El “nuevo Juan XXIII”

Lola Galán/El País
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Dionigi Tettamanzi, el cardenal de Milán, la diócesis más grande de Europa, parece tener el perfil perfecto para los que quieren un papado corto pero efectivo. Los puntos fuertes de Tettamanzi son su cercanía con los jóvenes y su imagen de moderado.

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PERFIL

¿EL NUEVO PAPA BUENO?

NOMBRE: Dionigi Tettamanzi.

PROCEDENCIA: Nació en Renate, Italia, el 14 de marzo de 1934.

CARGO: Es, desde 2001, arzobispo de Milán, la diócesis más grande e importante de Europa.

EXPERIENCIA: Antes de ser nombrado arzobispo de Milán se desempeñó como obispo de Génova, donde adquirió fama por sus posturas a favor de los manifestantes antiglobalización.

Mucho antes de que las dolencias de Juan Pablo II entraran en una fase irreversible, el cardenal Dionigi Tettamanzi era ya el más citado entre los llamados a sucederle.

Su carácter amable, su capacidad de comunicarse, su sólida formación teológica y su nacionalidad hacían de él el papable número uno. Cierto que no le acompaña la prestancia física.

Es diminuto y más bien rechoncho, pero los sostenedores de su candidatura insisten en que su físico recuerda enormemente al de Juan XXIII, uno de los pontífices más venerados del siglo XX. Sus adeptos aseguran que al frente del papado Tettamanzi podría atraer los votos de aquellos que consideran necesaria una Iglesia con rostro humano, como lo fue la de Juan XXIII en su tiempo.

Sin embargo, algo ha ocurrido en los últimos tiempos que ha puesto en serios aprietos esta candidatura, al confrontarla con la de dos o tres nombres italianos, como el del arzobispo de Florencia, Ennio Antonelli, o el del patriarca de Venecia, Angelo Scola.

Entre bastidores se comenta que ha perdido la simpatía del Opus Dei, un movimiento muy influyente en el Vaticano. Aunque defensores tampoco le faltan.

Muchos de ellos desean “un hombre de terreno” que conozca la realidad de los problemas diarios de los fieles, como Juan Pablo II, “no un prelado del aparato” vaticano.

Una carrera larga

Dionigi Tettamanzi nace en la localidad milanesa de Renate, el 14 de marzo de 1934. Estudia Teología en el seminario y obtiene el doctorado en esta materia en la Universidad Gregoriana de Roma. Su carrera eclesiástica no ha sido fulgurante, pero sí sólida, y siempre bajo la égida de Wojtyla.

Comienza en 1989, cuando fue nombrado arzobispo de la diócesis de Ancona-Osimo. Dos años después pasa a la más influyente diócesis de Génova, cargo que le vale, en 1998, la púrpura cardenalicia.

El nombre de Tettamanzi era poco conocido hasta el verano de 2001, cuando Génova acoge una de las más convulsas reuniones del G-8. Centenares de miles de manifestantes se dan cita en la ciudad para protestar contra la política de los poderosos.

Contagiado por la situación, Tettamanzi sale en defensa de sindicalistas y jóvenes rebeldes. “Asistimos a una contraposición neta entre capital y trabajo”, escribe en Avvenire, órgano de la Conferencia Episcopal italiana. “En el bazar de la aldea global, los que hacen la compra no son los empresarios, sino los hombres y las mujeres que trabajan.” Y añade: “El beneficio no es el valor absoluto del hombre”.

Contra todo pronóstico, las frases no gustan en algunos sectores. Y Tettamanzi comienza a ser visto poco menos que como un revolucionario por los sectores más conservadores de la curia vaticana.

El diario “Il Foglio”, de opinión cercana al jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, lo criticó por estas posiciones apodándolo como “el último comunista”.

Sin embargo, a pesar de las críticas, Tettamanzi sigue escalando posiciones. El Papa le nombra arzobispo de Milán, una de las principales diócesis del mundo, en sustitución del carismático Carlo María Martín. Pesan en su haber los años de colaboración estrecha con el pontífice y los sólidos apoyos en la curia vaticana.

Fe y tecnología

Tettamanzi tiene que competir en Milán con la alargada sombra de Martín, sin su capacidad retórica ni su prestancia física.

Poco a poco, sin forzar la máquina y recurriendo al mismo estilo abierto y dialogante de su antecesor, se va haciendo con el cargo.

Apoyos mediáticos no le faltan. Los principales diarios italianos han dado amplio espacio al arzobispo de Milán en los días de la agonía y muerte de Juan Pablo II. El cardenal no es, sin embargo, políglota, y su cambio de rumbo puede tener consecuencias muy negativas para su candidatura.

Sin embargo, Tettamanzi parece tener el perfil perfecto para los partidarios de un papado corto, de transición. Es carismático y de edad avanzada, pues con 71 años lleva ya un largo camino recorrido.