“La santidad no se mide
por la rapidez del proceso” El rector de la Universidad Pontificia de la Santa Croce, monseñor Mariano Fanzio, aplaude la canonización de Juan Pablo II, aunque relativiza el valor de la oficialización de santidad. |
|
|||||||
|
Mariano Fanzio Fernández es argentino, tiene 45 años y acaba de ser nombrado presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades de Roma. Historiador y filósofo, él está al frente de la Pontificia de la Santa Croce, en manos del Opus Dei. Hay quienes dicen que Juan Pablo II era un santo en vida. ¿Lo era? No hay santos en vida. Los santos están en el cielo. Pero uno se santifica aquí en la tierra al identificarse con Cristo. Juan Pablo II manifestó durante todo su pontificado una gran identificación con el Señor, y en los últimos años vimos al Papa casi crucificado, por sufrimientos físicos que creo que también lo eran morales, porque teniendo la cabeza en perfecto funcionamiento no podía transmitir todo lo que tenía en su corazón. Los fieles lo han aclamado como santo en las calles e iglesias. ¿Hasta qué punto es eso realmente evidencia de santidad? Es cierto que para canonizar a una persona es imprescindible que tenga lo que se conoce como “fama de santidad”. El Papa ya la tenía en vida, y después de su muerte hemos visto una aclamación popular como hacía siglos que no se veía. De todas maneras, creo que eso no tiene validez canónica. Como ya han dicho distintas autoridades de la Santa Sede, corresponderá a su sucesor definir los tiempos y la forma del proceso. No olvide que el papa es el supremo legislador de la Iglesia y, por tanto, no está obligado a cumplir los plazos que manda la ley canónica. ¿Dónde radica la santidad? De hecho, todos los cristianos, por el solo hecho de ser bautizados, estamos llamados a ser santos, pero en nuestra lucha por identificarnos con Cristo a veces triunfamos y a veces no. Ser santo es haber vivido heroicamente todas las virtudes, tal y como las vivió Jesús, dentro de la naturaleza humana. El Papa desde luego ha dado un ejemplo de todas las virtudes: infinita caridad, capacidad de perdón, de misericordia, de humildad... Se ha convertido al santo en un hacedor de milagros. El hecho de que tenga que haber un milagro para declarar a alguien santo es una declaración de prudencia por parte de la Iglesia. Si hay un milagro —y habitualmente solo se tienen en cuenta los de índole médica, por ser los únicos comprobables científicamente— es una manifestación de que el alma de esa persona ya está en el cielo, y está actuando como instrumento de Dios en un caso concreto. Creo que los milagros más importantes son los de índole moral, personas que estaban alejadas de la fe y vuelven a ella. Y me consta de muchas personas que estaban muy alejadas de la práctica religiosa y en estos últimos días o semanas volvieron a participar de sacramentos, recuperaron la esperanza. Eso es una intercesión de Juan Pablo II. Un peregrino polaco me decía que para él la Iglesia era Juan Pablo II, y que tras su muerte se acabó su vínculo con la Iglesia. ¿Hasta qué punto este papa se convirtió en un simple ícono? Juan Pablo II tenía una gran personalidad, un atractivo humano enorme, y eso sin duda benefició su labor pastoral. Pero él trató de proclamar no su persona, no su cultura, no su forma de ver las cosas, sino el mensaje del Evangelio. Si Juan Pablo II es canonizado en seis meses, ¿significará eso que desde ahora será más fácil ser considerado santo? Ser santo es asequible a todos. El hecho de que la Iglesia reconozca la santidad a una u otra persona no implica que no haya muchas otras que han sido santas. De hecho, alguien puede ser más santo que muchas personas canonizadas, y por diversas circunstancias no haber llegado a este reconocimiento oficial. La santidad no se mide por la rapidez o lentitud de un proceso. Por otra parte, la Iglesia a veces considera más oportuno dar prioridad a unos u otros procesos de canonización por la importancia para los momentos actuales que haya tenido un determinado santo. Eso decía monseñor Rafael Urrutia hace unas semanas del caso de Óscar Romero: que 25 años después de su muerte el Vaticano debía ahora valorar su oportunidad. ¿Quién y por qué se define qué santo es “oportuno”? No me siento capaz de decirlo, es el papa, en definitiva, quien juzga la oportunidad de una canonización. Monseñor Romero ha sido un gran luchador por la justicia, y la justicia fue uno de los valores centrales del mensaje de Jesucristo, pero no me toca a mí juzgar la oportunidad de su proceso, aunque considero que ha sido sin duda una persona muy cercana a Dios. |