Consternación y silencio en Roma ante la agonía de Juan Pablo II
Roma y el Vaticano esperan con dolor el desenlace clínico del Papa.
Un silencio poco común inundaba hoy Roma. En la Ciudad Eterna la consternación se sentía por doquier. Por una vez, se acallaron los conciertos de bocinas de los coches del caótico tráfico romano.
La avenida Via della Conciliazione, que lleva directamente a la Basílica de San Pedro, fue cerrada al tráfico y, desde primera hora de la mañana, se vio inundada de personas que, cual caravana de peregrinos, avanzaban en dirección a la Plaza de San Pedro para detenerse bajo la ventana de las habitaciones privadas del Papa Juan Pablo II.
“Queremos estar cerca del Papa en esta hora. Una de las mayores personalidades del siglo XX se merece la presencia de todos, católicos y no católicos”, explicaba una estudiante de Roma quien pasó toda la noche junto a un grupo de amigos en la Plaza de San Pedro.
El día de la consternación, en el que se sucedieron las -malas- noticias sobre la salud del Sumo Pontífice, el sol lucía en el intenso azul del cielo primaveral romano, pero todo el mundo estaba de un ánimo más bien tormentoso.
Alrededor del Vaticano, junto a creyentes y turistas también se han apostado periodistas, mientras que equipos de camarógrafos siguen los acontecimientos minuto a minuto. “Qué Papa tan grande. Todo lo que ha logrado”, opinaba una pareja de alemanes. Explicaron que vieron al jefe de la Iglesia católica el pasado miércoles, cuando en el marco de la audiencia general realizó una conmovedora y última aparición ante los fieles. En esa ocasión ya no se pudieron obviar los evidentes síntomas del empeoramiento de su salud, su debilidad y padecimiento.
Mucha gente se apresuró a marchar en plena noche hacia la Plaza de San Pedro tan pronto oyó el empeoramiento del estado de salud del Papa. Por todas partes, grupos de católicos rezaban por Juan Pablo II, mucha gente rompía a llorar.
La televisión realiza desde la pasada noche emisiones especiales e interrumpe constantemente sus programas para dar nuevas noticias. “El Papa ha realizado su misión hasta el final con serenidad”, afirmaba un romano quien aseguró que permanecerá todo el día en el Vaticano.
Este viernes no fue un día cualquiera en Roma; fue el día de la perplejidad, de la consternación y de oración