“Cada Día se debe tratar de superarse”

Tras las paredes de la pastelería Trigo Puro, en Usulután, se esconde una historia de superación familiar, anécdotas de la vida de Eugenía Tévez y de cómo luchó todos los días por sacar adelante a sus siete hijos.

Sigfredo Ramírez

Las puertas de la pastelería Trigo Puro se abren todos los días a las 7:30 de la mañana. A esa hora, las calles de Usulután ya están llenas de personas que se dirigen a sus labores diarias y ven en la pastelería, la oportunidad de comer un buen desayuno o comprar pan dulce.

Adentro del local lucen las vitrinas llenas de repostería, y las paredes son el lienzo donde se muestran más de una decena de reconocimientos. Trigo Puro tiene más de 20 años y en su trayectoría ha ganado premios por su emprendurismo, por su crecimiento o por convertirse en un símbolo en el centro de la ciudad oriental.

Sin embargo, tras los diplomas colgados en los muros se esconden historias de una familia que luchó por salir adelante y de una mujer que lideró ese esfuerzo: Eugenia Tévez, una profesora que inició el negocio que ahora cuenta con tres sucursales más, que administran sus hijos y nietos, y produce 35 tipos de pan.

Tévez fue profesora de kinder, quinto y sexto grado toda su vida, y cuenta que el inicio de las pastelería Trigo Puro fue austero y con muchas dificultades. “Al inicio vendía cualquier cosa, aprovechaba en la escuela para vender bolis, helados de leche, palomitas de maíz o bolsitas con pepitoria, todo el esfuerzo para tratar de mejorar la economía familiar”, asegura la ahora empresaria.

Es que, según la maestra jubilada, el salario que ganaba impartiendo lecciones en los salones de clases (72 colones) más el de su esposo como administrador de los correos de Usulután, no alcanzaba para sostener a toda su familia y ella buscaba una forma de mejorar las finanzas familiares.

“No ganaba ni 15 colones vendiendo bolsitas con pepitoria y me encontraba mal económicamente, cuando vi el programa ‘Aprendamos a cocinar’, de Vilma de Escobar por la televisión, esa fue mi inspiración para dedicarme a hacer pasteles”, afirma Tévez, quien poco tiempo después y siguiendo las lecciones de cocina televisiva, prepararía su primer pastel.

Ante su iniciativa culinaria, las otras maestras de la escuela le encargaban pasteles para el día de las madres o la temporada navideña, y Eugenia se desvelaba horneando hasta 1,000 pastelitos en su cocina.
“Esos días prácticamente no dormía, porque iba a la escuela en la mañana, preparaba las clases en la tarde y me quedaba horneando toda la noche”, dice Tévez.

En ese momento sus hijos ya la ayudaban a vender los pastelitos y poco a poco fueron teniendo más órdenes hasta que llegó el día que Eugenia se decidió a abrir las puertas de su propia pastelería.
“Al inicio tenía miedo de abrir la pastelería porque la guerra civil fue más peligrosa aquí en oriente, sin embargo me mentalicé y me dije a mí misma: ‘con 50 colones que tenga de ganancia al día son 50 colones que no tengo'”, recuerda.

Ese primer día consiguió 75 colones y ella afirma que nunca va a olvidar la tarde de aquel domingo, 12 de octubre de 1985. “Uno no se puede quedar estancado en la vida, este negocio nació de la necesidad”, dice.
Tévez asegura que muchos que la conocen y han escuchado sus anécdotas le proponen que escriba un libro, para que su vida sirva de ejemplo para otros y ella afirma que si algún día lo llega a escribir lo titularía “Se puede salir adelante”.