CON SUS HIJAS. El capitán del batallón Cuscatlán Óscar Rivas se divierte junto a su hija Elena Doris, de 10 años, y su hija de dos, Ariana Guadalupe, en un centro comercial de Soyapango.
Amor de familia en la guerra, el mejor escudo
Juan José López
social@laprensa.com.sv

El primer contingente de militares enviados a Iraq, que regresó a El Salvador el pasado miércoles, inició sus 20 días de licencia para compartir con su familia. LA PRENSA GRÁFICA presenció el reencuentro de un militar con sus seres amados, tras seis meses de ausencia.

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  Se siente el cambio. Tuve que adaptarme al horario del país y a mi esposa.”

 

  Siempre que yo llamaba por teléfono, Ariana me preguntaba que cuándo iba a
regresar.”

 

  El apoyo familiar fue fundamental. La familia es la piedra angular de este trabajo.”

Capitán Óscar Rivas Orellana .

 

Largo viaje

25

horas de vuelo realizaron los soldados de Iraq a El Salvador.


Relajado y en compañía de su familia, el capitán Óscar Rivas Orellana “vitrineaba” ayer por los pasillos de un centro comercial en la ciudad de Soyapango.

Ayer jueves, el tercer día después de su regreso de Iraq, fue el primero de los 20 que gozará de licencia para estar con sus parientes y amigos.

El soldado estuvo lejos de ellos por seis meses, por haber sido enviado a Nayaf, Iraq, como parte de las fuerzas militares de reconstrucción de ese país.

La noche anterior en su casa fue grandiosa, comentó, tanto que sus dos hijas, Elena Doris, de 10 años, y Ariana Guadalupe, de dos, no querían separarse de él: “Querían dormir en nuestra cama”, cuenta y en sus ojos se nota la alegría que lo embarga al saber que otra vez está con sus seres amados.

La ausencia afectó a ambas niñas, comentan los padres. “La Negra”, como llama cariñosamente a su hija Elena, estuvo consciente de lo que implicaba el viaje.

Sin embargo, Ariana fue la más afectada, pues de todas las veces que él llamó, ella le habló unas cinco veces, dijo la esposa del militar y madre de las niñas, Gloria Estela Henríquez de Rivas, al referirse a las llamadas desde Nayaf, al sur centro de Iraq.

La pequeña extrañaba tanto a su padre que pedía el álbum de fotos donde estaba su papá, recuerda Gloria Estela.

“Siempre que yo llamaba por teléfono, Ariana me preguntaba cuándo iba a regresar y yo le decía que pronto”, relata el padre y soldado.

La expectativa acompañó al capitán Rivas en su regreso a El Salvador, el cual duró 25 horas, pues no sabía cómo sería la readaptación a su círculo familiar.

“Se siente el cambio, pues tuve que adaptarme al horario del país y a mi esposa”, comenta en son de broma, al tiempo que y mira su reloj el cual aún mantenía la hora de Iraq.

Pero el deber es el deber. Al ser seleccionado, él y su familia se prepararon mentalmente para la separación semestral.

De hecho, “fue él quien me enseñó a jugar el papel de padre y madre”, dice la esposa.

El trabajo en Iraq no fue fácil, pero el militar está consciente de que el apoyo familiar fue fundamental para desempeñar su misión: “La familia es la piedra angular de este trabajo”, dice mientras atiende a Elena, quien le muestra un equipo de buceo que luego comprarán.

La milicia no es lo único en la vida del militar. “La gente piensa que los militares somos gente con mal temperamento, mandones, pero en realidad somos seres humanos”, abogó el soldado.

El militar reconoce que su misión fue dura, al tiempo que comenta que el apoyo de sus amistades y de su familia pudo realizar la misión encomendada, la cual fue compartida con su esposa Gloria Estela (ver nota aparte).
La misión en casa

Diversión. La hija mayor del militar, Óscar Rivera, se divierte ayer frente a la mirada de su padre. Luego de montar a caballo, la chiquilla fue de compras.

Las esposas de los militares también jugaron su papel.

Dicen que la distancia es el olvido, pero en el caso del matrimonio Rivas fue lo contrario. Conscientes de los cambios que enfrentarían, el cambio de roles fue inevitable. Desde aquel 24 de agosto de 2003, Gloria Estela comenzó a ser padre y madre para sus dos hijas, y asumió todos los compromisos que demanda un hogar.

“A las esposas de los militares sólo nos queda apoyarlos y adaptarnos a las disposiciones que se tomen”, dice Gloria con mucha seguridad.

“Se fortalecieron nuestros lazos de amor y conocimos a los verdaderos familiares y amigos”, asegura la esposa sobre el tiempo que estuvo separada del capitán.

En una ocasión, recuerda que su esposo le puso, por teléfono, una serenata desde Iraq, una de las cosas que ayudó a mantener viva la “llama de su amor”, comenta. En cuanto a los compromisos como padre y madre que adquirió, Gloria Estela da el parte a su marido: “sí, las cumplí”, dice. El reencuentro de los Rivas ha incrementado el calor familiar y, sobre todo, “nos ha traído paz”, agrega la esposa del militar.

Ahora, el matrimonio se prepara para agradecer al Dios por el retorno a salvo del militar.