LA SANTA COMUNIÓN. Gloria de Silhy recibe la comunión de parte de Juan Pablo II durante su segunda visita efectuada al país en 1996.
Empresaria logró hablar con el Papa

Ernesto Mejía
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Gloria de Silhy estuvo cerca del papa Juan Pablo II en aproximadamente cinco ocasiones. Durante la segunda visita a tierras salvadoreñas, en 1996, De Silhy ayudó a remodelar la Nunciatura Apostólica, donde durmió el pontífice.

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Las marcas de la memoria

 

En Santo Domingo o en San Salvador, en Castel Gandolfo o en Roma, de sus momentos con Juan Pablo II, algunas anécdotas se grabaron para siempre en la mente de Gloria de Silhy.

La especial:

En 1996, durante el encuentro con los organizadores que se llevó a cabo en la Nunciatura Apostólica de San Salvador, Gloria de Silhy recuerda que el Papa se acercó a una de sus hijas, y al verla, la tomó del rostro y le preguntó si era novicia.

La simpática

Durante la misma reunión, el nuncio apostólico presentó al Papa a uno de los jardineros de la Nunciatura. “Él es el jardinero”, le dijo. El pontífice no comprendió en un primer momento y preguntó, con la voz alzada y un tanto molesto: “¿Es guerrillero?”. “No, no, es el que hace el jardín”, explicó. “Él estaba muy en contra de todas las ideologías totalitaristas”, dice De Silhy entre risas.

La triste

En 1999, la empresaria y su familia iban a formar parte de una misa privada presidida por el Papa. La misa estaba programada para las 7 de la mañana. Sin embargo, el avión de Alitalia que debía llevarlos a Roma se atrasó, y no fue hasta las 2 de la tarde del día siguiente que pudieron arribar al Vaticano. “Esa ha sido una de las tristezas más grandes”, dice.

Gloria de Silhy se conformó en 1983, durante la primera visita papal, con ver desde lejos al pontífice.

“Llegué con unas señoras de la parroquia Cristo Redentor a saludar al Santo Padre, pero en su recorrido en la calle. De allí, lo seguí todo por televisión”, confiesa. Sin embargo, si en la primera visita se conformó con la lejanía, entre 1992 y 1999 De Silhy tuvo la oportunidad de estar cerca del Papa en al menos cinco oportunidades.

En 1996, cuando Juan Pablo II visitó por segunda ocasión el país, su amistad con el nuncio apostólico de aquel entonces, monseñor Manuel Monteiro de Castro, la llevó a ser, incluso, miembro de una comisión que prácticamente remodeló la Nunciatura Apostólica para la bienvenida.

De Silhy recuerda aún las acciones que a lo largo de cuatro meses realizaron en el inmueble: “Se cambiaron las ventanas y se pusieron vitrales; se arregló todo el techo; en la habitación se cambió mobiliario, las cortinas y las alfombras; se pusieron cuadros; se hizo un camino de entrada; se puso una fuente y se hizo una gruta con la imagen de la Virgen”.

El largo trabajo de preparación se vio recompensado, ya que De Silhy fue de las pocas personas que recibieron la comunión de manos del Papa.

Por si fuera poco, la empresaria tuvo la oportunidad de estar con casi toda su familia en la reunión de los organizadores que en la tarde de ese 6 de febrero de 1996 hubo en la Nunciatura. Allí intercambió algunas palabras con Juan Pablo II.

“Al vernos a toda la familia allí, nos pidió que multiplicáramos esa devoción al santo rosario y que lo rezáramos en familia. Yo me acuerdo de que le dije: ‘Santo Padre, todos los días oro por su salud’. Él me dijo: ‘Gracias, sígalo haciendo, por favor’”, recuerda.

Para De Silhy, los encuentros con el Papa marcaron su vida, al punto de afirmar que han sido unos de “los momentos más especiales” de ella. “Yo no quería dejar de mirarlo, era como un imán. Era como encontrarse con Jesús en vida”, concluye.