La Prensa Gráfica

Peregrinos polacos viajan a Roma para beatificación de Juan Pablo II

Escrito por AP / Internet / Ciudad del Vaticano, 30 de April de 2011 - 7:45 pm

Durmieron en los pasillos y celebraron la misa en el vagón comedor.

Ochocientos polacos tomaron un tren especial el viernes por la noche para un viaje de 26 horas a través de Europa rumbo a Roma, para atestiguar la beatificación del difunto papa Juan Pablo II, un paso crucial hacia su canonización.

Decenas de miles de polacos se están congregando en la capital italiana para la ceremonia de este domingo, motivo de regocijo para la patria de Juan Pablo.

El tren de los peregrinos llegó a la estación San Pedro de Roma, cerca del Vaticano, en la madrugada del domingo, después de haber cruzado Polonia, la República Checa y Austria.

Los polacos vestían gorras amarillas adornadas con una imagen de Juan Pablo II y caminaban hacía la plaza de San Pedro, donde planeaban estar por varias horas para rezar y esperar la mañana de la beatificación.

La actividad del sábado empezó temprano, cuando sacerdotes y monjes celebraron una misa en el vagón restaurante. Se reunieron alrededor de un altar improvisado sobre una mesa adornada con un mantel blanco y un crucifijo de unos 10 centímetros (cuatro pulgadas).

Los fieles los siguieron a lo largo de los pasillos, algunos de rodillas o con las manos unidas en oración, y los sacerdotes se abrieron paso a través de los corredores estrechos y atestados de personas para dar la comunión.

Mieczyslawa Rzepecka, de 55 años y quien está haciendo la peregrinación con su marido y su hijo, dijo que planeaba comer sólo galletas saladas y agua durante el viaje, un ayuno parcial destinado a ser un gesto de piedad.

El largo viaje en tren no le molestó, y dijo que sabe que la mayoría de los polacos estaban haciendo el recorrido en autobús, que es más largo y mucho más apretado.

“Si adoras a Juan Pablo, esto no es difícil,” dijo. La mayoría, sin embargo, almorzaron el sábado albóndigas de cerdo en salsa de eneldo, papas y la remolacha.

En un compartimiento, los pasajeros que antes del viaje eran extraños compartían pastel y sus recuerdos de Juan Pablo II. Beata Klodkiewicz, un profesor de religión de 47 años de edad, habló apasionadamente en favor de las enseñanzas de Juan Pablo II sobre la santidad del matrimonio y su oposición a la fertilización in vitro.

El tren “Popieluszko” de los peregrinos lleva el nombre de Jerzy Popieluszko, un sacerdote polaco recientemente beatificado que fue asesinado en 1984 por el régimen comunista, el sistema cuya caída es atribuida, entre otros, a Juan Pablo II.

Para los que ya se encontraban en la ciudad, el sábado por la noche comenzaba una vigilia de oración en el Circo Máximo, con el testimonio de la monja francesa afectada por el mal de Parkinson cuya inexplicable curación fue el milagro necesario para beatificar a Juan Pablo II.

El viaje de los peregrinos en el tren Popieluszko comenzó con una misa en la iglesia del sacerdote en Varsovia el viernes por la noche. Luego fueron a una estación ferroviaria cercana, con maletas o mochilas y botellas de agua. Algunos dijeron que iban a Roma a agradecer a Juan Pablo II por haber dado respuesta a sus oraciones, o al papa Benedicto XVI por acelerar la beatificación de su compatriota.

Otros iban en busca de curaciones para sus males de salud, en tanto algunos decían querer experimentar nuevamente la poderosa sensación de comunidad que los embargaba en las reuniones juveniles que presidía Juan Pablo II.

En la estación, los organizadores de la peregrinación repartieron las gorras amarillas y botones con imágenes de Jesús y de Juan Pablo II, además de mapas de Roma y una hoja con frases de uso común en polaco e italiano.

Sea como fuere, los peregrinos del tren Popieluszko —como tantos otros polacos escasos de fondos— no tendrán demasiado tiempo para ensayar frases italianas en Roma.

Apenas horas después de la ceremonia del domingo por la mañana, deberán abordar el tren para el regreso a casa. Algunos, como Klodkiewicz y su esposo, planean una comida en una pizzería romana antes de regresar a casa.

Otros planean quedarse el mayor tiempo posible en el Vaticano, donde la Basílica de San Pedro permanecerá abierta durante todo el tiempo que sea necesario para que los fieles puedan rezar ante el ataúd sellado de Juan Pablo II.