La sombra y la voz de
Juan Pablo II mundo@laprensa.com.sv Un arzobispo polaco y un ex corresponsal español son hoy la voz privada y la pública del Pontífice, cuya presencia se hace más escasa. |
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La presencia física de Juan Pablo II se hace cada día más escasa. El Papa, anciano y enfermo, tiene dificultades para expresar su mensaje en público y para manejar desde su despacho la vasta burocracia vaticana. Crece en estas circunstancias el papel de dos de sus más estrechos colaboradores. Uno, Joaquín Navarro Valls, español, médico y periodista, es el rostro cotidiano del Vaticano, el hombre con la misión de informar al mundo sobre los acontecimientos de un pontificado en hora crepuscular. El otro, Stanislas Dziwisz, polaco, arzobispo, secretario de Karol Wojtyla desde 1966, es la sombra del Papa, el personaje discreto al que basta comenzar una frase con las palabras “su Santidad dice que...” para desplegar una inmensa influencia. Juan Pablo II despacha prácticamente a diario con tres personas: el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado (jefe de Gobierno); el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto (ministro de Asuntos Exteriores), y Joaquín Navarro Valls, director de la Oficina de Prensa del Vaticano y, como tal, portavoz del Papa. Ocurre, sin embargo, que en muchas ocasiones el Pontífice no puede apenas hablar, o se encuentra fatigado, y es monseñor Dziwisz quien asume el papel de transmisor de los deseos y opiniones papales. Nadie cree que Dziwisz pueda manipular o tergiversar en lo más mínimo. Su voz es la de Wojtyla. Si él dice “su Santidad lo quiere”, se hace sin más comprobaciones. Dziwisz es el intérprete indiscutido de la voluntad del Papa polaco. Una añeja amistad Stanislas Dziwisz (Raba Wizna, 1940) tenía 25 años en 1966, cuando Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia, le eligió como secretario personal. Desde entonces, no se han separado. Duermen en estancias contiguas, celebran juntos la misa cada mañana y sostienen una interminable conversación en la que apenas son ya necesarias las palabras. El escueto diálogo en polaco que mantuvieron el 13 de mayo de 1981, en los dramáticos segundos posteriores al atentado de Mehmet Alí Agca, es una muestra de su estilo de comunicación. Así lo narra el propio Dziwisz: “Pregunté al Papa, ‘¿dónde?’ Respondió: ‘En el vientre’. ‘¿Duele?’ Respondió: ‘Duele’. Y empezó a desplomarse”. Aquel día, fue Dziwisz, con un Pontífice agonizante entre los brazos, quien decidió ir a toda prisa al Policlínico Gemelli. También fue él, el pasado 1.º de febrero, quien decidió que el Papa debía ser hospitalizado con urgencia. Dicen que Karol Wojtyla ama a Stanislas Dziwisz, 19 años más joven, como un padre a un hijo. Y la devoción es indudablemente correspondida. Son bastantes quienes creen que el misterioso cardenal in péctore, nombrado por el Papa en 2004, pero de nombre no revelado, no es otro que Stanislas Dziwisz. Sorpresivo nombramiento Dziwisz ejerció sin duda su influencia en uno de los nombramientos más sorprendentes de la primera fase del pontificado de Juan Pablo II. Wojtyla no toma decisiones sin comentarlas antes con su secretario, y la de 1984 podía parecer extraña: situar a un hombre que no era ni sacerdote ni italiano, como sus antecesores, al frente de la oficina de prensa. Joaquín Navarro Valls tenía entonces 48 años, ejercía como corresponsal en Roma del diario “ABC”, presidía la Asociación de la Prensa Extranjera. El titular con que el diario “La Repubblica” anunció su nombramiento refleja que fue asumido como algo exótico: “Un ex torero español miembro del Opus Dei, portavoz de Wojtyla”. Navarro Valls no había sido en realidad torero, aunque fuera aficionado. Sí pertenecía, y pertenece, al Opus Dei. Se cree que la obra susurró su nombre al Pontífice y que el elemento que decidió a su favor fueron las crónicas que envió a su periódico durante los viajes del Papa a Polonia. Joaquín Navarro Valls (Cartagena, 1936) es licenciado en Medicina, Psicología Social y Periodismo. En estos años, ha recibido numerosas condecoraciones y reconocimientos académicos, pero sus principales logros han consistido en “normalizar” el hecho de que sea un seglar con traje y corbata quien haga llegar a la prensa, y por tanto al público, los mensajes del Papa, y en imprimir un cierto tono de bonhomía y optimismo a un pontificado que, desde que la salud de Karol Wojtyla empezó a quebrarse, genera frecuentes alarmas. |