La discusión relativa a las categorías antropológicas de mestizo y ladino es comúnmente un tema complejo de descifrar: ¿cuáles son los significados, diferencias y similitudes que estas categorías han tenido en el transcurso del tiempo y espacio de la sociedad salvadoreña?
José Heriberto Erquicia Cruz
Universidad Tecnológica de El Salvador
Academia Salvadoreña de la Historia.
Probablemente, los primeros mestizos culturales en ocupar el suelo salvadoreño fueron los indígenas que acompañaron a las tropas españolas, lo cual significaba ya un primer mestizaje; muestra de ello, son los pictogramas del “Lienzo de Quauhquechollan”, donde ellos se bosquejan como “gente de piel blanca”, mientras que los “otros” indígenas, los conquistados, se les encarna de piel oscura.
Existen estudios de poblaciones indígenas del Suramérica, en donde los hombres indígenas al salir de su comunidad a vender productos a un mercado de un pueblo de ladinos, los suyos (los indígenas), de inmediato los reconocen como ladinos, aunque sigan siendo indígenas, lo que muestra lo frágil que pueden ser las identidades y categorías étnicas en determinadas sociedades.
Hacia finales del siglo XVI, el actual territorio salvadoreño era una sociedad multiétnica y jerarquizada, en la cual interactuaban indios, negros, españoles y como resultado de las interrelaciones el grupo híbrido de mestizos; cada uno de ellos tenía obligaciones y derechos diferentes dentro de la sociedad colonial. Las relaciones de poder se enmarcaban en que unos, por ser indios, tributaban por medio de sus bienes, producto del trabajo en la tierra; otros, los negros, eran la mano de obra esclavizada y el poder de estas relaciones estaba centrado en el grupo de los españoles. La legislación de Indias daba un marco jurídico y las reglas de poder.
El término ladino, como categoría étnica y luego social, ha tenido en El Salvador una serie de acepciones y alcances que han cambiado a través de los siglos, hasta asumirse lo ladino como sinónimo de mestizo. Probablemente, durante el período colonial, el término ladino era utilizado mucho más que el de mestizo al referirse a los hijos de españoles e indias, al juzgar por las descripciones del arzobispo Pedro Cortés y Larraz, hacia finales del siglo XVIII.
Pero la complejidad de los términos no termina allí; ya que, muchas veces las categorías de ladino y mestizo se incluyeron dentro del grupo de mulatos, como lo demuestra la “Relación geográfica de la provincia de San Salvador” del alcalde mayor Manuel de Gálvez Corral de 1740.
Por su parte, la categoría mestizo pertenecía a un sistema de clasificación acuñada en el territorio de las colonias españolas entre los siglos XVI y XIX. Este término se refería a la impureza de sangre surgida de las personas nacidas de padre español y madre indígena; en esta denominación, destacaba una situación de inferioridad.
A partir de las últimas tres décadas del siglo XIX, la clase política salvadoreña fue construyendo la idea de nación, basada en un imaginario de lo mestizo, al cual concibió como sinónimo de lo civilizado y lo moderno y; al mismo tiempo, invisibilizó, negó y hasta soterró lo indígena y lo mulato, que fue concebido como símbolo del atraso y solamente reflejando a los situados en estas categorías apenas en sus aspectos pintorescos o folklóricos. Como parte del proyecto liberal decimonónico, aparece el mestizaje como discurso del nacionalismo salvadoreño. La pérdida paulatina de los rasgos culturales indígenas más distintivos, como la indumentaria tradicional y su lengua, fueron argumentos suficientes para reafirmar el mestizaje de los pueblos indígenas de El Salvador.
El proyecto del mestizaje planteaba una ideología de “homogenización étnica” o de “mezcla racial”, la cual excluía a los que se consideraban no mezclados y adoptaba el “blanqueamiento cultural”, como la manera de volverse más urbano, cristiano, civilizado, menos rural, indígena y negro.
En México, los intelectuales plantearon alternativas de una nueva raza mestiza, adaptativa y mexicana, “La raza cósmica” de José Vasconcelos, una quinta raza mestiza e hispanoamericana, y que en el caso salvadoreño tuvo un gran eco. De esta manera, los nacionalistas en Centroamérica tomaron el mestizaje como integrante del mito que planteaba que la mezcla de razas era parte de la formación de la nación civilizada, que no produce degeneración y atraso, sino un enriquecimiento. Y esto, a su vez, se convirtió en un proceso de “desindianización”.
El mestizaje permitió a los intelectuales de la década de 1920 desempeñar un papel importante en la formación de la nación, inventando y creando insignias e imágenes simbólicas de la nación mestiza, que permitió la inclusión de grupos subalternos (campesinos, proletarios y pequeños comerciantes) en menoscabo de un racismo que eliminó las categorías étnicas, homogenizando la diversidad étnica-cultural. La visión fundamental era que, para modernizarse y “avanzar”, había que dejar de ser indio, y pasar a ser mestizo.
La ideología del mestizaje aceptaba e idealizaba al “indio” a nivel de discurso, pero en la práctica se lo integraba a las milicias y luego al ejército, también como mano de obra barata para las actividades del campo y la ciudad. Se le excluyó del proyecto de la formación de la nación; sin embargo, se les apropiaba su historia antigua. De todo ello, surgió en la década de 1920, una “intelligentsia” nacionalista, que pretendía encontrar una identidad salvadoreña en los orígenes indígenas de Cuscatlán. Ese imaginario de lo salvadoreño, como mestizo (de ascendencia indígena y española, además obviando la ascendencia africana entre otras identidades étnicas), se reforzó con lo indígena, como el alma ancestral del mito de origen. Muestra de ello fue la invención y legitimación del mito de Atlacatl.
Al final, el proyecto de la “nación moderna” se vería fortalecido por el papel de las instituciones claves que servirían para transformar, legitimar y vigorizar la identidad nacional salvadoreña. Estas instituciones serían la Escuela —educación pública o nacional–, el museo, el mapa, el censo y el periódico —revistas y semanarios–, entre otros elementos.
Aunque el discurso del Estado salvadoreño se ha transformado paulatinamente en contraposición con el discurso liberal de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en la práctica, se sigue pensando en una identidad homogénea y no en una más heterogénea, más plural, que admita una diversidad de identidades étnicas dentro de una misma nación.
Texto y fotos cortesía de la Academia Salvadoreña de la Historia.
me gusto es estudio que se hace del mestizaje y en que epoca se perdio el valor de las tradiciones entre XIX y XX los felicito
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