En 2007 Osama bin Laden llamó a los talibanes paquistaníesa declarar una guerra santa contra Islamabad.
Agencias
Los ataques del 11 de septiembre de 2001, que pusieron a Pakistán en la primera línea de la “guerra contra el terrorismo”, hundieron a la única potencia nuclear musulmana en el caos y en un baño de sangre, al tiempo que crecía la sospecha de que apoyaba a Al Qaeda.
La noche ya había caído en Islamabad cuando las televisiones empezaron a difundir imágenes de las torres gemelas de Nueva York ardiendo, antes de que se derrumbaran. “Me dije enseguida: ‘¡Oh, Dios mío! Pakistán tendrá problemas’”, recuerda Imtiaz Gul, periodista especializado en la insurgencia talibán y en Al Qaeda.
“Mis temores se concretaron: el 11 de septiembre llevó a Pakistán a una crisis de seguridad sin precedentes (…)”, añade.
Islamabad era una de las pocas capitales que reconoció al régimen de los talibanes en Afganistán, que acogieron a Osama bin Laden y la red Al Qaeda.
Entonces, el presidente paquistaní, general Pervez Musharraf –quien aseguró en 2006 que Estados Unidos había amenazado con “bombardear” su país hasta “devolverlo a la edad de piedra”– solo tardó unos días en anunciar su alianza con Washington.
Pero en unas semanas, bin Laden, sus principales lugartenientes y un gran número de guerrilleros escaparon a las fuerzas estadounidenses en Afganistán y llegaron a las zonas tribales de Pakistán, tras cruzar una montañosa frontera imposible de controlar.
Desde entonces, Al Qaeda ha hecho de este cinturón tribal su principal santuario en el mundo, apoyada por los talibanes paquistaníes, hasta convertirlo en su bastión.
Muchos responsables de Al Qaeda han sido detenidos y entregados al Gobierno estadounidense, mientras el ejército de Pakistán ha lanzado varias ofensivas en las zonas tribales, donde asegura haber perdido más de 3,000 soldados desde finales de 2001. Pero Washington, que envía miles de millones de dólares a su socio paquistaní en ayuda militar, ha acusado a Islamabad estos últimos años de doble juego, al rechazar atacar el principal bastión de Al Qaeda y de los talibanes afganos de la red Haqani en el distrito tribal de Waziristán del Norte.
Bin Laden, muerto
La muerte de bin Laden el pasado 2 de mayo a manos de un comando estadounidense que entró clandestinamente en Pakistán con un helicóptero hasta la ciudad de Abbottabad encendió la mecha entre ambos países. En esta localidad, situada a dos horas al norte de Islamabad, viven numerosos militares.
Pakistán le reprochó a Estados Unidos que actuara sin avisar, mientras altos responsables estadounidenses acusan al ejército paquistaní y a sus poderosos servicios de inteligencia (ISI) de haber escondido la presencia de bin Laden, al tiempo que amenazan con cortar la ayuda económica a un país al borde de la bancarrota.
Pero Pakistán ha pagado con creces la “guerra contra el terrorismo” en Estados Unidos.
Islamabad asegura que más de 35,000 paquistaníes han fallecido desde que empezaron las represalias de los aliados a Al Qaeda a finales de 2001, y estima que la ola de atentados que tiene al país en un baño de sangre es una “guerra importada” por Estados Unidos.