Las campanas de la Catedral Metropolitana repicaron cerca de las 10 de la mañana, pero la noticia de la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI, se esparció poco a poco por el centro de San Salvador. Al menos eso pareció.

La mayoría de ciudadanos siguieron su rutina diaria. En algunos casos, bastante alejados de las informaciones que llegaban desde Roma.

Los escasos televisores en los puestos de venta proyectaban películas pirateadas y las radios una que otra prédica evangélica.

Aunque los televisores nuevos de los almacenes que venden electrodomésticos transmitían la imagen del Papa saludando a la multitud en la plaza de San Pedro, los transeúntes seguían su camino al parecer sin inmutarse.

La catedral parecía lejos de vivir un día de fiesta hasta las 12 del mediodía cuando cientos de fieles la llenaron para asistir a la misa que se celebraría en acción de gracias por la elección del pontífice.

En los primeros minutos que siguieron al anuncio, algunos ciudadanos se mostraron desconcertados y más de alguno no supo quién era Joseph Ratzinger.

Al saber que se trataba del cardenal alemán, las reacciones se dividieron entre quienes pedían una continuidad en la conducción que había hecho Juan Pablo II y los que con cierta desilusión aceptaban que no se tratara de un latino, específicamente del cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga.

“Esperamos que sea un papa, tal vez no como el que estuvo, pero que tenga un buen mando de la Iglesia católica como el anterior”, dijo Orlando Carazo.

Siguiendo la transmisión desde su puesto de venta de ropa, Paula Elizabeth Mendoza aseguraba: “Está bien él, pero para mí que hubiera quedado el de Honduras, porque era el que supuestamente llevaba más puntos y este que ha quedado, quizá porque estaba siempre con el papa anterior”.