CIELO ABIERTO. Feligreses oran frente a Catedral, en la plaza Gerardo Barrios, debido a que no hubo suficiente espacio disponible en el templo católico.
Feligreses se quedaron en la calle

Nora Moreno/Isabela Vides
social@laprensa.com.sv

La tarde de ayer jueves volvió las calles del centro de San Salvador en una mezcla de sentimientos. Las ventas, la música y el tráfico se mezclaron en una tarde en donde se recordó la memoria de Juan Pablo II al interior de la Catedral Metropolitana.

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Miembros de la PNC presentes.

El centro de San Salvador, frente a Catedral Metropolitana, tuvo ayer emociones encontradas por la misa en honor al Papa.

Al filo de las 5 de la tarde, dentro del templo, la alta dirigencia de la Iglesia católica celebraba gozosa una misa por el alma de Sumo Pontífice, mientras afuera decenas de fieles católicos protestaban porque catedral estaba cerrada.

El inspector de la Policía, que solo se identificó como Tobar Portillo, dijo que las puertas se cerraron porque “está muy lleno y no se puede saturar la catedral”.

Sin embargo, esto no calmó la molestia de cientos de católicos, que tuvieron que conformarse con escuchar la misa por altoparlantes (ver historias a parte).

En los alrededores de catedral, varios vendedores estacionarios estaban desconcertados por el cierre de algunas calles del centro, como el caso de German Ventura: “Estoy aquí desde las dos de la tarde... no saben qué pasa”, preguntó al percatarse de la falta de movimiento vehicular de la zona.

Entre tanto, el ritmo del reguetón sonaba a todo volumen entre las ventas de comida, gaseosas y ropa.

Posters, afiches y fotos con la imagen del Papa como venta de ocasión. Sin embargo, la venta no estuvo muy bien por la falta de personas en los alrededores.

De igual manera, Andrea López, una estudiante universitaria, se preguntaba por qué el centro no estaba tan convulsionado como de costumbre: “No sé por qué han cerrado las calles”, decía constantemente con un dejo de molestia.

Pero la factura por la “tranquilidad” del tráfico en la zona de Catedral la pagaron otras zonas aledañas, donde se trasladó el tráfico.


El centro capitalino, implacable

Humo, polvo y mucho ruido fue lo que se respiró en varias de las calles aledañas a Catedral. Muy usual para una tarde de jueves, aunque ahora había un motivo muy particular: la misa en memoria del Papa.

Mientras eso sucedía, la intersección entre la 2.ª calle oriente y avenida Monseñor Romero era todo lo contrario, pues lucía llena de todo, menos de buses.

Gente caminando, vendedores, policías y uno que otro carro se encontraban por ahí.

Caso similar ocurrió sobre la 4ª. calle poniente en la misma avenida.

La otra cara de la moneda

Los buses y microbuses se apoderaron de las ganas de la población de llegar rápido a sus hogares.

Sobre la calle Rubén Darío, la tarde pasaba desapercibida. Los buses circulaban con el mismo trajín de todos los días. Los vendedores trataban de hacer unas cuantas “coras” de más gritando a todo pulmón vendiendo jocotes.

La gente seguía caminando entre el humo y los gritos típicos de la capital, mientras, dentro de Catedral, el sacerdote despedía a la grey con un “pueden irse en paz”.


La fe no logró abrir las puertas

Luis Ávalos, de 42 años, viajó desde San Miguel para poder asistir, ayer por la tarde, a la misa en Catedral Metropolitana. Salió, junto con su esposa, a las once de la mañana. Viajó desde San Carlos Lempa y, por fe, quería estar en la misa para “orar por el Papa y renovar su fe”. A las cinco de la tarde se encontró frente a la puerta lateral de Catedral cerrada para él y decenas de feligreses más. “Todos hemos contribuido, desde nuestras comunidades, para que el templo esté listo. La Iglesia es para todos”, reclamaba cuando le dijeron que no podía entrar.

Pero ni su reclamo ni el de otros hizo mella. Con tristeza se retiró por donde con tanta esperanza había llegado.


María no logró entrar a Catedral

“¿Por qué están poniendo tanta seguridad? Lo único que nosotros queremos es orar por nuestro Santo Padre”, decía María Anadelis Cruz de 56 años. La tristeza y la nostalgia por el pastor del pueblo la movían a llegar a Catedral para escuchar la homilía.

“Para qué dicen en los medios que va a haber este tipo de cosas si después no lo dejan entrar a uno.” María tenía todo planificado desde que escuchó la noticia. Después del trabajo se daría cita en Catedral para orar por el “alma del Papa”. Pero entonces algo arruinó el plan. Las calles cercanas a la parroquia estaban cerradas.

No había más remedio que caminar un poco, pero llegó cuando las puertas estaban cerradas.