La agonía pública de Juan Pablo II
Una lección sobre cómo afrontar la muerte

Roma/DPA
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A pesar de que la salud del pontífice se complicaba a cada momento, el Vaticano insistía: Juan Pablo II está sereno.

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Un calvario en TV

 

El papa Juan Pablo II llegó a presentar al mundo en sus últimos años y meses de vida escenas de una auténtica muerte televisada.

Incluso después de la traqueotomía, el Papa intentaba mostrarse en público y hablar.

El Viernes Santo no pudo asistir al Vía Crucis y lo vio por televisión. No fue curioso que no lo viera, sino que en sus aposentos había una cámara que retransmitió cómo veía el Vía Crucis.

El 27 de marzo, en su último Domingo de Resurrección, trató de dirigirse a los fieles en la Plaza de San Pedro. Pese a sus esfuerzos, no consiguió hablar.

Pese a su estado de salud cada vez más débil, el Papa, en lugar de retirarse y mantenerse alejado del público, no eludió el contacto con las cámaras de televisión.

La apertura mediática que caracterizó su pontificado permitió al mundo presenciar la evolución de la salud del Sumo Pontífice durante años. Las cámaras lo siguieron en cada viaje.

La prensa siguió los achaques del Pontífice desde el 13 de mayo de 1981 cuando fue atacado por Alí Agca hasta el pasado 30 de marzo cuando apareció por última vez para bendecir a los presentes en la Plaza de San Pedro.

Creyentes y ateos, cristianos y no cristianos, no importa su creencia personal, pero resulta imposible no sentirse sobrecogido por el coraje y la entereza con la que el papa Juan Pablo II afrontó su hora final.

Pese a estar plenamente consciente de la gravedad de su situación, el pontífice se negó a ingresar en un hospital y prefirió permanecer lo más cerca posible de su grey.

Y mientras el líder espiritual de la Iglesia católica romana permanecía en su lecho de muerte, desde el palacio apostólico se insistió constantemente en una cosa: “El Papa se encuentra sereno”. Pese a que su estado de salud se complicaba cada vez más, el pontífice seguía tranquilo y manteniendo la calma.

“No mostró ningún signo de sufrimiento, aun cuando las dificultades para respirar sugieren claramente que está padeciendo”, dijo el cardenal Mario Francesco Pompedda, uno de los pocos que pudo ver al Papa en las últimas horas.

“Fue como si quisiese hablarme a través de su sonrisa y su expresión serena. Nunca olvidaré esa dulce sonrisa”, agregó el purpurado.

De acuerdo con la agencia Zenit, una de las claves de la fuerza del Papa está en la Carta Apostólica que él escribió hace más de 20 años.

En “Salvifici Doloris”, publicada en 1984, el pontífice aseveró que la resurrección de Cristo arroja una nueva luz en lo que de otra forma sería el temor a dejar de esta vida. En el texto se afirma que el trabajo de salvación realizado por el hijo de Dios libera al hombre del pecado y la muerte, “condiciones esenciales para la vida eterna”. Esa es definitivamente la felicidad del hombre, estar en unión con Dios, escribió el Papa de origen polaco.