VIVENCIAS. Momento en que María Rodríguez de Boet recibe la comunión de manos del Papa durante la segunda visita que el Sumo Pontífice realizó a tierras cuscatlecas en 1996.
“La segunda visita al país
fue un poco más tranquila”


Ernesto Mejía
mundo@laprensa.com.sv

María Rodríguez de Boet recuerda con más satisfacción la segunda visita que el Papa hizo a El Salvador.

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Agradecimiento y fervor
Durante la segunda visita, el Papa quiso agradecer personalmente a las personas que organizaron su llegada a El Salvador. En una reunión en la Nunciatura, los saludó y los bendijo.

De Boet recuerda que sobre el último momento se había permitido que los organizadores fueran acompañados en esa reunión de sus esposos o esposas. Como su esposo había fallecido, la empresaria asegura que una de sus nietas se le acercó para pedirle que la llevara con ella. “Ella estaba feliz”, dice.

El fervor que mostró la gente en las dos visitas impresionó a la organizadora. Al final de esa reunión, De Boet se unió al cortejo que siguió al “papamóvil” hasta el aeropuerto.

“Fue una experiencia magnífica, porque en la carretera, cerca del aeropuerto es bastante oscuro y entonces la gente estaba con sus velitas en la mano esperando para despedirlo a su paso por la calle. Se les notaba el cariño que sentían por el Santo Padre.”

Para todos nosotros fue un impacto ver a un papa. Porque si vas a Roma lo ves de lejos, pero nunca tan cerca como lovimos.”


Al final de la organización ya era interminable. Eran las 10 de la noche y nos estábamos hablando para decir falta tal cosa, falta tal otra.”


Todos hemos sentido su muerte. Pero dada la gravedad que él tenía, creo que lo más sabio era que El Señor se lo llevara ya.”
María Rodríguez de Boet

María Rodríguez de Boet podría considerarse una experta en organización de visitas papales.

Tanto en 1983, como en 1996, fue miembro de la comisión central que organizó las llegadas del pontífice a tierras salvadoreñas.

Aunque participó en múltiples detalles, su misión principal, sugerida por el padre Flavián Mucci, otro de los miembros del comité, fue la de proveer el sonido para la misa.

La tarea, encargada en aquel principio de 1983, la tomó porsorpresa.

“No teníamos la cantidad de parlantes para cubrir semejante extensión de territorio”, revela De Boet.

Su hijo Ricardo, tuvo entonces una idea: “Por regla general, nosotros le habíamos vendido los equipos de sonido a todos los conjuntos musicales. Entonces les pedimos a los conjuntos que si nos podían prestar sus parlantes y algunos amplificadores. Ellos fueron de una gran generosidad y prestaron sus equipos. Y el sonido fue perfectísimo. La gente, no importaba en qué lugar estaba, estaba escuchando perfectamente bien”, recuerda.

La empresaria recuerda hoy con satisfacción aquellas jornadas de trabajo anteriores a la venida de Juan Pablo II.

Aunque admite que disfrutó más la segunda visita, no solo por la cercanía con el Papa, sino porque la situación del país había cambiado para bien.

“La primera visita fue de gran movimiento y trabajo. Y sobre todo por la época había que estar pendiente de que no le pasara nada. Había una gran responsabilidad. La segunda fue un poco más tranquila en ese sentido. Y lo disfrutamos más porque estuvimos más cerca de él”, finaliza.