El soldado que el batallón Cuscatlán perdió
Uno de los soldados salvadoreños heridos en el accidente de tránsito está atascado en Bagdad, la última escala de una odisea para volver a su puesto en Nayaf. Sólo nuestro reportero sabe dónde está.

 

Bagdad, Iraq.. Con un mostacho de suturas en la parte derecha del labio superior, me sonríe y dice: “Creo que sólo usted sabe dónde estoy”.

En las últimas horas, la vida del sargento salvadoreño Romel Neftalí Moreira, una de las víctimas hace una semana de un accidente de tránsito, ha sido materia de confusión y de providencia.

La providencia intervino para que me lo encontrara en un avión C-123 de la Fuerza Aérea estadounidense que conecta Kuwait con Bagdad. Un soldado norteamericano al que le encargaron cuidarlo me preguntó si yo hablaba español, porque no tenía ni idea de quién era este hombre con uniforme de campaña estadounidense, pero sin insignias ni identificación alguna, y que no habla inglés.

Entre los casi 10 vuelos que recorren la frontera iraquí, y en los que viajan en promedio unas 15 personas, los únicos dos salvadoreños intentando llegar a Bagdad coincidimos.

Mil y una vueltas

La confusión jugó también su parte. Moreira se accidentó hace una semana y fue trasladado a Kuwait, pero su familia lo creía en Alemania, conforme el coronel Sabino Monterroza informó a su esposa.

Cuando llegamos al aeropuerto de la capital iraquí, nadie supo qué hacer con él –ni conmigo, por cierto–, y a punto estuvieron de enviarlo en otro vuelo a la ciudad de Balaad, al norte, para que tomara otro avión... de regreso a Kuwait. Una sargento entendió que era salvadoreño, y que iba hacia Nayaf, de modo que ambos terminamos en el centro de prensa de Bagdad, tras 24 horas en el aeropuerto, de dormir a la intemperie y de comer raciones militares todo el día.

En tanto, los helicópteros españoles, que lo trajeron a este mismo aeropuerto el lunes pasado, vinieron dos veces, una en la noche y otra por la mañana, pero se negaron a transportarnos, a pesar de que, como uno de los propios pilotos admitió, sobraban 20 plazas entre las tres aeronaves.

Pasaremos la segunda noche en Bagdad, pero ahora, en vez de hacerlo a la intemperie, en uno de los cómodos sillones del centro de prensa. En uno de ellos puede leerse: “Aquí durmió Geraldo Rivera el 24 de agosto de 2003”. No somos los únicos. Bienvenidos a Iraq.