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Uno blanco, que hay un nuevo sucesor. Ha llovido mucho desde que san Lino, el segundo Papa, fue escogido sucesor de san Pedro. Los métodos de elección han evolucionado a través de los siglos. En el principio era simple: los clérigos más próximos a Roma elegían al jerarca de la Iglesia. Pero los reyes y emperadores hacían todo lo posible por influenciar el proceso favoreciendo determinados intereses. A veces con resultados inesperados. Cuando, por ejemplo, había tiempos en que uno de los dos bandos más poderosos se sentía molesto por la designación del sucesor, el grupo en cuestión tomaba a su candidato y lo entronizaba como antipapa. Afortunadamente para la Iglesia, los procesos se han ordenado. Tenemos Papa El papa Nicolás II fue el primero, en 1059, en decretar que todos los electores tenían que ser cardenales. Para el final del siglo XVI, la mayoría de los procesos modernos estaban ya en uso. El método más común en la actualidad es la elección por votos. A la muerte del titular, el Colegio de Cardenales convoca a una reunión que debe establecerse en un tiempo no mayor de 20 días. Una vez reunidos, escogen a tres miembros para recolectar los votos, tres para contarlos y tres más para revisar los resultados. Distribuyen papeletas en blanco donde los aproximadamente 120 cardenales activos escriben el nombre de un candidato y una vez recolectados se lee el resultado de la elección. Si no hay un ganador, se instala otra ronda de votaciones hasta escoger al nuevo Papa. Tradicionalmente, el ganador tiene que poseer dos tercios de los votos más uno, pero si después de 13 días aún no hay un vencedor, el cónclave puede invocar una regla según la cual se permita la selección del Papa por mayoría absoluta. En cada ronda, las papeletas son quemadas. En caso de no haber un vencedor se mezcla un componente químico para producir un humo negro que indicará que los cardenales aún no se ponen de acuerdo. En caso contrario, los votos se quemarán solos, produciendo un humo blanco sobre el Vaticano. Eso significará que la silla papal tiene dueño. El más anciano de los cardenales saldrá entonces a uno de los balcones próximos a la plaza San Pedro y exclamará Tenemos Papa. |