AFP/La Prensa Gráfica ARTE. La imagen muestra parte del fresco “El juicio final” de Miguel Ángel en el interior de la capilla Sixtina, desde donde se elegirá a partir de mañana al papa número 265 de la Iglesia católica.
Un techo para el Espíritu Santo

José Luis Sanz
mundo@laprensa.com.sv

La capilla Sixtina está vedada al público desde que comenzaron los preparativos para el cónclave en el que se elegirá al sucesor de Juan Pablo II. Ayer, un reducido grupo de periodistas pudo ingresar a la que se espera sea una de las instalaciones más herméticas del mundo, ya vestida para la elección del nuevo pontífice.

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Pieza clave

Cuando los cardenales entren en cónclave en la capilla Sixtina mañana, su mirada se dirigirá inevitablemente hacia el Evangelio abierto, colocado de forma visible en el centro de la sala, sobre el que deberán jurar mantener secreto.

Sin embargo, la estrella del lugar es la famosa estufa donde se quemarán las papeletas de los cardenales y de la que saldrá, según votación, la tradicional “fumata” (humo) negra o blanca.

La estufa está situada a mano izquierda cuando se entra en la capilla Sixtina por la sala Regia, como harán los purpurados. A la derecha, un órgano suizo acompañará a los celebrantes hasta que se cierren las puertas.

Los papas nacen en el templo más hermoso de la cristiandad, en el salón de juicio más conocido del mundo, en una capilla Sixtina desde hoy sellada al acceso de los trabajadores que en las últimas dos semanas la acondicionaron para el cónclave. Ayer, olía aún a serrín y pega y respiraba una paz solo reservada, habitualmente, a papas y cardenales.

Mañana por la tarde, a partir de las 4:30 p.m. (hora romana), cuando los 115 purpurados que elegirán al sucesor de Juan Pablo II entren en procesión al enorme salón, encontrarán primero, de frente, la airada serenidad del Cristo alrededor del que Miguel Ángel hizo girar su juicio final. Hasta ahí los habrán acompañado las indiscretas cámaras de televisión, tras una sorpresiva decisión de las autoridades vaticanas que marcan una continuidad con la política de apertura a la toma de imágenes que han evidenciado las últimas dos semanas. Cabe recordar que el día del funeral de Juan Pablo II, las cámaras lo acompañaron hasta el momento preciso en que el ataúd fue depositado en el sepulcro.

En adelante, y después de que se pronuncie el ritual “extra omnes”, estarán solos.

El papa polaco recomendó a los purpurados inspirarse contemplando las pinturas del artista de Caprese antes de emitir su voto. Sentados en sillas de madera, con asientos forrados de terciopelo color hueso, sentados en dos filas a cada lado de la sala, frente a 12 sencillas mesas rectangulares con manteles hueso y color vino, escucharán una plegaria y bajo la mirada escrutadora de prácticamente todos los actores de la historia bíblica, retratados en la bóveda, se lanzarán al vaivén de nombres.

La distribución

Accederán al área del cónclave, protegido simbólicamente por una celosía de madera, sobre una rampa alfombrada (ayer protegida por un plástico) colocada para facilitar al acceso a aquellos cardenales que tienen problemas para caminar, y específicamente al estadounidense William Wakefield Baum, que se desplaza en silla de ruedas. Entrarán primero, y por orden de antigüedad en su nombramiento, los cardenales obispos, seguidos de los sacerdotes y de los diáconos.

Los primeros se sentarán más cerca de la mesa de cabecera, en la que se sentarán el camarlengo, Eduardo Martínez Somalo; el decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinguer, y los responsables del recuento. Tras estos, un silencioso altar (a la antigua usanza, pegado a la pared para celebrar misa de espaldas) con un crucifijo y seis cirios, hasta hoy apagados. En el centro de la sala, una pequeña mesa con un librero y los Evangelios.

A su izquierda dejarán atrás dos chimeneas, una eléctrica y otra de combustión tradicional, que conectadas a un único conducto ascendente de cobre esperan ya las papeletas para la fumata blanca y las eventuales fumatas negras que indicarán que aún no hay Papa. Operarios vaticanos confirmaron ayer, in situ, que se utilizarán productos químicos para garantizar que no haya confusiones entre una y otra fumata, como sucedió tras la elección de Karol Wojtyla.

