La primera escaramuza
Las tropas salvadoreñas detuvieron ayer a dos sospechosos . Aunque los balazos que escucharon al principio alertaron a la tropa, al final cerraron el operativo con dos detenciones y el decomiso de un AK-47 de fabricación rusa.


Las balas sonaron cerca. �Pacún... Pacún... Pacún, pacún, pacún.� El sargento Luis Ernesto García, a cargo de la patrulla salvadoreña que en esos momentos comandaba un puesto de control en una carretera pequeña a pocos kilómetros de Kufa, dio la voz de alerta. Yo ya estaba detrás de una palmera, chaleco y casco puestos, cuando el cabo Óscar Aguilar me buscó.

�Quédese ahí�, me dijo. Los balazos siguieron sonando. ��Embarquen!�, gritó García, y todos nos subimos a los vehículos. �Dale para allá, pero rapidito.� El subsargento René Barraza, al timón del Humvee, se atravesó la carretera. En pocos minutos nos habíamos internado ya en caminos de terracería, con un Humvee y un camión repleto de soldados salvadoreños.

Bajaron en orden, con prisa pero sin arrebatos, y se distribuyeron en dos equipos. En el de avanzada, García, Aguilar y el sargento Marcelino Martínez se internaron entre pequeños senderos rurales buscando a los pistoleros. El otro equipo bordeó. Todos alertas.

Entre la maleza, Aguilar alcanzó a ver dos figuras que se escondían y dio parte a García. En pocos segundos, y en silencio, los salvadoreños los tenían rodeados, y detenidos. García comenzó a practicar el árabe que metódicamente ha estado estudiando desde que llegó. Los iraquíes insistían en que no habían escuchado balazos.

Aguilar inició la búsqueda. Los vio con un arma y ahora tenían las manos vacías. No necesitó avanzar mucho para descubrir, en medio de un denso cultivo, un trapo rojo.


Interrogatorios

�Con la novedad, sargento�, dijo. Adentro, un AK-47 de fabricación rusa, en perfecto estado.

García continuó el interrogatorio. �La Sadam, la Sadam�, decían los detenidos. �No Sadam.� Aguilar no se detuvo ahí y siguió explorando el sembrado. �Mire. Aquí hay más.� Otro pañuelo, esta vez morado. El subsargento Luis Pérez Mena, con los lentes oscuros puestos, se acercó a desenterrar el hallazgo. García supervisaba, y daba órdenes para que no se descuidara la custodia a los detenidos. Un cargador y abundante munición terminaron de delatar a los iraquíes.

Los detenidos ingresaron en el Humvee, y el convoy inició la marcha. Varios vecinos, reunidos en el lugar en el que entroncan el camino rural y la carretera, intentaron persuadir a los soldados de que los detenidos eran inocentes, hasta que García, cansado de los argumentos, sacó el AK-47 y se los mostró. �Esto es lo que andaban tus amigos.�

Regresamos a Camp Baker, y para entonces, Mohamed y Wisam, los detenidos, estaban ya vendados. Fueron sometidos ahí mismo a un interrogatorio. Uno de ellos confesó ser el dueño del arma.