Combatiente salvadoreño. El cabo Samuel González Toloza muestra el cuchillo con el que le salvó la vida a varios de sus compañeros.
El héroe de la batalla de Nayaf

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El soldado Samuel González Toloza se quedó sin municiones; tomó su cuchillo y se enfrentó a combatientes iraquíes.

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Nonualco en Nayaf

Toloza es originario de Santiago Nonualco, La Paz.
Tiene 25 años de edad y ostenta el grado de cabo.
Ingresó al Ejército en mayo de 1997 en el batallón de seguridad de la Fuerza Aérea Salvadoreña.
De ahí partió a las Fuerzas Especiales, y es especialista francotirador y en táctica antiblindaje.



Citas
  El cabo reaccionó como un combatiente individual y con su puñal de equipo se avalanzó sobre el individuo y lo hirió.”

Cnel. Hugo Orellana Calidonio
Cmdte. del Cuscatlán.

 
 
 
Uno de sus amigos estaba muerto, otros 12 estaban heridos y los cuatro soldados todavía seguían combatiendo, rodeados y casi sin municiones. El cabo salvadoreño Samuel González Toloza dijo una oración, abrió su navaja y atacó a combatientes iraquíes.

En uno de los escasos casos de combate cuerpo a cuerpo en el conflicto de Iraq, Toloza apuñaló a varios atacantes que se habían aglomerado en torno a uno de sus camaradas. Los asombrados atacantes se retiraron de manera momentánea, justo en momentos en que una columna llegó para rescatar a los salvadoreños.

“Nunca pensamos en rendirnos. Yo fui entrenado para combatir hasta el final”, dijo Toloza, uno de 380 soldados salvadoreños cuyo heroísmo ha dado de qué hablar, en tanto las críticas abundan contra otros miembros de la coalición.

El secretario de Estado estadounidense, Colin Powell, dijo hace poco que la unidad centroamericana “se ha ganado una reputación fantástica entre los miembros de la coalición”.

“Les debo la vida”

Phil Kosnett, quien dirige la autoridad provisional de la coalición en esta ciudad sagrada de los chiitas, dice que debe su vida a los salvadoreños, que repelieron en marzo un ataque bien organizado de la resistencia contra los tres vehículos de su caravana. Kosnett ha propuesto que seis de los salvadoreños reciban la medalla Estrella de Bronce que otorga el Ejército de Estados Unidos a quienes muestran excepcional valor en un combate.

“Se dice que algunos contingentes más pequeños vienen por interés. Pero con los salvadoreños eso no es así. Esta gente da mucho más de lo que se puede esperar de ellos. Son tal vez las tropas más valientes y más profesionales con las que he trabajado”, afirmó Kosnett.

Los salvadoreños dicen que vinieron a Iraq a mantener la paz, no a combatir, tal vez para aplacar a la opinión pública en su país.

“No vinimos aquí con la intención de disparar nuestras armas”, dijo el coronel Hugo Orellana Calidonio, comandante del Cuscatlán. “Pero estamos preparados para repeler un ataque. Nuestro país pasó por una situación similar hace 12 años. Por lo tanto, el pueblo de El Salvador puede comprender lo que está ocurriendo aquí”.

“Vinimos a ayudar y lo estamos haciendo. Nuestra relación con la gente era excelente. Estaban contentos con nosotros”, aseguró Orellana. Pero ello no impidió que el 4 de abril elementos fieles a Muqtada al Sadr tomaran control de la ciudad y atacaran Camp Baker.

A la espera de refuerzos

Cuando Toloza y 16 compañeros llegaron esa mañana a la sede del Cuerpo de Defensa Civil iraquí, vieron que sus 350 ocupantes habían desaparecido y que estaban rodeados por milicianos.

Luego de varias horas de combate, los salvadoreños se quedaron sin municiones y el soldado Natividad Méndez, amigo de Toloza desde hacía tres años, yacía muerto en el piso, tras recibir dos balazos disparados probablemente por un francotirador. Otros dos estaban heridos y el fuego arreciaba.

Los heridos fueron colocados en un transporte y Toloza y otros tres soldados trataron de llegar a su base. Pronto se toparon con combatientes de Al Sadr. Una decena de ellos trató de capturar a uno de los salvadoreños. “Mi reacción inmediata fue que tenía que defender a mi amigo, y lo único que tenía en mis manos era mi puñal”, expresó Toloza. Cuando llegaron los refuerzos, los salvadoreños y un pequeño contingente estadounidense resistían ataques en las dos bases y al mismo tiempo trataban de recuperar un hospital.

Las tropas españolas no llegaron a combatir y sólo después de largas demoras accedieron a enviar vehículos y soldados para evacuar a los salvadoreños. El jefe de operaciones, coronel Francisco Flores, dijo que no cuestionaba la decisión de los españoles, pero agregó, en tono irónico, que los “podrían haber ayudado antes”.