La eléctrica, con una única puerta y un rústico cartel donde se lee “accensione (encendido) electronica”, permanecerá en marcha constantemente para garantizar el flujo de aire hacia la chimenea en el tejado del edificio. La otra, a su derecha, con dos portezuelas identificadas (“carciamento” o carga, y “accensione”), recibirá las papeletas y apuntes de los cardenales después de cada sesión de votaciones. De ella saldrá el humo revelador.

A la izquierda, en la pared norte, desde el púlpito para las oraciones, bajo un fresco del sermón de la montaña, un operario aún probaba micrófonos la tarde de ayer, cuando un reducido grupo de 40 periodistas acreditados de todo el mundo accedimos al que desde ahora es el lugar más hermético del Vaticano. Durante el cónclave y sus momentos de plegaria no habrá música en la capilla, pese al imponente órgano que se encuentra en ella. No entrarán ni saldrán sonidos de la sala, acondicionada tecnológicamente por especialistas de la gendarmería vaticana para evitar escuchas y grabaciones.

Al fondo, a la izquierda, reposaba ayer provisionalmente el sencillo trono blanco en el que se sentará el 265.º sucesor de Pedro. Mientras resuenan las campanas de la basílica y el humo blanco sacude al mundo cristiano, el nuevo papa entrará, por una pequeña puerta, ayer cerrada, a la llamada “stanza delle lagrime” (sala de las lágrimas), donde se revestirá de blanco. Después, regresará a la capilla para, sentado frente al altar, recibir el respeto de, uno a uno, todos los cardenales.

Finalmente, se dirigirá a la fachada de la basílica, frente a la plaza ahora ocupada por turistas en la que los fieles conocerán su nombre. Será el fin de la “sede vacante”. Se habla de la intercesión del Espíritu Santo. Como sea, la serenidad del Cristo de Miguel Ángel, que ayer reinaba expectante, eterno, sobrecogedor en la Sixtina, habrá señalado al sucesor de Wojtyla.


Capilla Sixtina lleva dos semanas cerrada al público

La capilla Sixtina, cuya bóveda y paredes fueron pintados por Miguel Ángel Buonarotti, a comienzos y mediados del siglo XVI, es uno de los principales atractivos artísticos del Vaticano y ha permanecido cerrada las últimas dos semanas desde la muerte de Juan Pablo II.

En este tiempo ha sido acondicionada para el cónclave e inspeccionada por técnicos de la gendarmería vaticana para garantizar que, pese a la variedad de recursos tecnológicos de escucha que existen en la actualidad, la reunión que inicia mañana se desarrolle en secreto bajo el juramento de silencio de los cardenales participantes.

Ayer por la tarde, tras una larga espera, un reducido grupo de 40 periodistas acreditados, de los cerca de 6,000 que estos días nos encontramos en Roma para dar cobertura al cónclave, pudimos acceder a la capilla, que no se abrirá al público hasta el nombramiento del nuevo papa.

En un clima de expectación, atravesando escaleras, pasillos y salas reservados habitualmente a los residentes en el Vaticano, llegamos a la capilla Sixtina donde pudimos intercambiar opiniones con algunos de los técnicos que explicaron el funcionamiento de la chimenea de la cual saldrá en los próximos días la “fumata” blanca.

Por un tiempo de aproximadamente 20 minutos, pudimos contemplar el mobiliario y la disposición de este, que los electores del sucesor de Juan Pablo II encontrarán mañana por la tarde.

“Barrido” pendiente

A pesar de que las instalaciones ya están listas para recibir a los electores, todavía no ha sido completado el “barrido electrónico” para garantizar el secreto del cónclave y algunos teléfonos móviles todavía tienen cobertura, informó la agencia EFE.

Para garantizar el secretismo del cónclave, especialistas de la gendarmería vaticana han hecho ya precisos y severos controles para que en la capilla no sean instalados medios audiovisuales de grabación y trasmisión exterior, como establece la regla vaticana.

Ayer, no se permitió a los periodistas tomar fotografías ni tener un dispositivo electrónico funcionando.

El Vaticano anunció que su propia gendarmería ha instalado un sistema de bloqueo de teléfonos portátiles dentro de la capilla. Poco antes de que comience el cónclave se hará el “barrido electrónico”, para que de verdad estén incomunicados los purpurados; aunque ayer los teléfono de última generación funcionaban dentro del recinto.