¿Y si no es Ratzinger, entonces quién?”, es la frase que más se escucha desde hace días en los corrillos vaticanos. Foros de analistas y artículos de vaticanistas repiten lo que las fuentes más cercanas a los cardenales confirman: todavía no hay claridad ni siquiera en cuanto al perfil del sucesor de Juan Pablo II. Aunque se sigue apostando para que sea un cónclave corto, las posiciones parecenestancadas.

Pese a su indudable peso entre el Colegio Cardenalicio, Ratzinger parece condenado: adolece de demasiada dureza de carácter y demasiada edad.

En apariencia, Ratzinger es el perfecto candidato que daría continuidad al legado de Juan Pablo II; sin embargo, hay quienes temen ver repetida la escena de un papa enfermo, consumiéndose y sufriendo frente a los ojos de todos, a través de las cámaras.

Es el caso, también, de Carlo María Martini, a cuya sombra se está reforzando la imagen de su sucesor en el arzobispado de Milán, Dionigi Tettamanzi, “aunque no se descarta aún que los votos más audaces recaigan finalmente en un latinoamericano”, según afirmó “Il Corriere de la Sera”.

El bonachón cardenal de Milán goza de popularidad. Construida a base de acción pastoral en su archidiócesis y de una constante labor académica, no le ha deparado demasiados enemigos. Pero también coinciden en Roma en que tomar las riendas de la Iglesia exige algo más que bonhomía.

“Tettamanzi podría reforzarse si elige un buen equipo de trabajo”, afirma una persona que conoce bien al arzobispo de Milán. “Aunque lo mismo podría decirse de Rodríguez Maradiaga, del que se comenta en la orden salesiana que le falta una dosis de constancia”, completa la misma fuente.

En esta misma línea, Marco Politti, de “La Repubblica”, advirtió de la posibilidad de un “tándem Tettamanzi- (Giovanni Mayora) Re”, con el segundo como secretario de Estado, un cargo vital para el desarrollo del papado, y que tradicionalmente se convierte en elemento extraoficial de discusión en el cónclave casi al mismo nivel que el nombre del pontífice, según cuentan varios vaticanistas.

Todavía no se consagran nombres. Cuando a comienzos de semana la candidatura del polémico pero respetado Ratzinger empezó a sonar con fuerza, hubo analistas que adelantaron: “Es una estrategia para quemarlo”. Ratzinger ha insistido en cuatro ocasiones en recordar el pacto de silencio que sellaron los cardenales.

Al fin y al cabo, pueden también crecer otros nombres como el de Camilo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana; y el destacado arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn. Ruini destaca por su talla intelectual y su cercanía a la Iglesia ortodoxa y el judaísmo. Tampoco se descarta al arzobispo de Bombay, Iván Díaz, una apuesta conservadora y una apertura al mundo más allá de las fronteras europeas.

Un destacado vaticanista comentó en una conversación con LA PRENSA GRÁFICA que el Colegio Cardenalicio de Wojtyla si bien es el más abierto en perfiles también deja un vacío de figuras brillantes.