¡ Habemus Papam! Joseph
Ratzinger, Benedicto XVI mundo@laprensa.com.sv Tras solo cuatro votaciones, las mismas que necesitó Juan Pablo I en 1978, el cardenal alemán Joseph Ratzinger se convirtió ayer en Benedicto XVI, el sucesor número 265 de San Pedro. Finalizaba así, oficialmente, la sede vacante, y comenzaba el papado de quien es considerado el guardián de la ortodoxia. |
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Tras solo cuatro votaciones, las mismas que necesitó Juan Pablo I en 1978, el cardenal alemán Joseph Ratzinger se convirtió ayer en Benedicto XVI, el sucesor número 265 de San Pedro. Finalizaba así, oficialmente, la sede vacante, y comenzaba el papado de quien es considerado el guardián de la ortodoxia. Joseph Ratzinger, el cardenal que durante 24 años fue mano derecha de Juan Pablo II en materia de doctrina, se convirtió ayer en el 265 papa de la Iglesia católica tras un breve cónclave que apenas duró un día y medio. El nuevo pontífice, que eligió para sí el nombre de Benedicto XVI, celebrará hoy una misa en la basílica de San Pedro y posteriormente será coronado el domingo. En una plaza abarrotada de fieles, primero la tradicional fumata blanca y luego el repicar de las seis campanas de la basílica vaticana, anunciaron, alrededor de las seis de la tarde (10 de la mañana en El Salvador), el acuerdo de al menos dos tercios de los 115 miembros del cónclave. “Esto disipa dudas sobre la supuesta división de los cardenales; y demuestra que ahí adentro no ha habido política, sino una cosa muy seria ante Dios”, interpretaba un sacerdote mexicano que estudia en Roma. El anuncio del nombre del pontífice, hecho casi una hora después por el protodiácono, el cardenal chileno Arturo Medina Estévez, fue acogido con aplausos por las decenas de miles de fieles presentes. Pero no faltaron quienes guardaron silencio al saber que era Ratzinger —de 78 años y considerado el principal exponente de la línea conservadora de la Iglesia— el elegido para suceder a Wojtyla. “Queridos hermanos y hermanas, después del gran papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor”, dijo Ratzinger al aparecer ante los congregados que le recibieron con aplausos y gritos. “Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones”, dijo. El fin de los rumores Durante los últimos días, el que fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe se había perfilado para los vaticanistas como el candidato más sólido a la sucesión, aunque también era evidente el recelo que despertaba en un grupo importante de cardenales que pedían reformas en la Iglesia. Su elección en tan corto tiempo, después de que el lunes pronunciara una dura homilía reafirmando los principios más sólidos de la doctrina católica y criticando el “relativismo moral”, se puede interpretar como un compromiso de la Iglesia con la herencia de Juan Pablo II, pero también como una apuesta por un pontífice considerado por su edad como de transición, y encargado de acometer la reforma interna de la institución, tras un pontificado de intensa pastoral a escala internacional. Igualmente, la elección de Ratzinger disiparía otra duda: ¿Canonizará el nuevo pontífice a Juan Pablo II por vía urgente, como algunos solicitaron en su funeral? Todos los analistas italianos lo daban anoche, efectivamente, por hecho. Los 53 minutos más largos Es brasileño, me lo acaban de decir desde dentro, por celular”, bromeaba un periodista de São Paulo para hacer llevadera la espera. Desde hacía unos minutos, las campanas confirmaban la elección de un nuevo Papa y nadie tenía, fuera de la Capilla Sixtina, elementos de juicio para tratar de adivinar quién era. El Vaticano había anunciado una espera de 45 minutos entre la fumata blanca y la comparecencia del sucesor de Wojtyla ante los fieles de todo el mundo, pero el tiempo de espera se alargaba. Muchos romanos llegaban directamente de sus oficinas. La mayoría no esperaban que el cónclave terminara tan pronto. “El Espíritu Santo se ha dado prisa”, comentaba Alfonso Romero, un sevillano radicado en Italia. A su lado, Constanza Toro y su esposo, Andrés, no eran tan confiados: “Pues a mí me extraña que se hayan puesto de acuerdo tan rápido”, se interrogaba ella. La lluvia amenazó con enturbiar el momento. “No importa... si nos mojamos es por el Papa”, decía Aura Urbina, una joven guatemalteca.
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