La relación del Papa con Estados Unidos mundo@laprensa.com.sv Fue a la vez crítico e inspirador. Juan Pablo II dividió a Estados Unidos con sus posturas valientes. |
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Pese a su calidez paternal, el papa Juan Pablo II fue un duro y consecuente crítico de la cultura estadounidense. Desaprobó nuestro consumismo. Se opuso a nuestras guerras. Y pese a ser ferozmente anticomunista, defendió el tipo de cambio económico estructural que sus amigos más leales en Estados Unidos habrían llamado socialismo. En el primero de los viajes papales que hizo a este país, en el otoño de 1979, Juan Pablo II comparó directamente a los estadounidenses con el rico de la historia de la Biblia que es condenado para toda la eternidad después de pasar toda su vida de fiesta ignorando tranquilamente a Lázaro, el mendigo que ansiaba las migajas de su mesa. “No es correcto”, predicó el Papa en inglés en una misa en el Yankee Stadium, “que el nivel de vida de los países ricos trate de mantenerse drenando una gran parte de las reservas de energía y materias primas que son para toda la humanidad”. El reverendo Thomas Reese, jesuita y editor de la revista católica “America”, dice que nunca olvidará ese momento: “Alza la vista y dice: ‘Ustedes son el rico y Lázaro está a su puerta, y es el Tercer Mundo’. ¡Es aterrador! Pero aplaudimos, volvimos a casa y retomamos la vida como de costumbre”. Fueron las declaraciones del Papa sobre temas sexuales —desde el control de la natalidad a la homosexualidad— los que concitaron toda la atención de los medios, naturalmente. Sin embargo, Juan Pablo II nunca dejó de denunciar nuestros “excesos de capitalismo”. El verano pasado, cuando el Papa reprendió a los obispos estadounidenses diciéndoles que su pueblo estaba “hipnotizado por el materialismo, vacilando ante una visión desalmada del mundo”, el escritor católico Eugene Kennedy respondió: “El papa Juan Pablo II podría muy bien ser francés por el desagrado intencional que expresa hacia Estados Unidos”. La mayoría de nosotros no nos ofendimos. Como dijo el cardenal Theodore McCarrick, de Washington. La reacción de muchos católicos estadounidenses ha sido: “No sé si coincido con él. Pero yo amo al Santo Padre”. Y aunque su palabra estuvo lejos de ser escuchada universalmente, Juan Pablo II tuvo una influencia espiritual e intelectual significativa en su grey estadounidense. Juan Pablo II, ex profesor de filosofía y escritor prolífico, revitalizó la vida intelectual católica en Estados Unidos y, en la serie de discursos conocidos como la Teología del Cuerpo, escribió lo que podría muy bien ser el himno más idealizado al sexo en el matrimonio desde el Cántico de Salomón. En una época en que la enseñanza de la Iglesia había quedado reducida al nivel del adhesivo “Jesús es Amor”, él volvió a introducir por lo menos el ideal de cierto rigor en la educación religiosa. Al mismo tiempo, sembró pánico en las universidades católicas del país separando de sus cargos docentes a un grupo de teólogos por considerarlos insuficientemente ortodoxos. Juan Pablo II deja su Iglesia en Estados Unidos en un estado regular; aunque el número de católicos aquí sigue aumentando, sobre todo en razón de la inmigración, el número de sacerdotes continúa bajando. La inscripción en el seminario recibió otro golpe más con los escándalos de abuso sexual en 2002. Solo un tercio de los católicos estadounidenses asiste a misa, frente al doble que lo hacía en la generación anterior. El legado más impresionante de Juan Pablo II en este país es, no obstante, su influencia sobre los sacerdotes más jóvenes y los católicos laicos. “Ahora tenemos lo que denominaría ‘estudiantes de Juan Pablo II’”, dice el profesor de Teología de la Universidad de Notre Dame, Lawrence Cunningham. “Tenemos una minoría significativa de estudiantes interesados en su Teología del Cuerpo y en recuperar devociones como la adoración del Santísimo Sacramento que no habíamos visto desde antes de Vaticano II.” El hecho de que estuviera siempre de parte de los condenados y los no nacidos nunca dejó de desconcertar a aquellos decididos a ponerlo en alguna parte —¿pero dónde?— en el habitual “continuum” derecha-izquierda. Algunos vieron su influencia en la erosión del apoyo de la gente a la pena de muerte en nuestro país. Otros suponían que era un hombre del equipo Bush-Cheney en Roma. Indudablemente, se ha exagerado la influencia de Juan Pablo II en la vida política de EUA. Pero su influencia espiritual resistirá. Cuando los admiradores del Papa se refieren a él, a menudo citan la primera carta de San Pablo a los Corintios: “Y si la trompeta no da sino un sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla?”. Con Juan Pablo II, el sonido nunca fue confuso. Y las batallas para las cuales nos preparó ciertamente no se acaban con él. (c) 2005, Newsweek Inc. Todos los derechos reservados. |