Un paseo por Bagdad
Pese a la prohibición de los soldados estadounidenses, nuestro reportero decidió recorrer las calles de Bagdad. Esto fue lo que vio.



Bagdad, Iraq. Ya no quedan ni los restos de Sadam. Aquella foto de la estatua del dictador siendo derribada, que se convirtió en el símbolo del fin de sus 35 años de reinado en Iraq, marcó también su última presencia en las calles. Para llegar a la plaza Fardoz, que albergaba esa estatua, hay que tomar la avenida Arbatash Tamouz, y después la calle Al Shabani.

El Tigris se cruza por uno de sus 12 puentes, derribado en la primera guerra del golfo y listo para volver a morir en la última guerra. Pero sobrevivió. Pasado el ancestral río, se ha llegado ya al barrio comercial de Al Kharrada.

Se pasa después por el monumento a La Liberación, un fondo de concreto del que emergen, en relieve, figuras de metal alegóricas del trabajo de los iraquíes, verdadero centro de la ciudad. La plaza, rodeada de altos pilares, tiene ahora en sustitución de Sadam un monumento a la familia.

Ahí transitan o permanecen sentados pequeños comerciantes iraquíes, desempleados y vagabundos. Es un punto de convergencia de dos importantes avenidas: la Al Shabani y la Yaser Arafat. Ambas están llenas de comercios, y sólo la caligrafía arábiga las distingue de cualquier otro barrio del centro de una ciudad latinoamericana. Sucias, llenas de tráfico, de gente y de comercios deprimidos.

Un militar

Más allá está el hotel Palestina, con las huellas de haber soportado un cañonazo de la coalición que le quitó la vida a dos periodistas, convertido ya en un icono más de Bagdad. Es horrible, con sus ventanas cubiertas por telarañas de concreto.

Hemos estado caminando un poco por esta zona, y entramos a una pequeña calle adonde nos recibe un hombre de grueso bigote negro y porte señorial. Es el general Amer Shia Abdula, ex oficial de alto rango del Ejército iraquí y hoy presidente de una nueva agrupación política, una de las más de 170 que han surgido en los últimos tiempos. Se retiró un año antes de la guerra, y comenzó a trabajar en secreto.

Su partido intenta unir a todos los iraquíes. “Tenemos mucho trabajo por hacer acá, hay que comenzar de la nada y recuperar la soberanía. Pero soy optimista por el futuro”, dice, y se despide.