La voz ronca y apenas inteligible con la que Juan Pablo II bendijo desde
el Policlínico Gemelli ha abierto interrogantes sobre su capacidad para
ejercer su ministerio y devuelve a la actualidad las diferencias entre
los cardenales sobre la eventualidad de un Papa “que no puede hablar”.
Con un gran esfuerzo, el anciano Pontífice de 84 años impartió el domingo
desde la ventana de la habitación en la que está ingresado desde el 1.º
de febrero. Fueron sólo unas cuantas palabras, las suficientes para evidenciar,
según los médicos, la progresiva pérdida de su capacidad para hablar,
uno de los síntomas de la evolución de la enfermedad de Parkinson que
sufre desde hace 13 años.
Aunque los médicos del Gemelli dan por hecho que se repondrá totalmente,
las fuentes vaticanas señalaron que el problema que se presenta es que
pueda quedar privado de la palabra y en ese caso, ¿cómo ejercería su papado?
En octubre de 2003, cuando dio las primeras señales de esa pérdida progresiva
de la voz, varios cardenales, como el argentino Jorge Mejía, archivero
emérito de la Iglesia romana, dijeron que se abría “un problema
muy serio”.