“¡Ahí viene el barco! gritábamos y nos saludaba, pitaba para nosotros”

Las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta son recordadas por Ana Paula Flores viuda de Zúniga, quien tiene 75 años de edad, como la “época de oro”, donde la ciudad de La Unión era, según sus recuerdos, un polo económico y cultural.

Recuerdos. Ana Paula Flores aún recuerda el apogeo del puerto de La Unión.
Recuerdos. Ana Paula Flores aún recuerda el apogeo del puerto de La Unión.

Según Flores, el puerto de La Unión inyectaba semanalmente flujo económico a los pequeños negocios de la ciudad y a los jóvenes les permitía conocer la realidad de otros países.

“Cuando venía un barco al muelle, era sinónimo de dinero para la gente de la ciudad y de diversión para nosotros. La ciudad era una de las más ricas de la zona oriental del país”, relata mientras sus ojos se llenan del brillo de los recuerdos.

El ruido de una bocina escuchado a lo lejos era la primera indicación que un barco iba a atracar en el puerto y la señal para que los jóvenes se reunieran frente al puerto para pedir permiso e ingresar hasta donde descargaban la embarcación.

“Gritábamos ¡ahí viene el barco! Y salíamos corriendo para el muelle, porque ese pito era el saludo que hacían los barcos, y cuando ya atracaban hacían tres pitos en señal que ya habían llegado”, recordó la mujer.

Con cada navío que llegaba a la ciudad, más de 60 hombres eran contratados para bajar la carga que traían las embarcaciones.

“Esta ciudad movía dinero, los tripulantes salían a gastarlo en la ciudad y los hombres iban al muelle a ganarlo, así que los habitantes de esta zona ganábamos el doble”, comentó con sonrisa complaciente, como si reviviera los días longevos de ella y del puerto.

Una de las costumbres que se arraigó en esa época era que cada vez que un barco atracaba, mujeres, jóvenes y niños de la ciudad iban al muelle porque los tripulantes compartían comida.

“Uno pedía permiso y lo dejaban entrar al muelle que era de madera y tenía una casona en medio, y a veces ahí los turistas nos dejaban uvas, manzanas y uno se las comía y hasta se llevaba unas cuantas a la casa, así cuando había suerte nos dejaban entrar a los barcos y comíamos de la comida que le hacían a la tripulación, para nosotros era una aventura estar adentro, conocer como era, cómo vivían los tripulantes”, rememoró.

Añoranza. Los jóvenes que vivieron durante la época de la actividad del puerto guardan buenos recuerdos.

Añoranza. Los jóvenes que vivieron durante la época de la actividad del puerto guardan buenos recuerdos.

En 1950, Paula tenía 16 años, y fue contratada por el doctor del hospital de La Unión.

“Por ese trabajo logré tener contacto con los tripulantes de los barcos. Todos los días llegaban a pasar consultas, desde una simple gripe hasta por enfermedades venéreas”, relató.

El sistema de salud era bastante explotado en esa época, según Flores, ya que había mucha demanda de pacientes y poco personal para atenderlos.

En 1970, Flores fue parte del equipo de la selección de baloncesto de la ciudad de La Unión y realizaron un juego amistoso con la selección de Honduras. Las jugadoras fueron recibidas por un grupo de jóvenes en la terminal marítima. Ella, al ver las fotografías, dice que le hacen volver a vivir aquellas experiencias que tanto disfrutó de joven en el muelle.

La anciana no recuerda con exactitud la fecha, ni el día cuando fue la última vez que escuchó el sonido de pito del “saludo de un barco” que llegara al puerto, pero guarda en su memoria aquellos cinco pitazos que realizó la última embarcación que se despidió de la ciudad.

“Cuando ya se iban los barcos pitaban cinco veces, uno ya sabía que se iban. Espero pacientemente el día que un barco vuelva a saludar a la ciudad, como antes”.