Protestantes ven con recelo a Rodríguez Maradiaga

Óscar Martínez

Los líderes evangélicos hondureños son de las pocas voces de ese país que se atreven a criticar al papable centroamericano que más suena.

Imprimir esta nota Enviar esta nota Opinar sobre este tema



Críticas poco comunes

 

Si hay algo complicado en Tegucigalpa el día del inicio del cónclave es que alguien critique al hondureño papable. Por eso las moderadas críticas de los líderes evangélicos al cardenal son una peculiaridad en medio de los elogios.

González hace énfasis en el acercamiento preferencial que el Gobierno ha tenido con los católicos desde que llegó Maradiaga.

Según Canales, la mayor flaqueza de la arquidiócesis dirigida por el arzobispo es la “actitud desesperante” por recuperar a los fieles que han partido hacia los templos evangélicos.

Mario Reconco, un evangélico, declaró, en medio del culto realizado en la Amor Viviente, que Maradiaga “se ha pronunciado en contra de nuestra forma de reunirnos en varias ocasiones”.

Por la mañana, un taxista de Tegucigalpa respondía contundente a la pregunta que escuchaba. ¿Quiere que quede de papa el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga? “No, porque soy evangélico, y los de esta religión no queremos que él sea.” Estaba equivocado. Horas después, un colega del que acababa de responder cambiaba el discurso: “Claro que queremos, aunque no seamos católicos, sería un honor que el papa fuera hondureño”. También se equivocaba. Los líderes evangélicos de Honduras tienen la respuesta que, en resumidas cuentas, es más tibia que las escuchadas antes. “Es un buen hombre, pero tiene cosas que corregir”, se puede sintetizar.

En el país centroamericano que podría convertirse en el primero en darle la nacionalidad a un papa, el clero ha manifestado años atrás que una de las misiones de la Iglesia católica, manteniendo la línea de Juan Pablo II, es detener la emigración de fieles a la Iglesia evangélica. Y eso no ha sido fácil.

Según datos del arzobispado de Tegucigalpa, cerca de un 90 por ciento de la población de ese país es católica. Pero, según Osvaldo Canales, presidente de la Confraternidad Evangélica de Honduras, el crecimiento de adeptos a esta doctrina ha crecido: “19 por ciento de los hondureños son evangélicos practicantes”, asegura el pastor, y enfatiza que han incrementado sus afines en estos últimos 10 años. Es decir, durante el arzobispado de Rodríguez Maradiaga.

Es más, Canales arroja cifras exactas: “De los 6 millones 700 mil hondureños, 1 millón 300 mil son evangélicos”. Y no es difícil de creer cuando se sabe que solo en Tegucigalpa existen cerca de 200 templos evangélicos y cuatro emisoras radiales que responden a esa línea.

Según explica Canales, el mayor incremento de los evangélicos ha sido ahí donde a los salesianos, de donde proviene Maradiaga, más les duele. En los jóvenes. “Entre los 20 a 24 años hemos experimentado un crecimiento del 38 por ciento en los últimos 10 años”, explica Canales, en las afueras de un templo del centro de Tegucigalpa que rebosa de jóvenes que cantan y oran exaltados por el pastor que dirige el culto.

Puntos a favor

Inteligente, culto, comprometido son solo algunos de los adjetivos que los líderes evangélicos atribuyeron al papable hondureño. Eso hasta que se les pregunta por la lucha de captar adeptos y por la mayor credibilidad que el Gobierno ha depositado en la institución católica desde que Maradiaga, en 1993, llegó a ser arzobispo. Entonces, los halagos cambian por respuestas como “debería ser más abierto”.

El pastor Miguel Rodríguez, de la iglesia evangélica Amor Viviente, una de las dos más grandes de Tegucigalpa, considera al arzobispo como “culto y comprometido”. Pero, al momento de hablar sobre los fieles de cada iglesia, matiza que los cerca de 50 asistentes al culto que entonces se desarrollaba “son solo un poco de lo que hemos juntado en el país”.

Rafael González, pastor del otro templo evangélico de importancia en Tegucigalpa, Vida Abundante, también inicia con halagos, pero introduce un nuevo elemento de crítica: “Ha habido recelo, pero ya no la guerra que había años atrás; sin embargo, el Gobierno siempre llama primero a la Iglesia católica”. El comentario revive viejas pasiones, que iniciaron cuando a principios de este lustro salieron voces acusando a Rodríguez Maradiaga de ser pro partido Nacionalista, organización a la que perteneció su abuelo y su padre, como parte del Gobierno del militar Tiburcio Carías Andino.

