Una misa por el nuevo pontífice

José Luis Sanz

La última misa antes del cónclave sirvió al cardenal Joseph Ratzinger para lanzar una dura crítica al “relativismo moral” de estos tiempos.

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Una homilía política

 

El primer cónclave del tercer milenio dio ayer comienzo en el Vaticano en medio de una expectación mediática sin precedentes y sin ningún claro favorito.

Para muchos el cardenal alemán Joseph Ratzinger aprovechó esa atención mediática para reafirmar la atención sobre la defensa de la ortodoxia vaticana

Ratzinger, candidato que parte con cierta ventaja en la elección papal, aprovechó la homilía para emitir una dura condena del relativismo ético y moral, y atacó también otras corrientes ideológicas opuestas al cristianismo como el marxismo, el agnosticismo o el individualismo radical.

Comentaristas italianos interpretaron la homilía como un programa político para el próximo pontificado. En la misa en la que también participaron purpurados mayores de 80 años, además de otros obispos, sacerdotes y fieles presentes en Roma, Ratzinger consideró que con la elección papal toda la Iglesia afronta “una hora de gran responsabilidad”.

El cardenal alemán Joseph Ratzinger condenó ayer en una durísima homilía matinal el “relativismo moral” e instó a los cardenales a “defender” la doctrina católica.

Horas antes de la primera votación del cónclave, que se supone que fue en el fondo un referéndum sobre su posible elección como papa, Ratzinger presidió, como decano del Colegio Cardenalicio, la misa solemne “pro eligendo pontifice”, que a las diez de la mañana reunió a varios miles de fieles en el interior de la basílica de San Pedro, mientras el exterior del templo, una plaza casi vacía, permanecía ajeno al ritual.

Ratzinger ofició ante el altar, con el resto de concelebrantes sentados frente a él, en una escena cargada de simbolismo, no se sabe a ciencia cierta si premonitorio o irónico, puesto que hubo entre los asistentes quienes inmediatamente señalaron que el cardenal alemán se estaba proyectando como si ya fuera el papa.

El decano de los cardenales y principal papable del bloque conservador presidió la misa de una hora y media de duración. Pidió a Dios en latín que conceda a los católicos “un pontífice aceptado por su santidad y enteramente dedicado al servicio de su pueblo”.

La tradicional misa se celebra antes del inicio oficial del cónclave y tiene por objetivo pedir a Dios por un nuevo pontífice. Vestidos con sus paramentos de color púrpura, los 115 príncipes de la Iglesia llegaron en procesión hasta el altar, donde besaron por turnos el Evangelio antes de sentarse.

Duras condenas

En todo caso, la solemne ceremonia estuvo alejada del rito políglota y multicultural del funeral de Juan Pablo II.

Las lecturas fueron en latín y cantadas, y la homilía de Ratzinger fue un duro alegato contra “todos los vientos de doctrina que hemos conocido en estos últimos decenios”, que condenó como “cargados de relativismo”.

“La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido agitada por estas olas, que van de un extremo a otro, desde el marxismo al liberalismo, pasando por el libertinaje, al colectivismo, al individualismo radical desde el ateísmo, a un vago misticismo religioso”, dijo Ratzinger, reafirmando la imagen de centinela de la moral más conservadora de la Iglesia que se le ha atribuido durante años.

“Tener una fe clara, según el credo de la Iglesia, a veces es etiquetado como fundamentalismo.

Mientras que el relativismo, es decir, dejarse llevar de un lado a otro por cualquier forma de doctrina, aparece como la única manera de comportarse en la actualidad”, añadió.

La misa de ayer fue la última aparición pública de los cardenales antes de salir a presentar al nuevo pontífice.