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Quien esperaba un encuentro de índole periodística se equivocó. Quien confiaba en un ambiente de prudente distancia entre el nuevo Papa y aquellos encargados de escrutar sus acciones y palabras para informar lo que sucede en el Vaticano, también. Ayer, Benedicto XVI se dio un nuevo baño de masas, y esta vez los aplausos los pusieron cerca de 2 mil periodistas de los más de 6 mil acreditados las últimas semanas para cubrir los funerales de Juan Pablo II y el cónclave que eligió a su sucesor. “Qué extraño, verlo de blanco y que no sea Juan Pablo II”, pensó en voz alta Flavia, una periodista argentina, cuando Joseph Ratzinger ingresó al auditorio Pablo VI, abarrotado, entre otros, por cerca de 3 mil fieles a quienes se permitió a última hora acceder al recinto para completar el aforo. Del resto, la mayoría aplaudían y gritaban vivas al Pontífice. Unos pocos tomaban notas y abundaban los flashes de las cámaras fotográficas. “Gracias por vuestra visita y particularmente por el servicio que habéis hecho estos días a la Santa Sede y a la Iglesia católica”, afirmó el pontífice, que sin admitir preguntas se limitó a dar un corto mensaje y a hacer una bendición a los presentes tras rezar un padrenuestro. Tras los pasos de Wojtyla Se espera que el Papa aproveche la homilía de hoy para acabar de anunciar sus líneas de acción y, lo que para muchos vaticanistas es igual de importante, su talante. Calificado tras su elección por diversos medios de comunicación como “el Rotweiller de Dios”, Benedicto XVI ha dado estos días muestras de una actitud cercana y afable, y ha ofrecido a las cámaras fotográficas y de televisión las primeras estampas de un Papa muy alejado de la imagen que se tenía del que por 24 años fuera prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el centinela de la moral católica. Sin embargo, queda por ver si su primera homilía en el sillón de Pedro se asemejará más a la que pronunció hace 16 días en el funeral de Juan Pablo II, llena de simbología poética y mensajes de optimismo, o a la que leyó el lunes pasado en la misa “pro eligendo pontífice”, en la que condenó el “relativismo moral” y comparó a la Iglesia con una barca zarandeada por las olas. “Ese ha sido su difícil rol durante años, pero ahora, como Papa, se abrirá mucho más a una labor y una actitud de pastor”, aseguraba ayer el arzobispo de Yucatán, Emilio Belaunzarán, que trabajó los últimos años con Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe. En esa misma línea se pronunciaba Patrick Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, el virtual “ministro de Comunicaciones” del Vaticano: “Todos deben juzgar al Santo Padre sobre la base de lo que ha hecho estos días... Hoy (ayer) ha dado una impresión muy favorable, y en su primera misa en la Capilla Sixtina el miércoles también. Mañana (hoy) podremos escuchar más”, afirmó el arzobispo estadounidense. En cuanto a los primeros gestos de Benedicto XVI, que se ha prodigado en contactos inesperados con los fieles y ayer concedió una audiencia a los periodistas acreditados en el Vaticano, aunque se acabó convirtiendo en una reunión abierta a la ciudadanía en general, en los periódicos italianos son abundantes las referencias al esfuerzo de Ratzinger por asumir como propia la cercanía que fue característica de Juan Pablo II. Monseñor Berlie no tiene miedo en aceptar una evidente similitud entre el modo de relacionarse con los fieles que introdujo Wojtyla y las recientes acciones de Ratzinger, a quien sus amigos habían calificado de tímido y solitario: “Es normal, como cuando en una familia uno dice ‘este niño camina igual que su padre’”, argumenta el obispo mexicano. “Es como quien imita a un mayor al que respeta y de quien sigue ejemplo”. Benedicto XVI podría anunciar avances en la Iglesia antes de lo que sus críticos imaginan, ya que antes de llegar a Papa preparó cuatro documentos, considerados “bombas teológico-doctrinales”, que prevén, entre otros, la reintegración de los divorciados en la Iglesia. Este sábado, el “ministro de Justicia” del Vaticano, el cardenal español Julián Herranz, admitió al diario italiano “La Repubblica” que la Iglesia discutirá el derecho de comunión para los divorciados. Con estos gestos, la curia dejará claro que el cardenal alemán, caracterizado por su pureza doctrinaria, y el nuevo Papa no tienen por qué seguir el mismo camino. Con esta posible apertura, Benedicto XVI se convertiría en un Papa innovador y colmaría las esperanzas de miles de católicos en todo el mundo que se han visto excluidos de la Iglesia por un simple fracaso matrimonial. “El problema de los católicos divorciados y casados en segundas nupcias es un asunto sensible sobre el que la Iglesia debe hacerse preguntas y conversar”, admitió el cardenal español, miembro reconocido de la poderosa prelatura conservadora católica Opus Dei. Herranz, que es presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos y de la Comisión Disciplinar de la Curia Romana desde 1999, reconoció que existen varios documentos al respecto preparados por el cardenal Joseph Ratzinger cuando era responsable de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según estos textos, la Iglesia podría admitir que el cónyuge fue abandonado, es decir, se vio “obligado” a divorciar, y luego se volvió a casar civilmente para poder formar una familia, lo cual no borra la “falta”, pero sí la reduce. Actualmente, según la doctrina católica, los divorciados que contraen matrimonio civil en segundas nupcias no pueden recibir la comunión. Sin embargo, las personas que están en la cárcel por haber cometido grandes delitos sí pueden recibir el sacramento, lo cual es interpretado por una parte de la Iglesia como una terrible incoherencia e injusticia. |