Los sueños de Susana Ibarra Cáceres son de altura. A sus 24 años esta atiquizayense se ha convertido en la primera piloto comercial de El Salvador. El camino no ha sido fácil ni barato. En la actualidad está sumando horas de vuelo.
Eduardo Portillo/ Departamentos
Perfil
Nombre:
Susana Ibarra Cáceres.
Edad:
24 años.
Profesión:
Piloto comercial e instructora de vuelo.
Experiencia:
Trabajó como asistente de vuelo durante dos años en Transportes Aéreos del Continente Americano (TACA).
Reina de belleza:
Fue reina del Destacamento Militar Número 7 (DM-7). En 2002 fue Miss Ahuachapán y participó representando a ese departamento en el concurso Miss El Salvador.
Sana tiene 24 años y es la primera salvadoreña con licencia comercial para surcar los cielos en una aeronave. Nació en Santa Ana, pero su familia es originaria de Atiquizaya, en Ahuachapán. Ha repartido su vida entre Ahuachapán y San Salvador. Tiene tres hermanas menores que viven en Estados Unidos con su madre. Actualmente la joven reside en la capital, donde se ha dedicado a estudiar los últimos tres años. En Atiquizaya viven sus abuelos, a quienes frecuenta una vez al mes.
Su padre se llama Milton Ibarra, un militar retirado que intentó sin éxito ser piloto. Susana recuerda que de pequeña su papá la llevaba a ver los espectáculos aéreos. “Creo que la espinita la heredé de él”, asegura. En esa época, nunca se imaginó a cargo de la cabina de un avión, pero ya era algo que le intrigaba.
En El Salvador hay tres escuelas de aviación civil. Estas funcionan en el aeropuerto de Ilopango y se rigen por normas de la Autoridad de Aviación Civil de El Salvador (AAC) y la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). Susana estudió en una de ellas.
Casi 100 alumnos están inscritos en las tres escuelas, pero solo la mitad están activos. Además de la teoría –aerodinámica, clima, peso, balance, navegación–, los alumnos deben sacar sus licencias y habilitaciones con cierto número de horas de vuelo.
Para la primera licencia –piloto privado– se necesitan 60 horas. Alquilar un avión para cada hora de vuelo cuesta $115. La segunda es una habilitación y se llama instrumentos (40 horas más). La tercera es piloto comercial y requiere 50 horas. Susana acaba de terminar su cuarta habilitación: bimotor, “que es para volar aviones con doble turbina”, explica. Para esta última habilitación se requieren solo 12 horas, pero cada una cuesta $400.
Susana recibió su habilitación bimotor a finales de noviembre pasado. Calcula que en toda su carrera ha invertido más de $22,000. Lisseth Ibarra, su madre, quien tiene una empresa de encomiendas en Estados Unidos, ha sido su principal apoyo económico. “Terminé mi carrera en tres años, pero hay gente que tiene el dinero y el tiempo suficiente y ha sacado su licencia comercial en un año y medio”, dice.
Ahora debe seguir sumando horas de vuelo para que al juntar por lo menos 250 pueda inscribirse en un trabajo como piloto. Culminados los estudios, la manera más fácil para acumular esas horas es siendo instructora de vuelo de alguna de las tres escuelas de aviación que hay en Ilopango. Convertirse en instructora y sacar un curso de paracaidismo son los propósitos para 2010 de la primera piloto comercial en el país.
De Miss Ahuachapán a piloto
Susana se graduó como bachiller en 2002, estudió en el colegio Monte Carmelo de Ahuachapán. Ese año fue reina del Destacamento Militar Número 7 (DM-7). En un evento, los organizadores de Miss El Salvador la conocieron y la invitaron a participar el siguiente año para representar al departamento de Ahuachapán. Ella aceptó.
Luego de sus andadas como reina de belleza fue a buscar trabajo como asistente de vuelo. En su currículo solo decía que era bachiller y que había participado en Miss El Salvador. “Nunca pensé que me dieran el trabajo, había como 700 personas solicitando”, recuerda. Trabajó en Transportes Aéreos del Continente Americano (TACA) por dos años. Fue ahí donde descubrió que quería ser piloto.
Susana recuerda de memoria las instrucciones de seguridad que daba en el avión, pero lo que más rememora es lo impactante de la cabina de un avión. Cada día se mostraba más preguntona con los pilotos. Quería saber para qué servía cada botón, cada palanca, cada indicador. Fueron los mismos pilotos los que la motivaron a sacar las licencias. La primera la sacó cuando aún era asistente de vuelo. “Cuando llegué a la escuela todos se impactaron al verme, ha habido otras mujeres en la escuela, pero no han llegado a sacar la licencia de piloto comercial”, dice orgullosa.