Viejos de agosto, entre el encanto y el miedo

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DIABLO SIN COLA. Un joven no identificado lucha por quitarle la cola al Diablo, durante el desfile del Comercio. El tradicional personaje hizo de las suyas con los asistentes.

Aquello de que los Viejos de Agosto son una de las atracciones principales de las fiestas patronales no es del todo cierto. Si la pregunta fuera hecha a los niños que visitan los desfiles, la respuesta sería de rechazo, a juzgar por el terror plasmado en sus caras cada vez que uno de ellos (llámese el Diablo, el Cipitío o la Siguanaba) se les acerca.

Los personajes hicieron ayer su espectáculo de siempre en el desfile del Comercio. Y como siempre, fueron los niños más pequeños, de siete años hacia abajo, los que experimentaron el peor de sus terrores por la aparición repentina de los personajes enmascarados.

El desfile no empezaba a plenitud y el público recién se congregaba en las cercanías de la plaza Las Américas. Cerca de la estatua que custodia al Salvador del Mundo, la de monseñor Romero, el grupo de personas era más numeroso. Qué más pedir para los Viejos de Agosto que llegaron rápidamente al lugar.

Primer golpe con la cola de tela y primer grito de uno de los espectadores sorprendidos. El Diablo Rojo corrió entre todos los presentes y sacó a bailar a la primera niña que estaba desprevenida.

“Mami, mami, jalame”, le gritaba la niña a su madre, que desde la lejanía y con un ataque de risa contemplaba la burlesca suerte de su hija.

Los personajes seguían con su agosto: alborotando peinados, quitando y escondiendo zapatos y abrazando a los niños para asustarlos, con el consentimiento pasivo de sus padres.

El público se hacía cada vez mayor en la medida de que las picardías continuaban. “¡A ella, a ella!”, les gritaban los mayores en auxilio de su búsqueda, para que los personajes atraparan a una muchacha que se les había escapado desde su llegada.

Sin embargo, no todos los padres de familia presentes permitieron que sus hijos les fueran arrebatados para el susto correspondiente. Había algunos que no soltaron a sus pequeños y en sus brazos los apretaban más. “Cierre los ojos, papito”, le decía una madre a su pequeño de dos años. “No vea eso.” Otras progenitoras tampoco descuidaban a sus hijos, pero no les fomentaban temor: “Usted no tiene que tener miedo, debe ser valiente”, se le oyó decir a una de ellas.

Los Viejos de Agosto siguieron con sus libertades y diabluras, los adultos continuaban atacados por la risa; y los niños, escondiéndose detrás de éstos.


Las voces del desfile

Tengo 93 años y éste es mi cuarto año desfilando. Es que la gente me lo pide.”
Reina Martínez, Reina de la Tercera Edad.

Por el momento no se ha registrado nada. Pueden seguir disfrutando.”
Carlos López Mendoza, vocero de la Cruz Roja.

Pueden traer a sus niños, pero por favor póngales un rotulito para identificarlos.”
Carolina López, agente del CAM