Vaticano prepara medidas contra el espionaje

Roma/DPA
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La constitución dictada por Juan Pablo II señala estrictas medidas para asegurar que no se filtre la información durante el cónclave.

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PREPARATIVOS. Trabajadores del Vaticano preparan la Capilla Sixtina, donde se realizarán las votaciones del cónclave.

Agentes secretos entre las sotanas

 

La Santa Sede ha contratado a una de las mayores firmas de espionaje en Italia para evitar fugas de información, liderada por Silvia Tomponzi.

“Puedo prácticamente garantizar que no habrá espionaje en el cónclave”, dice Tomponzi. “El año pasado, el Vaticano se equipó con una excelente tecnología de contraespionaje, y es capaz de localizar el micrófono más diminuto”, dijo.

Cuando se le preguntó si su compañía había ayudado al Vaticano en esta tarea, Tomponzi dijo: “No puedo contestar esa pregunta”. Obviamente, tiene que ser la primera en guardar los secretos de su cliente.

Micrófonos del tamaño de un botón de camisa y otros guiados por láser que captan la voz a través de la vibración de los vidrios de las ventanas. Radiotransmisores que caben en un bolsillo junto con la calderilla.

Esto no es otra película de espías. Es una elección papal.

Los agentes de inteligencia vaticanos están trabajando duramente de cara al cónclave de la próxima semana para asegurarse de que la Capilla Sixtina y otros sitios frecuentados por los votantes estén limpios de dispositivos electrónicos que permitan conocer sus conversaciones.

La reserva es la ley principal de un cónclave. Y por buenas razones. Incontables sectores —desde el islam hasta el gran capital y los defensores del control de la natalidad— están interesados en obtener información valiosa sobre la opinión del próximo papa en diversos asuntos.

“Los motivos son tanto económicos como políticos”, afirma Miriam Tomponzi, jefa de la mayor agencia de investigadores privados de Italia.

Reino del silencio

El lunes, todos los involucrados en el proceso de elección papal, desde los cardenales que depositarán sus votos hasta las cocineras que prepararán sus comidas, deberán formular un juramento de silencio perpetuo bajo el riesgo de ser excomulgados si revelan cualquier detalle.

Juan Pablo II, en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis, no solo prohibió la televisión y los teléfonos, sino también agendas electrónicas, ordenadores portátiles y micrograbadoras.

Pero a pesar de estas prevenciones, los artefactos de espionaje contemporáneos hacen que el riesgo de una filtración siga siendo alto.

El Vaticano guarda silencio absoluto sobre el tema. Pero fuentes bien informadas aseguran que expertos han registrado cada centímetro en la residencia cardenalicia y en la Capilla Sixtina en busca de micrófonos y cámaras. Los almohadones fueron abiertos y los tanques de agua, al igual que el cableado eléctrico, inspeccionados.



Primer cónclave con “muro electrónico”

El cónclave es una de las elecciones más secretas y antiguas de la humanidad. El proceso se ha visto sometido a grandes cambios a lo largo de la historia.

Juan Pablo II dispuso normas para cerciorarse de que los cardenales no puedan filtrar al exterior información sobre las deliberaciones.

La gran novedad del próximo cónclave es que los 115 cardenales electores y el personal que los asiste residirán en la Casa Santa Marta.

El camino entre la Casa Santa Marta y la Capilla Sixtina tiene un kilómetro de distancia, pasando por detrás del ábside de la basílica de San Pedro. Los cardenales realizarán en autobús el recorrido, fuertemente vigilados por la Policía y la Guardia Suiza con el fin de que nadie se acerque a ellos mientras dure la elección.

Durante el cónclave se instalará en el recinto vaticano un escudo electromagnético que impedirá las escuchas externas y que alejará de los cardenales la tentación de utilizar sus teléfonos móviles, que no funcionarán gracias a dicho “muro”. Para mantener su independencia de criterio, los cardenales tienen prohibida cualquier comunicación con el exterior: correspondencia, telefonear o seguir los medios.

Al comienzo del cónclave, los cardenales participantes deben jurar a perpetuidad ante el decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, mantener silencio sobre todo lo ocurrido y hablado en la reunión.

El juramento lo deben realizar también las personas presentes en la asamblea pese a que no son miembros del Colegio Cardenalicio. El incumplimiento de dicha norma implica la excomunión “latae sententiae” (automática).

Después del juramento, el maestro de ceremonias del Vaticano, Piero Marini, pronunciará el “extra omnes” (“fuera todos”) y abandonarán la Capilla Sixtina quienes no participen directamente en el cónclave.