La idea de la celebración del Primero de Mayo
la tuvo la Labor Union de Norteamérica hacia
el año 1884, escogiendo ese día arbitrariamente.
Dos años después, esta asociación
acordó celebrar una huelga general el Primero
de Mayo de 1886, con el fin de alcanzar la jornada laboral
de ocho horas. De este modo, los obreros norteamericanos
recogían el testigo de la lucha por la reducción
de la jornada que había sido acogida ya en el
Congreso de la I Internacional en Ginebra (Suiza) en
el año 1866.
La celebración de la huelga del Primero de Mayo
de 1886 en Estados Unidos se saldó con una represión
desmedida por parte de las autoridades norteamericanas.
Solamente en la ciudad de Chicago, la huelga fue secundada
por nada menos que 50 milobreros.
Las autoridades y la burguesía se dieron en
seguida cuenta de que el asunto se les escapaba de las
manos. La policía comenzó a perseguir
a los manifestantes y a ametrallar a los obreros durante
las celebraciones. En protesta por la represión,
los anarquistas consiguieron reunir una concentración
de 15 mil personas en la misma ciudad de Chicago.
Cuando los trabajadores convocados ya comenzaban a
dispersarse, los policías comenzaron a reprimir
a los concentrados una vez más mediante los medios
más violentos que tenían a su disposición.
En ese instante, un artefacto explosionó entre
los policías. Era la respuesta de algunos de
los manifestantes a una represión brutal y desmedida.
Ocho obreros fueron detenidos por aquel incidente.
Casualmente se trataban de algunos de los mejores oradores
y propagandistas que habían participado en las
huelgas. Las detenciones fueron totalmente arbitrarias,
y los juicios se caracterizaron por una falta absoluta
de pruebas. A pesar de ello, el jurado actuó
influido por el prejuicio de que aquellos hombres que
eran juzgados eran anarquistas, es decir, enemigos del
Estado, y sin prueba alguna que los relacionara con
el artefacto que había causado la muerte de varios
policías, firmaron sentencia de muerte para cinco
de ellos y cadena perpetua para los otros tres.
Un año después de aquel acto que había
concentrado a 15.000 personas, el día 11 de noviembre
de 1887, los obreros condenados morían ejecutados
en la horca -uno de ellos había muerto antes
de su ejecución optando por quitarse la vida
él mismo-.
Las ejecuciones provocaron una reacción de protesta
a nivel internacional. Cuando años después
el caso fue nuevamente investigado como consecuencia
de la reacción internacional que se había
desencadenado, John A. Itgel, gobernador de Illinois,
llegó a la conclusión de que ninguna prueba
había sido presentada que demostrase la culpabilidad
de los ejecutados, y que muy por el contrario, la exhaustiva
investigación realizada en aquella ocasión
demostraba la inocencia de todos ellos.
Desde ese momento los ahorcados como consecuencia de
aquel incidente pasaron a ser conocidos en todo el mundo
como los «mártires de Chicago».
Todos los primeros de mayo desde entonces serían
aprovechados por todos los obreros en general para recordar
a los seis mártires que habían sido ajusticiados
víctimas de la represión policial.
El Primero de Mayo pronto se convertiría en
un día reivindicativo, el día de los mártires
de Chicago, en el que todos los obreros aprovecharían
para reivindicar su mayor pretensión del momento,
la reducción de la jornada laboral a ocho horas
-la jornada laboral oscilaba en esa época entre
las 10 y las 16 horas-.
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