Papi está en Iraq

Los soldados salvadoreños destacadas en Iraq se llevaron más que sus equipos de trabajo e instrucciones de los superiores. También son parte de su equipaje los temores propios y los de sus familiares que se quedan con la incertidumbre de los peligros que corren sus seres queridos en ese lejano país.



El insomnio, las pesadillas, mojar la cama en la noche, la agresividad, los lloriqueos y otros pueden ser respuestas normales ante una situación estresante en niños y adolescentes. El que un ser querido, principalmente que uno de lo progenitores esté en riesgo, que incluya la posibilidad de morir, califica como un agente capaz de producir grandes dosis de estrés.

Cuando la ansiedad tiene una causa específica o reconocida, se le denomina angustia, y es una sensación de incomodidad permanente que desconcentra, impide sentir bienestar y hasta es capaz de enfermar el cuerpo.

Es probable que los niños y adolescentes cuyos padres cumplen una misión militar en Iraq experimenten mucha angustia incluso desde antes de la partida de sus progenitores, la cual debe ser observada y atendida adecuadamente para evitar alteraciones serias en la salud mental y física.

¿Dónde está papá?

La falta de presencia física es el punto de partida de las preocupaciones en los más pequeños. A menores de ocho años les preocupa más el paradero de su padre. La razón es el manejo aún inmaduro que hacen del tiempo y el espacio, y a los niños pueden parecerles una eternidad las pocas semanas que han transcurrido desde que las tropas salvadoreñas partieron.

Con frecuencia fantasean mucho sobre la causa de la ausencia, y en ocasiones lo asocian a un mal comportamiento de su parte. La falta o escasa información puede contribuir a que imaginen razones equivocadas, como pensar que tienen la culpa de que sus padres hayan partido o imaginar que éste ha abandonado el hogar porque ya no los quiere.

En el caso de los niños mayores de nueve años y en adolescentes, las preocupaciones están más relacionadas con los riesgos inminentes que sus progenitores corren. En este caso, el tipo de información que reciban es clave, ya que puede elevar o disminuir la angustia.

Si todo el tiempo escuchan conversaciones trágicas o permanecen excesivamente pendientes de los hechos noticiosos, pueden ponerse más angustiados. Si se les informa con frecuencia, pero a la medida de su madurez y edad, sufrirán por hechos reales sin sumar los creados por su imaginación.

Esto no implica que estos niños estarán libres de cualquier secuela. Sólo contribuye a que manejen mejor una dura realidad.

Qué se les dice

La guerra siempre genera preguntas complejas de parte de los niños. ¿Está bien o mal que vaya a Iraq?, ¿papi va a matar a otras personas?, ¿va a morir papá?, y otras que las madres o los cuidadores no siempre logran responder.

Aunque no hay una única respuesta, los niños se sentirán más tranquilos si las que reciben están relacionadas con el bienestar de sus padres, que destaquen la labor que realizan y que refuercen una imagen positiva de él.

No se trata de mentirles, pero sí de evitar generar más angustia con información imprecisa, dudosa o con rumores. Para dar respuestas satisfactorias, un elemento primordial es un mapa. Esto permite a los niños tener una noción de dónde está el papá, aunque no comprendan la verdadera distancia en kilómetros.

Hablar del tema no sólo tiene que ser trágico. Puede hacer referencia a situaciones como el viaje en avión, lo que aprenden en los entrenamientos, cómo son los niños en Iraq y las costumbres que tienen, por ejemplo. Lo que da la oportunidad de hablar sin tener que centrarse únicamente en los riesgos que el personal militar corre durante su misión.

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