La Madre Teresa de Calcuta, que consagró su vida a los indigentes de India, fue proclamada beata ayer por el papa Juan Pablo II, durante una ceremonia solemne celebrada en la plaza de San Pedro.
Juan Pablo II, gran admirador de la religiosa, a la que recibió varias veces en el Vaticano y a la que donó un pequeño convento para su congregación, hubiera querido canonizarla, pero prefirió proceder según las reglas, por lo que
fue sólo beatificada, el primer paso hacia la santidad.
La premio Nobel de la Paz de 1979, que trabajó en forma incansable a favor de los indigentes y los moribundos, suscitó veneración entre los católicos de todo el mundo, pero también algunas críticas.
Pequeña, delgada, de aspecto frágil, Madre Teresa era una persona determinada y fuerte cuando se trataba de defender su causa.
La beatificación de Madre Teresa, fallecida a los 87 años en 1997, la más rápida de la historia, fue aprobada en 2003, después de que una comisión del Vaticano reconoció la curación inexplicable de una mujer de la tribu
Bengalí, Monika Besra, como un milagro.
Madre Teresa es además la primer premio Nobel de la Paz que es proclamada beata.
Con la ceremonia de ayer por la mañana en el Vaticano se concluyen simbólicamente las celebraciones para conmemorar los 25 años de pontificado de Juan Pablo II.
La semblanza
El nombre de la nueva beata evoca la ciudad india de Calcuta, clásica metrópoli del tercer mundo, sumergida por millones de habitantes, donde reinan la miseria.
Vestida siempre con su sari blanco con rayas azules en el borde, Madre Teresa fue la fundadora en 1950 de la orden religiosa Misioneras de la Caridad.
“Nuestra labor es una gota de alivio en un océano de sufrimientos”, solía decir la religiosa. “Pero si la gota deja de existir, el mar la echará de menos”, agregaba.
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