OBITUARIO
El viaje 105 de Wojtyla
Roberto Valencia
mundo@laprensa.com.sv

Ayer finalizaron casi 27 años de pontificado de Juan Pablo II en el que tuvo tiempo para acercar posturas con otras religiones y salir victorioso de su particular cruzada contra los regímenes soviéticos.

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Rezo por el hermano que me ha atacado, al que sinceramente he perdonado.”
Juan Pablo II, cinco días después de haber sido baleado por el turco Ali Agca

Ayer finalizaron casi 27 años de pontificado de Juan Pablo II en el que tuvo tiempo para acercar posturas con otras religiones y salir victorioso de su particular cruzada contra los regímenes soviéticos.

ntrada ya la noche en Ciudad del Vaticano, y arropado por miles de personas que rezaban por él, ayer falleció Juan Pablo II. Con su muerte, la Iglesia católica y su feligresía perdieron a su máximo mandatario, y el mundo entero, a uno de los hombres más influyentes del siglo XX y de los primeros años del siglo XXI.

Karol Wojtyla nace el 18 de mayo de 1920 en la pequeña localidad polaca de Wadowice, ubicada a unos 50 kilómetros de la ciudad de Cracovia. La suya no se puede considerar una infancia feliz. A los nueve años pierde a su madre, y a los 13, a su hermano mayor. Crece, por lo tanto, en compañía de su padre, un antiguo militar del ejército austro-húngaro.

Entre sus aficiones juveniles destacan el gusto por el deporte, la poesía y el teatro que llega incluso a interpretar. Son años en los que también se dedica a labores como la de ser el presidente de la “Sociedad de la abstinencia” cuyo objetivo era evitar la difusión del tabaco y de la bebida entre la juventud.

Acabado el bachillerato, se traslada junto a su padre a Cracovia donde se matricula en la Facultad de Filosofía. Es durante su estancia en esa ciudad cuando, con la invasión de Polonia por parte de la Alemania nazi, estalla la Segunda Guerra Mundial. Este hecho obliga a Wojtyla a interrumpir sus estudios y a comenzar a trabajar, primero en las canteras de Cracovia, y luego en las fábricas químicas de Solvay.

Es en este contexto de guerra y de ocupación, en 1942, cuando decide iniciar sus estudios de Teología. Tenía 22 años. Cuatro después, en noviembre de 1946, Karol Wojtyla es ordenado sacerdote en un país sometido ya por un régimen comunista, algo que marcará su vida futura.

A partir de esa fecha comienza un vertiginoso ascenso dentro de la Iglesia que viene acompañado por una sólida formación. Estudia dos años en Roma, pero es en Cracovia donde logra un doctorado en Sagrada Teología lo que le permite ejercer como docente universitario.

Ni como estudiante, ni como maestro se aleja del desempeño de las labores de párroco que ejerce en su natal Polonia durante 10 años. En 1958 es nombrado obispo auxiliar en Cracovia cuyo arzobispado asume en 1964. Tan solo tres años después, y como reconocimiento a su participación en el Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI lo nombra cardenal en un acto celebrado en la Capilla Sixtina.

EL AÑO DEL CAMBIO: 1978

Como purpurado desempeña puestos de importancia y publica numerosos ensayos... hasta que llega 1978, el año que cambia su vida. Fallecido Pablo VI en agosto, participa en el cónclave del que sale electo Juan Pablo I, pero la repentina muerte de este da lugar a un nuevo encierro de los cardenales, del que Karol Wojtyla sale convertido en Juan Pablo II.

A las 6:44 de la tarde del 16 de octubre de 1978, el nuevo pontífice, el número 264 desde San Pedro, aparece en el balcón vestido de blanco, apoya sus manos y, con gesto decidido, hace su primera proclama al mundo: “No tengan miedo”.

Comenzaba así un pontificado marcado por dos grandes tendencias: el giro hacia posiciones más tolerantes para con otras religiones monoteístas y la intensificación de la labor diplomática del Vaticano, hasta el punto de doblar el número de países con los que la Santa Sede mantiene relaciones.

En este sentido cabe citar, en enero de 1979, la intermediación de Juan Pablo II en una disputa entre Chile y Argentina por la posesión de un canal, y una reunión con el canciller de la Unión Soviética, un hecho sin precedentes.

Esta visita de cortesía no hace tambalear al Papa en su particular cruzada contra el comunismo. De hecho, antes de que concluya su primer año, efectúa un viaje apostólico a Polonia donde proclama: “No es posible entender sin Cristo la historia polaca”.

El “Papa venido del Este” comienza así la labor de acoso y derribo a los regímenes prosoviéticos de Europa Oriental, hecho que, en plena Guerra Fría, es percibido con preocupación en Rusia. De hecho, está demostrado el intento de la KGB soviética por infiltrar espías en la Santa Sede, y numerosas fuentes también colocan el espionaje de la URSS detrás del atentado que Wojtyla sufrió en mayo de 1981 a manos del joven turco Ali Agca.

Es el primero y el más grave, pero no el único. En mayo de 1982, por ejemplo, también se atenta contra su vida en Fátima (Portugal).

En el atentado de Agca, el Sumo Pontífice es herido en el abdomen y en la mano y son necesarias seis horas de intervención para salvar su vida. Pese al ataque, Juan Pablo II reza cinco días después “por el hermano que me ha atacado, al que sinceramente he perdonado”.

El perdón, aunque en este caso por hechos ocurridos siglos atrás, es otro de los signos identificativos de los casi 27 años de pontificado finalizados ayer. Uno de los aspectos más significativos es la evolución del catolicismo hacia posturas más respetuosas frente a otras religiones, cristianas o no, actitud sin precedentes en la historia.

Ya en 1982 hace una declaración conjunta con el arzobispo de Canterbury, representante de la Iglesia anglicana; Wojtyla también tiende su mano a luteranos y cristianos ortodoxos. Llega incluso a pedir perdón por todos estos cismas del cristianismo, por las cruzadas o por la Santa Inquisición, hechos todos ocurridos muchos siglos antes de que él naciera.

Quizá más significativa es la asistencia, en abril de 1986, a la sinagoga judía de Roma. Esa visita da inicio a una distensión con el Estado israelí que llega a sus momentos cumbre con la reapertura de relaciones diplomáticas, en diciembre de 1993, y con el viaje a Tierra Santa del año 2000, en el que se puede ver a Juan Pablo II rezar en el Muro de las Lamentaciones.

Señales similares también tienen lugar con el mundo musulmán, como el viaje que lleva a cabo en 1985 a Marruecos, donde asiste a una asamblea islámica.

Con todo este bagaje a sus espaldas, y más allá de su papel como máximo jerarca del catolicismo, pocos se atreven a dudar de que el Papa fallecido ha logrado ganarse un lugar en la historia. Su figura y su trayectoria fueron aplaudidas en 129 países, incluido El Salvador, durante 104 viajes al extranjero que salpican su pontificado.

Entrada ya la noche en el Vaticano, y arropado por miles de personas que rezaban por él, Wojtyla dio inicio a su último viaje, el número 105.