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Maradiaga El camino hacia el Vaticano Maradiaga, el cardenal que suena como el posible primer papa centroamericano, se considera insustituible en Honduras. El camino hasta alcanzar ese adjetivo inici� con su primer t�tulo episcopal. |
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Maradiaga, el cardenal que suena como el posible primer papa centroamericano, se considera insustituible en Honduras. El camino hasta alcanzar ese adjetivo inici� con su primer t�tulo episcopal. onduras ya ol�a a elecciones presidenciales. Corr�a mayo de 2000 cuando el arzobispo de Tegucigalpa, �scar Andr�s Rodr�guez Maradiaga, se pronunci�: “Es injusto que no le permitan ser candidato”. Esas ocho palabras fueron la clave para que el nacionalista Ricardo Maduro empezara el camino que lo llev� a donde est� hoy: en la presidencia. Maduro ten�a problemas para ser aceptado como candidato en su partido. “No es ciudadano hondure�o”, argumentaban sus opositores liberales ante las encuestas que le otorgaban una abrumadora ventaja. Su padre, de origen paname�o, era la excusa de los detractores. Fue entonces cuando, entre otras voces, resalt� la del arzobispo. Grupos que mantuvieron el anonimato distribuyeron la idea de que Maradiaga era partidario de los nacionalistas. Y el mensaje acarreaba morbo: su padre y su abuelo participaron en gobiernos nacionalistas durante el siglo pasado. Pero la opini�n p�blica no compr� lo que le vend�an. La figura de Maradiaga pudo m�s. Su voz ya pesaba entonces, a pesar de no haber llegado hasta la cumbre de la credibilidad, donde ahora est�. El arzobispo ya hac�a retumbar su nombre en toda Honduras, el mismo que ahora recorre todo el mundo desde una caja de resonancia con m�s eco: Ciudad del Vaticano. El imparable ascenso de su capacidad de influencia lo ha llevado a ser el hombre m�s influyente de Honduras. Ese camino ahora lo tiene en la Santa Sede, a seis d�as para que inicie el c�nclave del que podr�a salir el primer papa centroamericano. Pero su �xito se hunde en los �ltimos a�os de los setenta. En octubre de 1978, los salesianos acababan de confiar al entonces joven sacerdote de 36 a�os la rector�a del colegio San Miguel, de Tegucigalpa. �l acept� el encargo. Una tarde de ese mes, lleg� a casa de su madre con el semblante serio. “�Qu� pasa?”, le pregunt� su hermano mayor, Jorge. “Otra vez me quieren nombrar obispo auxiliar ”, contest� Maradiaga. “Es como en el ej�rcito: usted ya no ser� soldado, ser� militar de alto rango”, le contest� Jorge. A los minutos, anunci� a su madre que aceptar�a el cargo que ya hab�a rechazado dos veces, justificando ocupaciones. As�, 12 d�as despu�s de que Karol Wojtyla se asom� en la plaza San Pedro convertido en Juan Pablo II, �scar Maradiaga fue el primer nombramiento aprobado por el nuevo papa: obispo auxiliar de la di�cesis de Tegucigalpa. Con ese cargo, se reencuentra con el que alguna vez reconoci� como su tutor: monse�or H�ctor Santos, arzobispo de la capital hondure�a y ex director del colegio San Miguel. Hacia la credibilidad El ahora papable trabaja a gusto con Santos, conocido como un cancerbero de los dogmas cat�licos. Sin embargo, y m�s importante a�n en la carrera de Maradiaga, encuentra en el arzobispado una plataforma para ser escuchado y para denunciar los problemas del pa�s. El mensaje del ahora cardenal surge desde su llegada. “El nivel de denuncia del arzobispado se empieza a notar”, asegura Dagoberto Rodr�guez, editor del diario “El Heraldo”, de Tegucigalpa, y quien desde hace m�s de cuatro a�os se encarga de seguirle la trayectoria. Los toques de atenci�n que en ese entonces daba con timidez son los mismos que ahora contin�a dando: corrupci�n, olvido de los pobres y necesidad del perd�n de la deuda a los pa�ses miserables.
En 1979, y bajo recomendaci�n de Juan Pablo II, es llamado a incorporarse al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el organismo rector de los obispos de la regi�n. A principios de 1982, ante la ausencia de titular, es nombrado administrador de la di�cesis de Santa Rosa de Cop�n, Honduras. Pero ese a�o tambi�n asest� al hondure�o uno de los golpes m�s bajos. El obispo part�a hacia Cop�n un lunes. El domingo, lleg� a despedirse de su madre, la que despert� en �l la devoci�n cat�lica. Antes de que �l partiera, ella le pidi� que la confesara. As� fue. El lunes, el obispo auxiliar sali� temprano a su destino. Su madre, seg�n cuenta la hermana de Maradiaga, pronunci� unas palabras y cedi� ante la diabetes: “Ahora estoy lista”. El martes, el cura regres� en un helic�ptero a la capital... para asistir al funeral. Esto no detuvo su mete�rico ascenso dentro de la Iglesia. En frente ten�a uno de los escalones m�s altos. En 1987 es nombrado secretario general del CELAM. Lo avalaron varios a�os de lucha en una labor que Juan Pablo II les hab�a encomendado: luchar por el perd�n de la deuda a los pa�ses latinoamericanos m�s pobres. En 1995, el micr�fono del CELAM le da todo el volumen: es nombrado presidente. Desde enero de 1993, ocupaba el cargo de arzobispo de Tegucigalpa. Ya como abanderado principal, Maradiaga opta por realizar algunas acciones que lo empiezan a caracterizar como alguien menos conservador de lo que se pensaba. En 1999, por ejemplo, en una cumbre de los pa�ses m�s industrializados, comparte escenario con el cantante Bono, vocalista de grupo irland�s U2. El objetivo: pedir la categor�a de pa�s pobre altamente endeudado para varias naciones. Casi seis a�os despu�s, la semana pasada, el presidente Maduro anunci� con alegr�a que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial hab�an otorgado el rango a Honduras. La r�brica de Maradiaga, ya lejos de su pa�s, estuvo presente en la consecuci�n de la categor�a que permitir�a que se le condonen a Honduras m�s de 1 mil millones de d�lares de los 5 mil millones que adeuda. Es parte de la cosecha sembrada hace a�os por el ahora cardenal, que hace que pocos cuestionen su prestigio dentro de su pa�s. Sus “milagros” Las an�cdotas maravillosas, que rozan la l�nea de lo milagroso, recorren los recuerdos de sus familiares. Roberto Ochoa, un sobrino del cardenal, recuerda que, cuando el ex presidente Carlos Facuss� le ofreci� ser embajador en Israel, �l contest�: “Tengo que consultar con Dios y con alguien m�s”. Ese alguien era el arzobispo Maradiaga. “Vas al patio de Nuestro Se�or, pero entra en esa capilla —le contest� Maradiaga se�alando un peque�o santuario de la catedral—, ora y tendr�s tu respuesta.” Ochoa entr�, abri� la Biblia y pas� sus p�ginas, hasta detenerlas con un dedo. El dedo estaba en una frase del evangelio de San Pablo: “Ve a Israel”, se le�a, seg�n recuerda el que minutos despu�s anunci� que aceptaba el puesto.