De hecho, González saca pecho al recordar que el Gobierno, entonces del partido Liberal, le concedió a la confraternidad evangélica el reparto de los bienes enviados por la cooperación internacional para aminorar el impacto causado por el huracán Mitch, en 1998. “Es que si hablamos de credibilidad, nosotros también tenemos”, asegura.

Canales, quien también le atribuye “una labor formidable” al cardenal, deja escapar una frase que no es descabellado calificar como competitiva: “Me parece que es como una actitud desesperante la de la Iglesia católica hondureña tratando de reducir la magnitud de la Iglesia evangélica, están sumamente preocupados por el crecimiento que se ha tenido en los últimos 10 años”.

La diferencia de percepción sobre Maradiaga se nota entre las dos iglesias, que, en 2001, se sentaron juntas como parte de la comisión de desarrollo para la pobreza en Honduras. De hecho, LA PRENSA GRÁFICA pudo comprobar la diferencia de criterio.

En la misa de anteayer, celebrada en el colegio San Miguel en honor del papa, los 20 feligreses encuestados dijeron querer a Rodríguez Maradiaga como papa. Ayer, en las dos iglesias más importantes de Tegucigalpa, la respuesta se redujo: solo 11 de los 20 entrevistados apoyaron que el cardenal sea entronado. Así, la respuesta a la pregunta “¿quieren los evangélicos a Maradiaga?” no se encuentra en ninguna de las acotaciones de los taxistas, sino más bien en medio de las dos.



Ambiente de silencio en capital hondureña

Tegucigalpa permanece en calma. A pesar de estar a un día del inicio del cónclave, y que uno de los suyos tiene posibilidades de convertirse en papa, no hubo acto ni oración masiva por el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga.

De hecho, lo único que cambió fueron las páginas de la prensa escrita. Los dos periódicos de mayor circulación en Tegucigalpa contenían notas sobre las posibilidades de Rodríguez Maradiaga. Y, como elemento poco común en las publicaciones de la semana pasada, incluían la voz de algunos familiares del cardenal.

Sin embargo, las cábalas continúan. Según periodistas hondureños y sacerdotes que prefieren el anonimato, desde la Nunciatura hondureña ya se hacen las valoraciones sobre quién debería ser recomendado a la Santa Sede para sustituir a Rodríguez Maradiaga en caso de que deba quedarse en el Vaticano. Los dos nombres que suenan son el del arzobispo de San Pedro Sula, Ángel Garachana, y el del padre Tony Salinas.

Garachana es considerado un hombre más moderado que el papable “en su doctrina y denuncia social”, explicó hace unas semanas Dagoberto Rodríguez, editor del diario “El Heraldo”.

Salinas, en cambio, es uno de los considerados como “pupilos” de Maradiaga. Se lo ubica dentro de la generación del actual vicario general de la diócesis de Tegucigalpa y secretario privado del cardenal Juan José Pineda. Por el momento, Salinas se encuentra en Roma realizando estudios.


Sáenz Lacalle : “Ya queremos al nuevo papa”

El arzobispo de San Salvador, monseñor Fernando Sáenz Lacalle, dijo ayer que las parroquias del país realizarán oraciones especiales para que los cardenales tomen una buena decisión durante el cónclave y Dios bendiga al hombre que resulte electo como el próximo Vicario de Cristo.

“Ya queremos al nuevo papa, oramos por él, sea quien sea, venga de donde venga”, dijo el religioso.

Sáenz se mostró entusiasmado con la idea de que Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, cardenal hondureño, se convierta en el sustituto de Juan Pablo II.

“Tengo una opinión positivísima del cardenal Rodríguez Maradiaga. Somos muy amigos; es una persona de mucha capacidad teológica, poseedor de una gran personalidad, es políglota. Es un buen candidato”, insistió Sáenz.

Sáenz Lacalle señaló, sin embargo, que la nacionalidad del papa no es tan importante como “sus disposiciones de servicio”.

Sáenz recordó que había en el Vaticano “una tradición larguísima” de papas italianos “porque eran la mayoría y porque eran los que estaban en cosas de la curia”.

Sin embargo, sostuvo que , con el fallecido papa Juan Pablo II, de origen polaco, esa tradición de papas italianos se rompió y ahora “se ha internacionalizado la curia”.

Monseñor resaltó que el cónclave “no es un proceso normal” —como una elección partidaria—, ya que, delante de Dios , cada uno de los cardenales electores “debe pensar en quién es la persona más idónea” para el cargo.