Toneladas de desperdicios, olores nauseabundos, jardines destrozados y empleados de la limpieza exhaustos es el lado más “terrenal” de la emotiva procesión de decenas de miles de fieles que se despidieron de Juan Pablo II en la basílica de San Pedro.

Según cifras de las autoridades romanas, los empleados de los servicios de limpieza recogieron en los últimos días 30 toneladas de basura, concentradas sobre todo en la región del Vaticano.

“Llevo toda la noche trabajando, limpiando los más de 1 mil baños públicos instalados en los alrededores de la basílica de San Pedro”, explicó Alessandro, mientras desinfectaba con una manguera llena de agua a presión y jabón las cabinas instaladas en la Vía de la Conciliación, a la entrada de la concurrida plaza.

Después de que las autoridades romanas decidieran limitar el miércoles a medianoche el acceso de los fieles a las filas que conducen hasta la capilla ardiente de Juan Pablo II, las tareas de los servicios de limpieza se vieron considerablemente facilitadas.

Sin embargo, con el fin de que la ciudad estuviera presentable para los funerales de hoy, sus trabajadores se turnaron día y noche para limpiar las miles de botellas de agua vacías, los periódicos viejos, la ropa y otros desechos que los peregrinos dejaron tras sí.

“Todo por el mismo salario... ¡qué le vamos a hacer!”, se queja sin dejar de barrer Piero, de 60 años, uno de los más veteranos en este ejército de limpieza.