Lleg� 2001, y la entonces concebida como c�spide del imparable ascenso de Maradiaga ya circulaba entre el clero hondure�o. “Ser� nuestro primer cardenal”, se dec�a. As� fue. El 21 de febrero de 2001, estaba en Ciudad del Vaticano ante 25 mil personas y acompa�ado por 43 colegas m�s. Entre ellos, el brasile�o Claudio Hummes y el argentino Jorge Bergoglio, dos de los cardenales latinoamericanos que los medios especializados califican como papables. En aquella ceremonia masiva, Juan Pablo II los nombr� cardenales, y les impuso la vestimenta que se valora en cerca de 2 mil d�lares. De regreso en su Honduras natal, la voz de denuncia no se acall�. Aument�. En esos a�os, pasa a formar parte de la Consejo Nacional Anticorrupci�n, y se gana otro t�tulo popular que a�n mantiene: mediador en conflictos nacionales. Su primer logro no tard� en llegar. Inicia una campa�a a favor de que la Corte Suprema de Justicia sea elegida por un grupo representativo de la sociedad civil, y no “a dedazo” por el congreso, como describe el editor de “El Heraldo”. Cerca de un a�o despu�s, la importancia de su figura volvi� a jugar a su favor, y el cambio se realiz�. “En esos a�os, hay muchos que, tocados en sus intereses, quisieron manchar su nombre”, recuerda el padre Jos� Jes�s Mora, vicario de medios de comunicaci�n que comparte casa con Maradiaga. Al empezar a denunciar a los grupos que utilizaban a Honduras como un paso para la droga entre Colombia y Estados Unidos, el papable recibe en su casa llamadas an�nimas advirti�ndole que ten�a que elegir: silencio o muerte. “No le gusta alarmarnos; solo que cuando pas� lo de las drogas, s� se puso grave”, relata Hortensia Rodr�guez, su hermana. Tan grave se puso que el gobierno de Maduro decidi�, a pesar de las negativas del cardenal, ponerle cuatro guardias. “Antes manejaba su carro”, recuerda Hortensia. Despu�s no, decir las cosas como son tiene su precio. Ahora, Maradiaga solo se hace acompa�ar de dos vigilantes. Sin embargo, las an�nimas amenazas de muerte no le trajeron sino m�s prestigio. Una respuesta del editor de “El Heraldo” deja claro qu� tanto peso adquirieron las palabras del cardenal. �Qu� tan frecuente es que aparezca su voz en la portada de los diarios? “Si �l ofrec�a declaraciones diarias, aparec�a a diario.” Eso s�, con el renombre viene la reserva. “Para entrevistar al cardenal es necesario enviarle un cuestionario”, explica Rodr�guez. De ah�, Maradiaga descarta aquellos cuestionamientos comprometedores sobre el Gobierno. A pesar de moderarse, no se detuvo. Medi� cuando los maestros hicieron huelga en 2003 por el exceso de estudiantes. Se pronunci� cuando el sacerdote, nacido en El Salvador, Andr�s Tamayo emprendi� su marcha de tres d�as desde Olancho hasta la capital para protestar por la tala de �rboles en aquella regi�n hondure�a, aunque “nadie se pod�a negar a pronunciarse”, como Tamayo matiza la intervenci�n del cardenal. Las ofertas le llov�an, inusuales muchas de ellas. “Le propusieron ser director de la Polic�a”, recuerda el padre Carlo Magno, presidente del Tribunal Eclesi�stico. “No pod�a —contin�a Magno—, pero se lo ofrecieron por ser la �nica autoridad moral con el peso necesario.” Y el rosario de frases sigue. “No vemos a otra figura que pueda sustituirlo”, dice Rodr�guez. “Es la voz de los sin voz”, dice su hermana. Ante eso, resuena la frase que cerr� el discurso que envi� desde el Vaticano para que fuese le�do el martes pasado en la misa de honor al Papa celebrada en la bas�lica de Suyapa: “No se olviden de los pobres”. Sus �ltimas palabras para un pa�s que est� entre la alegr�a y la zozobra de cara a la posibilidad de dejar que el hombre m�s influyente de Honduras suba el �ltimo pelda�o, y se convierta en uno de los m�s influyentes de todo el mundo. |
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