El inventor del Papamóvil
Han pasado 28 años desde que Oswaldo Marenco construyó el invento más representativo de la llegada del Papa. El vehículo más seguro, funcional y construido en tiempo récord.
Leticia Serrano
Desarrollar un vehículo con las máximas exigencias que requería el Vaticano para resguardar la seguridad del Peregrino de la Paz, después de los atentados que sufrió en 1981, no era cualquier cosa. Por eso que El Salvador lo haya logrado en 1983 y que a estas fechas se recuerde como el mejor de los símbolos que dejó la visita del Papa a El Salvador. Es un tema que genera curiosidad. Entonces, por qué no hacerlo con el precursor de tan importante legado, con el coronel Oswaldo Marenco.
Difícil de ubicarlo. Sabíamos que laboró en aquel entonces en el Departamento de Industrias Militares de Maestranza de la Fuerza Armada. El pionero es un militar retirado desde 1996. Pero lo encontramos.
Es un ingeniero mecánico industrial graduado en México en 1976, con especialidad en fabricación de armamento. De ahí que en la entrevista, que más fue una tertulia, evidenciaba su pasión por cómo construía, blindaba aquellos “caballos de batalla” o tanquetas Cashuat. En fin, de todo lo diestro que fue en la creación y restauración de armamento.
Por eso, según parece, crear un Papamóvil blindado con estrictas normas de seguridad parecía pan comido para él y su equipo de trabajo de más de 70 militares, al cual nunca dejó de darle sus méritos.
Marenco, quien a sus 63 años luce sereno y robusto, recuerda que ese vehículo se hizo en tiempo récord y con un costo de $25,000, mínimo, comparado con los que construían en aquel tiempo en otros países y que incluso lo hacían fabricantes de vehículos. La idea era ahorrar, recuerda Marenco, no se quería pagar el alquiler del Papamóvil español que costaría $50,000, como lo hizo Guatemala.
Hicieron el primer intento imitando el Papamóvil de España, “pequeño, como un huevito”, dice el coronel. Por hacerlo más compacto, el Papa tenía que entrar por atrás y agacharse un poco, pero las exigencias del Vaticano fueron bien claras: “el Papa no se puede agachar”. Uno de los militares se extrañó (el Papa entonces tenía 63 años), a tal grado que dijo en tono molesto: “¿Por qué? Si para besar el suelo se agacha, ¿por qué para subirse al Papamóvil no?” Pero para la avanzada no servía y punto.
“Pero nosotros no nos podíamos quedar mordidos”, recuerda Marenco, y fue así como pidieron al ministro que les diera la oportunidad de hacer uno como ellos querían.
Faltaban unos ocho días para la llegada de Su Santidad. Sin planos ni nada, ese día, una pipa que transportaba combustible fue su máxima inspiración. Le arrancaron todo, se le puso motor nuevo a tal grado de dejar solo el chasis. Con esas medidas se hizo una réplica a medida escala (de 10-1). Dijeron que era más cómodo, mas grande y cumplía con todo lo requerido. Les dieron el aval.
A partir de ese momento trabajaron 150 horas corridas y listo. Cuando el Papa arribó al país, al bajar de la escalinata vio de cerca aquel monstruo de 4.40 metros de altura, con su aire acondicionado, blindado, con palancas de un cuarto de pulgada con doble dureza, etcétera. Su rostro hizo un gesto como diciendo “cosa seria”. Este fue el mejor halago que recibieron los autores y con el contraste de que los mismo mexicanos, a través de Diario El Sol, lo hayan reconocido como el mejor que utilizó el Papa en esos tiempos.