El final del peregrinaje Se ha prohibido el tránsito rodado en toda la ciudad. Ayer, al las 10:10 de la noche, se cerraron las puertas de su capilla ardiente después de que alrededor de 3 millones de personas la visitaran. |
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El último día de peregrinación hacia el cuerpo expuesto de Juan Pablo II fue un extraño oasis en medio de una semana marcada por las cifras descomunales y la tensión creciente. Si hoy Roma ha amanecido convertida en una fortaleza para que transcurra sin problemas el mayor funeral de Estado que se recuerda, ayer se vivió una placentera jornada de ambiente festivo coloreada especialmente por las banderas de los peregrinos polacos y alejada de la masificación delmiércoles. Tal vez fue el efecto disuasivo de las voces de alerta dadas la noche anterior por el responsable de Protección Civil de la capital, Guido Bertolaso, que llegó a pedir a través de los medios de comunicación: “Deténganse, peregrinos”, ante la evidente situación de tensión. Tal vez fue la cordura de pensar que no valía la pena esperar 20 horas sin tener siquiera la certeza de poder ver al Papa. El resultado fue una cola de apenas unas decenas de miles de personas y una oportunidad para los que ayer llegaron a Roma y se atrevieron a probar suerte. “Solo esperamos cuatro horas”, confesaba un joven polaco a mediodía. “Y sí, nos dejaron sumarnos a la cola, aunque debía estar cerrada”. A pocos metros, Sonia, una salvadoreña residente en San Francisco y recién llegada desde el aeropuerto, arrastraba a su esposo mexicano con la esperanza de poder entrar en la fila. Habían esperado tres días para conseguir vuelo. Decenas de peregrinos tomaban el sol en los jardines que rodean el castillo de Sant Ángelo. Por primera vez en tres días, se pudo caminar (con acreditación de prensa o uniforme de voluntario, se entiende), por las calles adyacentes al Vaticano, desde la mañana cerradas al público para iniciar los preparativos del funeral. Salvadoreñas allí Alrededor de las 9 de la noche, entre las últimas 100 personas de la fila, había tres jóvenes de Mejicanos. “Ella es mi cuñada, y esta mi prima”, explicaba Irma López. “Vinimos el domingo, y hoy hemos pedido permiso en el trabajo para poder venir”, detalló Rosalía Piche, “de Ayutuxte”. Ambas llevaban camisetas con los colores de El Salvador y una bandera. Detrás, Carolina Rivas paseaba una bufanda. “Es por orgullo, para que sepan que nuestro paisito viene a ver al Papa. Somos la representación oficial”, reían. La basílica se cerró a la hora prevista, las 10. Simbólicamente, el último en salir de la basílica ha sido el alcalde de Roma, Walter Veltroni, que confesó, evidentemente, no haber hecho cola. A pocos metros, a las afueras de la plaza, dos centenares de peregrinos
dormían en sacos para dormir a esa hora. Querían asegurarse de ser parte
de los cerca de 300 mil fieles que podrán estar en la plaza hoy, aparte
de las cerca de 200 delegaciones oficiales. Capital italiana colapsada Roma quedó ayer totalmente colapsada con los más de 2 millones de peregrinos que, según fuentes oficiales, llegaron a dar su último adiós a Juan Pablo II. Se ha superado la barrera de 2 millones de visitantes, doblando así la población normal de la capital italiana, de 2.7 millones, dijo ayer el jefe de Protección Civil, Guido Bertolaso. Aun así, aseguró que lo peor ya había pasado. El miércoles hubo preocupación por la seguridad de la gente, admitió. Las calles y avenidas que llevan al Vaticano comenzaron a vaciarse lentamente, luego de que se decidió no admitir más peregrinos en las interminables colas que esperaban entrar a la basílica de San Pedro para ver el cuerpo del Papa. Pese a la gran multitud que se ha acercado al Vaticano hasta ahora no se han registrado incidentes graves. Algo que se debe sobre todo a la deferencia y comprensión de los peregrinos, así como al excelente trabajo de los agentes de seguridad, afirmó el ministro italiano del Interior, Giuseppe Pisanu. Más de 10 mil efectivos fueron desplegados para la seguridad de los asistentes al funeral de Juan Pablo II. Por doquier en Roma ha ondeado la bandera de Polonia Polacos: el amor bajo una bandera Miles de polacos que han invadido Roma pusieron color a las últimas horas de capilla ardiente en la basílica de San Pedro y en toda la ciudad. Cuando el miércoles, rondando la medianoche, la noticia llegó a los oídos de los carabinieri que controlaban el acceso a la plaza de San Pedro, cualquiera hubiera jurado que les temblaron las piernas. Con las colas cerradas desde dos horas antes, les comunicaron que acababan de apostarse en las inmediaciones de San Pedro 750 mil peregrinos recién llegados de Polonia. Nadie sabe si esa cifra era acertada, puesto que es imposible dimensionar exactamente esta marea de hombres, mujeres y niños que se sometieron a 20 horas en carro ó 26 en bus para estar aquí ayer y hoy. Lo cierto es que el jueves fue su día. Tenemos una pequeña Cracovia en Roma, con varios centenares de miles de polacos en la ciudad, confirmó el responsable de Protección Civil. Las colas se abrieron discretamente para ellos. Todos pudieron ver a su ilustre compatriota, el hombre a quien veneran, según Alex, un periodista radiofónico que lleva en Roma desde el sábado sin saber bien por qué. Amor nacional Mis compatriotas aman a Juan Pablo II, aunque no conozcan la mayoría su mensaje, asegura. Un acercamiento a muchos de quienes estos días pasan por la capital italiana parece darle alguna razón. ¿Que por qué admiro al Papa? Porque nos libró del comunismo, dice Poznak, armado de su bandera y rodeado de amigos. Bueno... por muchas cosas, comentaba el martes un joven llamado Maciej, sin saber enumerarlas. Es cierto... nos enamoramos de él y mucha gente no se fijó en qué quería decirnos, confesaba el miércoles en la estación Termini, Dariusz Dymek, con una mochila a la espalda y ante su esposa y su hija. Estos días en Polonia no son días de lloros, sino de reflexión. En televisión, se analiza la figura de Juan Pablo II... La ventaja es que no se ha ido, sino que sigue aquí, dice.
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