Cardenales encerrados hasta la fumata blanca Esta tarde empieza el cónclave para elegir al sucesor de Juan Pablo II. Los cardenales están aislados desde anoche en la Casa Santa Marta, y hoy, en horas de la tarde (en Roma), jurarán mantener silencio sobre lo que se hable y se decida durante los días que dure la elección del papa. Por primera vez en la historia, este juramento podrá ser captado por las cámaras de televisión. |
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Los ojos del mundo entero verán hoy a los 115 cardenales católicos que elegirán al nuevo papa pronunciar las palabras rituales: “Prometo, me obligo y juro”, antes del inicio del cónclave. Con ellas se obligarán a guardar secreto de lo hablado en la capilla Sixtina los próximos días y a que “quien, por disposición divina, sea elegido romano pontífice se comprometerá a desempeñar fielmente el ‘munus Petrinum’ (la tarea de Pedro) de pastor de la Iglesia Universal”. Será la primera vez en la historia que las cámaras de televisión recogen el momento previo al tradicional “extra omnes” (fuera todos), que aproximadamente a las 5:00 p.m. (9:00 a.m., hora de El Salvador) dejará solos a los purpurados para discutir el nombre del sucesor de Juan Pablo II. Los servicios técnicos de Radio Vaticano y del Servicio Televisivo Vaticano sostuvieron ayer por la mañana una reunión con representantes de las decenas de radios y televisiones acreditadas en Roma para discutir los últimos detalles de la retransmisión en directo, que incluirá, por la mañana, la misa solemne “para elegir al Pontífice”, a las 10:00 a.m., hora de Italia. Durante la misa, el cardenal alemán Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio y uno de los considerados favoritos para ser el próximo papa, instará a los católicos de todo el mundo a orar por los participantes en el cónclave y pedirá a Dios “un pastor santo”, que ilumine a su pueblo “con la verdad del Evangelio y lo edifique con el testimonio de la vida”. Fumata negra Aunque es algo que los cardenales deberán decidir una vez reunidos en cónclave, está previsto que esta tarde se produzca la primera votación entre ellos, de la que está casi descartado que salga un elegido. Pronósticos indican que se espera una primera fumata negra para alrededor de las 7:00 p.m. de Italia, (11:00 a.m. en El Salvador). Desde ayer por la tarde, los 115 cardenales electores (aquellos que, de entre los 183 existentes, tienen menos de 80 años) están recluidos en la Casa Santa Marta, una cómoda residencia-hotel dentro de los límites territoriales del Vaticano, de la que en los próximos días solo saldrán dos veces al día para las votaciones en la capilla Sixtina. Una vez alguien reciba dos tercios de los votos, la tradicional fumata blanca y, por primera vez, el repicar de las campanas de San Pedro, anunciarán que hay nuevo pontífice.
El día de las últimas apuestas Los periódicos italianos incluían ayer una inacabable lista de candidatos al papado. Un periodista español bromeaba un par de noches atrás, durante una cena entre amigos: Politi (el vaticanólogo de La Repubblica) ha nombrado a más de 80 posibles papables, los he contado. A su lado, Paloma Gómez Borrero, la más veterana de los corresponsales en el Vaticano, aceptaba no tener idea de quién sería finalmente elegido, y se abstraía de las quinielas. Lo cierto es que ayer, la sala stampa (sala de prensa) vaticana estaba casi desierta. Sin información nueva, sin más especulaciones que hacer, puesto que ya están todas hechas, solo quedaba esperar. En las terrazas de los edificios cercanos a la plaza de San Pedro, por las que cadenas internacionales de televisión (e incluso de radio) han pagado varios miles de dólares por día, en algunos casos con reservas y pagos periódicos hechos desde hace años, se repetían reportes vacíos de datos nuevos. Reportes de expectación, rentables para las grandes cadenas, pero vacíos. La carta sorpresa de quienes no parten como favoritos, titulaba Gian Guido Vecchi en el Corriere della Sera, e incluía las fotos de 10 cardenales hasta ahora poco nombrados, incluido el chileno Errázuriz Ossa. Al lado, una columna se centraba una vez más en la hipótesis suramericana, y destacaba al emergente colombiano Darío Castrillón Hoyos. En los últimos días se han formado dos corrientes de opinión entre los purpurados que parecen complicar el consenso, aunque fuentes vaticanas han anticipado estos días que se pretende que el cónclave no dure más de tres días. Sea larga o corta la espera, fuera de los nombres de Joseph Ratzinger y Dionigi Tettamanzi, casi nadie se atreve a adivinar quién puede ser el elegido. Ayer, el cardenal mexicano se lo trató de dejar claro a los periodistas tras su misa dominical en la iglesia de San Francisco de Asís: Esto no es una carrera de galgos. Y se encerró en el silencio. No lo veía así horas después, en San Pedro, don Mattioli, un italiano con gesto bonachón y poblado bigote blanco: Yo apuesto por el nuestro, el de Perugia, Antonelli, que ahora es arzobispo de Florencia. Siempre hay quien barre para casa.
El juramento de los purpurados Antes de encerrarse en la capilla Sixtina para elegir al sucesor del papa Juan Pablo II, los 115 cardenales electores pronunciarán ante testigos el juramento previsto por el ritual de los cónclaves. El compromiso a conservar el secreto sobre todo lo relacionado con la elección del romano pontífice constituye el aspecto más importante de este juramento, pero no es el único. Los cardenales también tienen que jurar observar fiel y escrupulosamente el procedimiento de elección previsto en la Constitución Apostólica promulgada por Juan Pablo II en 1996. Cada uno se compromete, si es elegido papa, a afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales así como la libertad de la Santa Sede. Sobre todo agrega el texto del juramento prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del romano pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio. El texto íntegro del juramento será leído por el decano de los cardenales, el alemán Joseph Ratzinger, y luego cada uno, por orden de antigüedad, deberá prometer, obligarse y jurar respetarlo con la mano sobre el Evangelio. Cuando el último cardenal haya prestado juramento, el maestro de celebraciones litúrgicas pontificias pronunciará entonces la tradicional fórmula ¡Extra omnes! (fuera todos), que ordena a todos los que no participan en el cónclave a abandonar la capilla Sixtina.
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