Mil 500 militares dieron seguridad en visita de 1983

Ernesto Mejía
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Julio César Grijalva fue el responsable de la seguridad más cercana al papa Juan Pablo II durante su primera visita a El Salvador.

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La admiración por la disciplina castrense

 

Casi al final de su primera visita, el papa Juan Pablo II reunió a los militares responsables de su seguridad y les entregó algunos presentes.

Eran un llavero, unas estampas y un rosario bendito.

“La primera sensación fue de nerviosismo. Pero después cuando comenzó a hablar sentí una tranquilidad y sentí que era una persona enviada por Dios y lo único que podía pensar era en Dios y el privilegio que la vida nos dio a los que estuvimos cerca y platicamos con él y nos bendijo en una forma tan cercana”, asegura.

De acuerdo al coronel, el Papa les dijo que él admiraba a los militares por su responsabilidad y disciplina. “Él había sido educado por su padre, quien también había sido militar”, concluye.

Fue a finales de 1982 cuando sus superiores llamaron al entonces mayor Julio César Grijalva, auxiliar del Departamento II del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada, y le comunicaron que iba a participar en la operación que brindaría seguridad al Papa en su visita a El Salvador.

“Me acuerdo que no dormía mis horas normales. La misma preocupación y responsabilidad de la misión no me dejaban tranquilo”, refiere hoy el militar retirado.

No era para menos, en un ambiente de guerra civil y en una operación articulada en tres anillos (periférico, intermedio y cercano), comandada en su totalidad por el coronel Julio César López Yanes, Grijalva había sido designado como responsable de la seguridad más cercana del pontífice. El responsable último de la integridad de Juan Pablo II.

La Operación Púrpura, como se designó el plan de seguridad, desplazó cerca de 1 mil 500 efectivos militares, 125 de ellos en el círculo más interno, que ensayaron a lo largo de seis meses maniobras para proteger la vida del Papa.

Y los miembros de la inteligencia castrense estaban en todos lados. Estuvieron en la construcción del “papamóvil” y del templete. Custodiaron el avión mientras duraron los actos. Y acompañaron al pontífice en cada metro que se desplazó. Vestían de civil y usaban armas cortas muy disimuladas para, según Grijalva, evitar infiltraciones de personas que pudieran cometer atentados.

“Estuvimos tranquilos hasta que vimos que había llegado a otro país porque ha habido casos de aviones que estallan en el aire. Hasta entonces dormimos”, dice.


Grijalva reconoce labor de scouts

El coronel Julio César Grijalva, quien fue el responsable de la seguridad cercana del papa Juan Pablo II en la primera visita que hiciera a El Salvador en 1983, destacó la importancia de Boy Scouts en el operativo de seguridad.

Grijalva consideró, incluso, que en algunos casos dichos jóvenes fueron más responsables que algunos militares.

“Ellos fueron muy responsables y quizás más que algunos de seguridad, porque algunos se descuidaban”, dice.

El militar recuerda que fue el Ejército el que se acercó para solicitar la ayuda de la mencionada organización.

En parte, porque la gente tenía miedo de los uniformados.

“Había temor en la población porque donde había un uniformado, podía haber un enfrentamiento y entonces tenía miedo de quedar en medio del enfrentamiento. Por eso ellos jugaron un papel muy importante”, refiere.