamente. De las pozas surgidas de los canales del Éufrates, abiertas a fuerza de palas por los agricultores, se cambia en pocos metros a la arena blanca e interminable del desierto y, luego, nuevamente a pequeños pastizales llenos de ovejas y camellos. A todo lo largo, la carretera esconde el oleoducto, uno de los principales
de Iraq. No faltan en el camino las palmeras datileras ni los niños
vestidos con las dish- dashas grises. Son 100 kilómetros
casi a campo traviesa, en medio del desierto y los hoyos de petróleo.
Según cuentan los soldados, es un lugar de frecuente pastoreo de
camellos. Es la campiña iraquí. La Chanchona entre las lonas La bailaron hasta aprendérsela. Uno de los dormitorios de Camp Baker se convirtió ayer en centro cumbianchero. Alegres y orgullosos por que les hubieran dedicado una tonada, los soldados salvadoreños cantaban el son que les compuso La Chanchona de Arcadio a como les fuera dando la memoria, de oírla una y otra vez. Hoy sí muchachos, nos vamos para Iraq, decía el capitán Óscar Rivas parafraseando la canción, mientras los soldados, en posición de descanso, movían discretamete las manos bailando. A la tercera pasada, se soltaron y comenzaron los bailes. Este Tito Mira es loco el baboso. Ya va a inventar venir, decía un soldado mientras terminaba de vestirse. Vamos a hacerle aquí el video; que lo haga fulano, que es igualito, replicaba otro haciendo mofa de un sargento. Estaban en lo que llaman la cuadra, es decir, uno de los dormitorios. Están compuestos por grandes filas de catres militares en los que de noche duermen, y de día ponen sus cosas. Hay una grabadora en la que todos escuchan música, todo el día.
Ayer, los otros ritmos murieron. El batallón escuchó La
cumbia de Iraq. Explota depósito de armas en Diwaniya Las fuerzas españolas destacadas en Diwaniya informaron ayer sobre la explosión de un depósito de armas ubicado a un kilómetro de la base España. Los españoles, que forman parte de la brigada Plus Ultra, no reportaron bajas en sus filas por el estallido que atribuyeron a un intento de saqueo. El depósito, uno de los varios que hay en las cercanías de la base, cuenta con supuesta vigilancia de la Policía iraquí, pero que no siempre custodia el lugar, y no es la primera vez que se detecta robo de material. Bajas estadounidenses Mientras, el comando central estadounidense reportó la muerte de al menos dos soldados de ese país y cuatro heridos en diversos ataques en Iraq. Una mujer soldado murió y tres compañeros resultaron heridos cuando explotó una bomba al paso de una caravana militar en la volátil ciudad de Tikrit. Un segundo soldado murió y otro resultó herido al anochecer mientras patrullaban el sector de Al Mansour, en Bagdad. Las dos muertes elevan a 83 el número de estadounidenses muertos en Iraq desde el 1.° de mayo.
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