1 millón han visto al Papa La afluencia a San Pedro supera todas las expectativas mientras se revelan los detalles del entierro del Papa. Se le cubrirá el rostro con un velo blanco y será enterrado en la cripta vaticana. |
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Si en la Europa actual se busca fuera de los estadios de fútbol una definición gráfica de la palabra fervor, será para encontrarla durante estas horas en el Vaticano. Los cientos de miles de peregrinos católicos que desde la tarde del lunes asedian la plaza de San Pedro en espera para desfilar ante la capilla ardiente de Juan Pablo II han desbordado los cálculos y convertido la exposición pública del cuerpo del Papa en una última demostración de la fuerza acumulada por el pontífice polaco en sus 26 años de reinado. Si Juan Pablo II fue un ídolo de masas, ahora la masa le rinde el postrero homenaje. Si sus críticos afirman que en su peregrinar proyectó más imágenes de impacto que mensajes de fondo, la de estos días es su última obra. Aunque el domingo las autoridades especulaban con un millón de peregrinos de los cuales unos 750 mil podrían ver al Papa, ya el lunes por la noche la realidad se encargó de rebatirlas: 400 mil personas pasaron en seis horas por la Basílica de San Pedro, que permaneció abierta hasta las 3 de la madrugada y hubo de ser reabierta apenas una hora después para que siguiera el desfile de fieles. Representantes del Departamento de Protección Civil adelantaron ayer, a través del departamento de prensa del Vaticano, que esperaban que unos 600 mil pasaran ante el Baldoquino de Bernini al cabo del día, con una cadencia de entre 15 y 18 mil por hora. En suelo vaticano La capilla ardiente se prolongará hasta la media noche del jueves. Pocas horas después, a las 10:00 a.m., se celebrarán las exequias del pontífice, algunos de cuyos detalles se empezaron a revelar ayer en Roma: minutos antes del comienzo del funeral, el rostro de Juan Pablo II se cubrirá con un velo blanco, y tras la celebración su cuerpo será bajado, con poleas, al subsuelo de la basílica de San Pedro, a la bien iluminada gruta vaticana. Se trata de una enorme cripta donde será sepultado en el mismo lugar que una vez ocuparon los resto de Juan XXIII, beatificado por Wojtyla en 2000. El cuerpo del papa polaco no reposará en un sepulcro labrado de piedra, sino bajo el suelo, cubierto por una austera lápida. De los 147 papas que están en la cripta, solo algunos, como Pablo VI, lo han hecho de esa manera. La tradición vaticana establece que el Papa sea enterrado dentro de tres ataúdes (de ciprés, de plomo y un tercero de madera de olmo). Una vez cerrados los dos últimos, se atan con cordones de seda morados, cuyos extremos se unen con cera derretida en la que el cardenal camarlengo imprime el escudo de armas del pontífice.
La última voluntad de Juan Pablo II El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, señaló que el papa Wojtyla no dejó indicación alguna sobre dónde tenía que ser enterrado. Pero sí dejó un testamento, que ya ha sido abierto por las autoridades vaticanas, el camarlengo (el español Eduardo Martínez Somalo) y el sustituto de la Secretaría de Estado (el argentino Leonardo Sandri). Aunque estaba previsto que el congreso de cardenales leyera ayer el testamento, Navarro Valls anunció que se hará hoy. En el texto, se espera que el pontífice haya hecho constar el nombre del cardenal in péctore que, según se sugiere en los pasillos de la Santa Sede desde hace tiempo, nombró él mismo y en secreto. Se trata de una figura reconocida en el derecho canónico, que permite al Papa investir a cardenales sin hacerlo público, por razones personales o religiosas.
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