ORACIONES. Miles de fieles en todo el mundo oran ante las imágenes de Juan Pablo II pidiéndole sanaciones milagrosas, como estos niños filipinos.
Última plegaria ante el pontífice


Entre la multitud de peregrinos que oraron ante el pontífice, Beatriz, una salvadoreña, pidió por su madre enferma.

Imprimir esta nota Enviar esta nota Opinar sobre este tema


Peticiones en babel

 

La capilla ardiente de Juan Pablo II se ha convertido en una babel donde se puede escuchar conversaciones en infinidad de lenguas de todo el mundo.

Abundan las banderas polacas, de hecho, la Embajada de Polonia en Italia informó que cerca de 2 millones de sus ciudadanos han expresado intenciones de peregrinar hasta Roma.

Sin embargo, independientemente de la lengua que se hable, todos coinciden en que las multitudes que colman Roma en estos días son de dimensiones casi bíblicas.

Beatriz abre los ojos y no cree que realmente está tan cerca de ver al Papa muerto. Mientras, del otro lado del teléfono celular, en El Salvador, su madre lloraemocionada.

Saber que una de sus hijas, la que vive en Roma desde hace cuatro meses, la que estaba en Washington, a la que menos ve, va a rezar por ella ante Juan Pablo II es como un regalo inesperado.

Beatriz ha esperado 15 horas para estar allí, a pesar de que le era casi imposible esperar tanto.

Son las 10:30 de la noche y a las 6 tiene que despertar a su hija para llevarla a la escuela. Su marido no puede, el trabajo en el Fondo Mundial de Alimentos, no tiene un horario negociable.

Ella misma pensó que no iba a venir. De hecho, lleva aplazando la visita a la capilla ardiente desde el lunes. “Ahora hasta que quede esta mañana, esta tarde me cuidan a la niña”, dice.

Al final se ha hecho pasar por periodista. La confusión de los carabinieros que custodian las filas, ante la cantidad de peregrinos, ha jugado a su favor.

Una petición

Beatriz ha hecho apenas una hora y media de cola, está algo avergonzada, pero la intención de su madre bien vale la aventura.

La madre de Beatriz está enferma. En enero, le diagnosticaron esclerosis muscular y la enfermedad ha avanzado al galope.

El milagro que viene a pedirle ella al venerado Wojtyla es una muerte en paz. Con o sin sufrimiento, “mi madre dice que no quiere medicinas, que aprendió a sufrir viendo al Papa y que lo que quiere es morir en paz”, dice.

Los últimos pasos ante la imponente puerta de la basílica cambian el tono. Todo el mundo calla.

El paso frente al cuerpo del pontífice muerto dura apenas unos minutos. Beatriz llora, se siente descansada, aún restan algunos minutos antes de salir.

La última parada, la Piedad, de Miguel Ángel, casi al filo de la puerta de salida. Retrata la intimidad del funeral de una madre por un hijo, el funeral que Juan Pablo II está teniendo entre multitudes.


Los vecinos más activos de Roma

“Estuve como desde las 9 de la noche esperando para llegar a la plaza de San Pedro, pero cuando a las 2 de la madrugada cerraron las puertas no había logrado entrar. Me quedaba poquito, pero no logré entrar. Volveré esta tarde, a las 6.”

Eso decía el martes, y a la hora del cierre de esta edición Gladis Amaya, de Cuyultitán, La Paz, y efectivamente estaba en la cola para visitar hoy la capilla ardiente de Juan Pablo II. La acompaña su hermana, Noemí.

“Francisco fue el primero en venirse, y después se ha traído a medio pueblo”, bromea José Roberto Andino, embajador de El Salvador en Italia.

Ese Francisco es Francisco Calderón, y es el chofer y asistente de la embajada. Lleva 17 años en Roma y su vida está aquí, junto a su familia, su trabajo y el equipo de fútbol que dirige desde hace 10 años. Él sonríe, manteniendo la compostura, y detalla: “Nos llamamos ‘El Salvador’, vestimos de azul y blanco y llevamos tres campeonatos seguidos de campeones”. Aunque es un torneo pequeño, los partidos sirven para reunir a los compatriotas.

Lucie, la funcionaria encargada de las relaciones con la comunidad, explica: “En Italia somos unos 40 mil (...) en Roma hay una comunidad de 4 mil muy activa”. “Y ejemplar”, refuerza el embajador.

Una encuesta que el consulado efectúa en las penitenciarías del sur del país arroja que no hay ni un solo salvadoreño en ellas. Un dato que Andino considera significativo.