FELICES. Maribel López, salvadoreña, y su esposo, Massimo Ceccheto, llegaron a la misa inaugural del Papa para pedir felicidad en su matrimonio.

 

Salvadoreña recién casada asistió a misa

José Luis Sanz / Enviado Especial
mundo@laprensa.com.sv


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“¡Auguri!, ¡auguri!” (felicidades), les grita la gente, recién terminada la misa de proclamación de Benedicto XVI. Maribel y Massimo responden con alegría, emocionados. No se casaron ayer, pero como si así fuera.

“Nos casamos el domingo 17, hace una semana”, explica ella con evidente acento salvadoreño, mientras se sostiene la tiara que completa su traje de novia. “Y aunque no nos casamos por la Iglesia, para mí era muy importante estar hoy aquí, como una más, y contar con la bendición del Papa. Vengo de una familia católica, ya imaginarás”, dice.

Massimo calla. Entiende perfectamente lo que dice en español su esposa, pero no acaba de desenvolverse con comodidad en el tema de conversación. Solo la mira, sonríe, y confirma con la cabeza. “Es que él, digamos, nunca fue a una iglesia”, ataja ella. “Pero desde que nos conocimos me acompaña de vez en cuando y por mí ha empezado a creer.” “También para mí es importante estar aquí hoy... porque la quiero mucho”, afirma él en italiano.

Massimo Cecchetto casi no habla español (“aunque empiezo a entenderlo”, alega). Maribel López lleva 17 años en Roma y ha pedido a Benedicto XVI felicidad y fortuna en su matrimonio.

“Juan Pablo II me hizo el milagro que le pedí cuando lo vi en una audiencia en 1989. Venía de sufrir mucho, de un país en guerra, y le dije que no había venido a Italia para seguir sufriendo. Ya lo había perdido todo allí... y sé que fue gracias a él por lo que aquí todo me ha ido bien”, cuenta.