CONGREGADOS. Cientos de fieles comenzaron a llegar espontáneamente a la plaza de San Pedro desde tempranas horas de la mañana de ayer.
La vigilia en el Vaticano
El final de la agonía

José Luis Sanz/En el Vaticano

Las horas previas a la muerte de Juan Pablo II fueron una auténtica vigilia que se vivió en todo el mundo, pero especialmente en el Vaticano.

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26

años estuvo Juan Pablo II al frente.

1,100

millones de católicos hay en el mundo.

El frío de la noche italiana no venció a los miles que siguieron las últimas horas de Juan Pablo II en la plaza de San Pedro. Hacía 7 grados centígrados, pero eso parecía no importar.

La agonía de Juan Pablo II reunió a cerca de 60 mil fieles, en su mayoría romanos; pero también a extranjeros y cientos de turistas que cambiaron su ruta europea para estar acá en este momento.

Hortensia García, profesora de un instituto en Cáceres, España, había convencido a cerca de 16 de sus alumnos, de vacaciones en Roma, de abandonar la plaza de España, lugar donde tradicionalmente se juntan los jóvenes en la capital italiana, para ir a la de San Pedro.

Con lágrimas en los ojos confesaba su miedo: “No lo tengo muy claro. Juan Pablo II ha sido tan cercano, ha estado tan abierto a todo el mundo, especialmente a los jóvenes que me da miedo lo que venga”.

Rodeada de sus alumnos adolescentes, Hortensia advertía: “La persona que ocupe ahora la silla de San Pedro no puede estar tan cercano; no digo que no pueda hacer, pero le va a costar”.

La vigilia de la agonía

En la plaza central del Vaticano, desde muy temprano en la mañana, cuando el Papa aún vivía, la marea de rostros se debatía entre la tristeza, la euforia devota y la desorientación. Solo las voces de los más jóvenes no alojaban dudas. Con o sin uniformes, armados con guitarras en muchos casos, y coreados por decenas de personas de diversas nacionalidades que se les unían, grupos parroquiales o clases enteras de estudiantes cantaban sin descanso y aplaudían para contagiar al resto de la plaza.

Los jóvenes coreaban. “Johannes Paulus, Johannes Paulus.”

Dina Marcela Duque, una colombiana que lleva cuatro años viviendo en Roma, sonreía. “Prefiero venir aquí que estar en mi casa”, explica, junto a su amiga y compatriota Liliana. “Juan Pablo II ha sabido llegar a los jóvenes; ha creído en nosotros, que somos personas olvidadas de Dios, de la Iglesia”, decía.

La incertidumbre

Pero con la noticia del fallecimiento del Papa, varias horas más tarde, la tónica cambió.

Al rondar la medianoche, después de concluir un rezo más del rosario, un grupo de jóvenes romanos, que no se conocían previamente, entonan el himno de la jornada mundial de la juventud celebrada el año 2000 en Roma, durante el jubileo.

Jusy, Sergio y Alecssia, no se confirmaban a decir adiós a quien ellos considerarán siempre el papa de los jóvenes.


Las últimas visitas al pontífice

El cardenal de la curia Joseph Ratzinger visitó ayer al papa Juan Pablo II, horas antes de su fallecimiento, y aseguró que el pontífice se despidió de él.

“Él es consciente de que va a ir con el Señor”, dijo Ratzinger a la televisión italiana.

“He visto al Papa junto con otros colaboradores, y me ha dado el último saludo y las gracias por el trabajo realizado en todos estos años”, afirmó el prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe en declaraciones divulgadas por la Conferencia Episcopal.

Ratzinger fue uno de los primeros funcionarios que entraron a la habitación de Juan Pablo II luego de su muerte.

El pontífice también fue visitado ayer por el cardenal italiano Achille Silvestrini, quien admitió que la “lenta agonía (del Papa) sigue adelante”.

El prelado manifestó que, al momento de su visita, Juan Pablo II todavía daba señales de reconocer a las personas a su alrededor.

“Parece como si estas fueran sus últimas horas”, declaró a su vez el cardenal Wilfred Napier de Durban, Sudáfrica.

“Sonreía con la mirada” y “no mostraba ninguna señal de sufrimiento, a pesar de que su respiración era difícil”, afirmó a la prensa el cardenal italiano Francesco Pompedda, quien visitó el viernes al pontífice en sus aposentos.

“No tuve la impresión de ver a un agonizante”, agregó.

El Papa recibió también al vicario de Roma, cardenal Camillo Ruini, quien definió su visita en el marco “de la amistad y del cariño” que le une a Juan Pablo II.


Los jóvenes estuvieron pendientes hasta el final

Los jerarcas de la Iglesia se apresuraron a Roma. Pero los primeros en llegar fueron los jóvenes.

Los devotos “Papaboys”, los jóvenes católicos con los que Juan Pablo II siempre mantuvo una relación especial, lo acompañaron hasta el último minuto de su vida con cantos y silencios angustiosos desde la plaza de San Pedro.

“Siempre contigo” aparecía en uno de los carteles que cargaban los miles de jóvenes, sobre todo italianos, polacos y latinoamericanos, que se congregaron desde el viernes en forma espontánea en la enorme explanada del Vaticano para despedir al pontífice.

Y es que para una generación entera de jóvenes, Juan Pablo II ha sido el único pontífice que han conocido.

Algunos de los miles de presentes en la plaza de San Pedro desde el viernes llegaron convocados por mensajes telefónicos.

“Una oración para el Papa de todos los jóvenes del mundo para estar a su lado en estas horas. No detengas esta oración, pásala”, decía el texto.

A se llamado acudió una salvadoreña de 21 años, identificada por la Agencia France Presse, como María. “La Iglesia atraviesa un momento difícil, el Papa daba estabilidad a la gente. Daba paz y amor”, aseguró.

“Hizo mucho por mi país. La guerrilla y el Ejército le hacían caso”, comentó al elogiar la fuerza con la que ha intervenido en los conflictos en todo el mundo.

De hecho, la defensa de la paz que Juan Pablo II hizo en todos los rincones del mundo fue un tema que le valió el respeto y admiración de los jóvenes de casi todos los continentes, que lo consideraron un punto de referencia.